Dia tercero, el sol, la luna y la calavera coronada.

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Monasterio de Huerta, domingo 28 de diciembre de 2008

No me acoplé las Nocturnas de esta madrugada. Lo percibí con esa claridad, sintiendo esa desazón interior que no engaña. Tal vez por tratarse de un domingo y por definición Fiesta de Guardar, y el atributo obligue a alterar la simplicidad diaria del rito, quizás porque se celebraba -eso escuché- algo, no se muy bien qué, referido a la Sagrada Familia del Catolicismo… no lo se. Lo cierto es me agitaba inquieto en el banco trasero que habilité como lugar habitual de mi asistencia a la Iglesia del monasterio en todos sus rezos diarios. Mis pensamientos se escapaban del lugar y de lo que sucedía dentro del recinto sagrado para los cristianos, y cada vez que trataba de reconducirlos, de sujetarlos al sitio y hora en que vivíamos, me echaban en cara una forma poco sutil de rebelión, la propia de quien no quiere a ningún precio que le obliguen a consumir inutilidad. Y es que parecía tratarse de eso mismo o de algo muy parecido a ese sentimiento: no percibía, no era capaz de descifrar qué elemento grosero o sutil podrían aportar a mi camino aquellos instantes, aquel rezo de madrugada, cuando, curiosamente, es, ha sido siempre, con las Completas, el que mas me sugería..

Por un instante pensé si podría ser debido mi estado a un exceso de luz eléctrica, porque lo cierto es que iluminaron con todas las bombillas que incrustaron en la parte inferior del enorme aro metálico que cuelga del techo y en cuyo centro, algo lateralizado, se encuentra un crucifijo forjado en hierro de proporciones nada desdeñables. Ya me llamó la atención en el instante mismo en el que el hermano organista, encargado también de la rutina de encender y apagar luces, apretó el botón y aquello casi me ciega, porque venía de la penunbra de la habitación y atravesé el pasillo que conduce desde mi cuarto al templo sin querer iluminarlo con nada artificial, entre otras razones porque ya me se de memoria el camino, que es mas bien corto, recto y sin laberintos. Y, ademas, porque, a pesar de haber visto la película El hombre de la rosa, -algo estereotipada, por cierto- no siento demasiado miedo al pasear en nocturnidad por los monasterios. Bueno, algo de cosa sí, pero miedo del puro y duro creo que no.

Pensé por un instante qué sucedería si nos quedáramos total y absolutamente a oscuras; pues que no vería ni las personas ni las cosas. Solo el sonido, la voz, el órgano y los inevitables ruidos descompasados que emite cualquier concentración de humanidad por leve que fuera. Pero con tanta luz los hábitos de los monjes me sugerían disfraces, los cantos, rutinas de escuela pía y los rezos, mantras en versión clausura abierta. Cuando terminó, me fui al comedor, introduje dos o tres veces cincuenta céntimos en moneda en una máquina moderna que funciona bien (cosa rara en estos artilugios) y me metí en el cuerpo dos o tres cafés cortados. Sinceramente me hacían falta.

Dudé mucho, visto lo visto, si acudir a la Eucaristía, que los domingos se retrasa a las 11.30 de la mañana, sobre todo porque imaginé que podrían acudir personas de otros lugares a la celebración, porque quizás en los pueblos castellanos siga estando mal visto eso no de acudir a misma los domingos, y como mi deseo es pasar desapercibido no quería exponerme a las miradas profanas, que dirían los masones regulares, pero pensé con el frío que rondaba por las afueras del monasterio se necesitaba una fe especialmente firme para recorrer los kilómetros que separan este sitio de cualquier lugar medianamente poblado, así que tampoco el riesgo era del tenor de invertir ahorros en especuladores “ortodoxos”, de esos que cuando se ponen a perder la arman gorda. Pero entre Nocturnas y Eucaristía disponía de un tiempo que consumí en dos labores. La primera, leer “Tradición y Revolución”, un libro que recoge unas interesantes conversaciones con Krishnamurti y que me obligó a detenerme en su concepto del dolor. Ya hablaremos porque merece la pena la conceptualización de la experiencia…La segunda, mas bucólica en apariencia, dar un repaso visual y técnico a las fotografías que tomé en el día de ayer. Sobre todo a una de ellas.

Circulaba por el claustro mas al Norte de los dos o tres que diseñó el arquitecto del monasterio y, al igual que en Sobrado, me di cuenta que en los rosetones que se sitúan debajo de cada una de las columnas que bordean y dan forma al recinto, esculpidas en la piedra se veían caras de sujetos que algo tendrían que ver, digo yo, con el monasterio, su construcción, la orden cisterciense, la Iglesia, el papado o lo que fuera. Vamos, algo de este género de cosas, porque no serían, por ejemplo, los padres de la Revolución Americana, sobre todo porque todos ellos eran masones regulares, como dicen que es Obama, que la masonería no entiende ni de religión, ni de política, ni de raza. Al menos eso dicen.

