¿A que voy a un Monasterio Cisterciense?

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Algunos entienden y otros no tanto (“ a ver si regresas a lo terrenal…”) una reclusión voluntaria durante algunos días en un lugar supuestamente de paz como los son los monasterios cistercienses, aunque igual característica predicaría de los demás pertenecientes a otras religiones como es el caso, por ejemplo, de los retiros budistas de los que en España tenemos ejemplares notorios, pero que nunca he llegado a visitar. Pero creo que conviene esta advertencia: cuando acudo a Sobrado o a Huerta, no tengo referencia dogmática, no considero norte indeclinable una religión específica, ni siquiera la católica que es la que supuestamente proporciona soporte espiritual a ambas instituciones monásticas. Agradezco el comentario de Jaime acerca de mi actitud de respeto a las creencias católicas, y es que ese respeto lo tengo, lo albergo por el catolicismo y por cualquier camino serio del sendero interior. Pero respetar, como sabe Jaime, no equivale a compartir los postulados esenciales de su base, ni tampoco a ser fiel practicante de sus ritos y deberes.

Quiero decir con esto que cuando acudo a los monasterios no voy a efectuar labor alguna de investigación del dogma católico, ni a experimentar como me siento interiormente ante la presencia y asistencia a sus rituales propios, ni, mucho menos, a tratar de recuperar aquel dios antropomorfo que desapareció ante mi mirada interior atónita y lastimada casi hasta la desesperación del amante despechado en mis primeros años de Universidad, católica para mas referencias, porque los jesuitas lo son, especiales, muy especiales si se quiere, pero lo son. Los jesuitas tienen en común con los judíos que a la mínima que se descuidan el poder los expulsa. ¿Por qué será?. Por cierto, un día almorcé con un hombre culto que me dijo ser masón especulativo y activo en el sendero iniciático, es decir, buscador serio. Me comentó algo acerca del Monasterio de Montserrat y las reflexiones de San Ignacio de Loyola en conexión con los postulados esenciales de la masonería. Historia interesante pero de la que se me van algunos perfiles. Procuraré retomar contacto a ver si puedo relatarla con un mínimo de coherencia.

Hace ya mucho tiempo que he aprendido el poder cautivador de los dogmas, de las creencias convertidas en ladrillos del edificio interior según el diseño del arquitecto religioso que sea. Pero su sabor ácido, lo cáustico de la creencia, también anida en mi biblioteca de recuerdos. A eso me refería cuando comentaba el peligro de sustituir unas creencias por otras, ese camino, creo que mas epidérmico que dérmico, que reside en decidir que ya no interesan los dogmas cristianos o católicos aprendidos a golpe de escuela Primaria o Secundaria, pero sí que abrazo sin mas y porque es mas “novedoso” el panel de las creencias propias de otras religiones que en determinados casos, al menos para una mentalidad occidental, y en cualquier caso para mi modesta estructura interior, resultan cuando menos igualmente difíciles de deglutir, y, además, son originadas en un contexto geográfico/cultural que no es el Occidente en el que hemos nacido y fermentado al mundo del intelecto. No entiendo muy bien rechazar de plano el dogma, por ejemplo, de la noción trina de Dios, la Santísima Trinidad como dicen los católicos, y aceptar la tesis de los Maestros, la jerarquía residente en algún lugar geográfico, móvil según las fechas y para mas señas, desde la que se ejecuta el Plan de la Humanidad, un plan que algunos maestros desvelan mediante instrucciones transmitidas a terceras personas. No creo pero respeto ambas. Absolutamente en serio. La primera, porque el modelo trino de Dios (¿Deidad?) es patrimonio de la Humanidad (Isis,Osiris, Horus…y largo etcétera) y dispone de una coherencia interna explicativa mas que abundante. Las segunda porque personas a quien considero muy serias transitan por esas rutas de alta montaña debidamente equipados intelectual y humanamente. Sobre todo con conductas implacablemente honrosas.

Por tanto, no creo en la sustitución de unas creencias por otras, pero vaya por delante que mi no creer no es equivalente a cuestionar la legitimidad de unas y otras. Solo a situar las cosas en lo que considero su lugar adecuado. La creencia, en mi opinión, es un buen adormecedor de angustias. Adormecedor o analgésico, que mis años de industria farmacéutica dejaron muchas cosas, entre ellas cierto dominio del metalenguaje propio de esos campos de la ciencia convertida en empresa lucrativa. Cada uno debe adormecer las angustias de la mejor manera que pueda/quiera. Sucede que yo lo intenté por ese camino y no conseguí nada por esta nefasta manía de preguntarme a mi mismo al respecto. Cuando debería dedicarme a dormir, que es mucho mas saludable, al menos para el cuerpo, en mi época de Universidad, llegada la noche, no se me ocurría mas tontería que dedicarme a formular a alguien -no se quien- pero con la voz del ruido interior preguntas que carecían de respuesta diferente a esta: “es así por así es, así que cree y calla”. Pero, al igual que cuando iba a visitar a Mariano Rubio, el entonces Gobernador, se me olvidaba doblar la cabeza, y eso que me entrenaba a conciencia en mi despacho en Banesto para dar cumplida respuesta a los modos tradicionales de comportamiento en el sector, tenía pésima memoria para recordar eso de cree y calla, y encima no entendía nada de la profesión de carbonero y, en consecuencia, tampoco de la peculiaridad de su fe, y con todo este lío el resultado no podía ser otro que un tormento interior en el que se caían a pedazos dioses, creencias, dogmas y demás equipamiento colectivo y en su lugar iba quedando un arisco e impertinente vacío.

Lo intenté. Claro que lo intenté. Pero llegue a la concusión de que la creencia tiene esa virtud analgésica, pero la duración del efecto no es eterna, ni mucho menos. Al contrario, el aumento progresivo de la dosis parece horizonte inevitable. Por ello admiro a quienes las cultivan en su interior, pero me dan cierto miedo porque he sentido el poder terrible del mono de abstinencia cuando el efecto se consume y aparece ese vacío del que hablaba. De ahí mi cautela ante verdades provenientes de otras ramas de lo religioso. No las acepto sin mas. Ni sin menos. Las respeto y me alegro de que funcionen a otras personas. Pero a mi me cuesta mucho y no lo digo ni con soberbia intelectual (sería arrogancia y cretinez cósmicas) ni con pretensión de imponer las mías, aunque solo sea porque todas las mías se resumen en una: experiencia.

Por ello voy a un lugar en el que determinadas personas a las que llaman monjes dedican su vida a su camino espiritual. Esa es la clave. Que este camino se siga recorriendo un sendero dogmático o un derrotero mas abierto es harina de un costal mas individualizado, mas a gusto del consumidor, porque por mucho que se pretenda dogmatizar el recorrido, es claro que no se puede evitar la subjetividad del caminante, porque, al fin y al cabo, es una persona la que busca, es una persona la que siente, es una persona la que encuentra….La acomodación a la forma no tiene necesariamente que ver con la percepción de la sustancia. De ahí que no debería sorprender que algunos monjes cistercienses lean y sientan, por ejemplo, lo que dice Krishnamurti y no lo descalifiquen de solemnidad como algunos en este blog, a quienes igualmente comprendo, porque la cosa no es fácil, o que, como el caso del monje Isidro, decidan dedicar su vida a aprender el chino para leer en profundidad el mensaje puro del taoísmo. ¿Y eso puede vivir dentro de un Monasterio Cisterciense? Ya he dicho que el verdadero monasterio reside en nuestro interior y que su lenguaje verdadero es el que los esoteristas llaman lenguaje del corazón.

Porque cada día me convenzo más de la tesis de Schuon en su libro “La unidad trascendente de las religiones”, que al fin y al cabo es la misma de Ken Wilber. Por cierto parece que ahora está de moda en ciertos círculos el desprecio olímpico por la Nueva Era. El libro de Vicente Merlo se llama “La Llamada Nueva Era”, y lo digo porque creo que ayer no lo puse bien. Uno puede o no respetar el basamento intelectual de movimientos de corte espiritual, pero en todo caso se trata de esfuerzos dirigidos a ese “segmento” del individuo (mejor Humanidad) no siempre cautivado por las músicas racionalistas puras. Y pediría cautela en el desprecio, no cautela compasiva sino sociopolítica,amen de humana, porque creo que por potente que pueda ser la repugnancia social o intelectual que algunos puedan sentir ante el movimiento, son muchos, y no precisamente descerebrados, los que trabajan en ese fábrica de ideas, pensamientos, sensaciones y experiencias. A veces, llegados a una conclusión en nuestra mente, entendemos que lo que no se ajuste a ella es un acto de barbarie intelectual Convendría entender el lenguaje simbólico porque su esencia no es sólo, como decía ayer, que el símbolo habla según la habilidad interrogativa del interlocutor, sino que transmite esta noción como esencia: la primera comprensión de una idea, y hasta la segunda y la tercera, están lejos de ser la idea misma.

Así que allí voy con el convencimiento, como digo en uno de los vídeos de Sobrado que figuran en este blog, que es cierto que el monasterio es un lugar de paz, sobre todo si llegas a él con la paz dentro, porque en otro caso la cosa se complica mucho y tres días no son, ni de lejos, un período mínimo aceptable. Aprendí que los pitagóricos exigían tres años de completo silencio a los aprendices de Samos. ¿Que hacer en tres días…?. Silencio enlatado, espiritualidad de supermercado….

Y como le decía ayer a una persona, cada vez me convenzo mas de que las profundidades del camino nada tienen que ver con la erudición de conocimientos. “Toda Sciencia trascendiendo”. Curiosamente, ayer, al finalizar un rezo, no se si fueron Vísperas, el Abad leyó estos versos de San Juan de la Cruz a los que me he referido. No pude evitar un escalofrío y en la iglesia la temperatura es excelente.

Al final, vivir con el corazón limpio, la realidad implacable de la conducta con conciencia de Humanidad, me parece lo mas profundo que despacharse pueda. Y lo mas reconfortante. En la Nochebuena un amigo reciente se fue a ayudar a un pobre hombre que vive solo. A consumir con él diez minutos. No lo contó a nadie. Ni siquiera a sí mismo casi. Pero fue. Y reconfortó. Eso es un sendero autentico, espiritual en grado de experiencia. Y admirable.

He publicado nuevas fotos del monasterio en Galería por si queréis verlas. La dirección es http://gallery.me.com/mario.conde#100024