En ese pensamiento andaba cuando de repente mi mente me condujo a uno de esos rosetones. Bueno, mi mente o lo que fuera o fuese. Creía que mi vista me engañaba con la información que me transmitía al fijarme en aquel rosetón, al igual que me sucedió cuando contemplé la escuadra masónica en el pórtico de la Iglesia de Lluch, algo que el personal asistente a la Iglesia originaria de Escorca, no alcanzaba no ya a ver sino ni siquiera a intuir. Pero lo cierto es que la dichosa escuadra allí estaba, y nada discreta, por cierto, sino ostentosa a mas no poder, como ya sabéis, porque las imágenes las hemos contemplado y analizado en este blog.

Pues ahora le tocaba el turno a otros dos emblemas clásicos de la misma orden. Ni mas ni menos que el sol y la luna juntos en un rosetón con la suficiente distancia física para percibirse con nitidez que eso quería ser un símbolo de algo, y es algo tampoco es que sea tan difícil de ser adivinado. Me acerqué con la sensación de que ando descubriendo herejías -así dicen- esculpidas en templos sagrados -también dicen- para los católicos, sublimación post Constantino y su Nicea de sus amores, que no de los míos, de los clásicos y admirables cristianos.

Está claro que el cristianismo es religión solar y no hay mas que ver la representación de la Sagrada Forma -como se llama- que es un sol radiante. También es lunar, y la mayoría de las vírgenes veneradas aparecen situadas sobre una luna en creciente. Otra cosa es que nadie repare en estos “detalles”. Pero así juntos, un sol (principio masculino) al lado de una luna (principio femenino) los había visto en la Iglesia de San Bartolomé, en mi tierra, en Galicia, en las proximidades de Tui, en donde oficié, quiero decir, encargué que oficiaran, que yo no soy sacerdote, el funeral de mi padre y el de mi querida Lourdes. Seguro que alguno de vosotros me dirá que conoce otras iglesias en las que ha visto la misma representación. Pues mejor, pero yo en mi base de datos albergo, al menos por el momento, esa maravillosa capilla, que, por cierto, visité recientemente y en la que me ocurrió una anédocta que no me atrevo siquiera a relatar. Si sabéis de otras en las que sol y luna aparezcan así de juntos me lo contáis, por favor, para que acreciente la base fáctica, que ahora este tipo de herejía ya no es perseguida, al contrario de lo que sucede con otras supuestas violaciones de la ortodoxia (léase red de intereses) sistémica (esta palabra está de moda), pero mejor no mentarlas que hoy es 28 de diciembre y tal día como hoy hace quince años…….

¿Qué hacen ahí el sol y la luna como una pareja de enamorados (nunca mejor dicho) ilustrando el principio de la complementariedad de los opuestos?. No pegan ni con cola al lado de tanta cabeza que imagino ortodoxa a la vista de los sombreros que les adornan. ¿O si pegan y lo que no pega es nuestra ignorancia?. Pues muy claro: quienes construyeron el edificio, quienes tallaron las piedras, canteros de profesión y dicen que antecesores de los masones especulativos (a esos que trabajan la piedra les llamaban operativos) quisieron dejar su huella y pensaron que al fin y al cabo nadie se iba a dar cuenta del detalle, porque la ignorancia suele ser muy atrevida, tanto que es la base de la arrogancia, porque cada vez que me encuentro con alguien arrogante suele coincidir con una dosis de ignorancia que si no es enciclopédica, poco, muy poco le falta para merecer el atributo. Supongo yo que pensaron que tal vez algún día alguien se diera cuenta y lo contara. Pues acertaron, al menos conmigo, porque yo me he dado cuenta y lo estoy contando. Seguro que antes lo han hecho otros; pero ahora es mi turno al escribirlo y el vuestro, si queréis, el leerlo y enteraros.

Pero no imaginaba yo que la historia continuaría. Y continuó.

Finalizada la Eucaristía, desafiando el frío y la humead, que casi es peor, salí a dar un paseo. Al cruzar el umbral de entrada con destino a la salida me crucé con la señora de la que tanto hablo y percibí en su mirada un algo indefinible, un poco mas allá en la escala de lo enigmático vivido hasta el momento, pero tampoco le concedí demasiada importancia, así que me despedí de ella con la sonrisa habitual,me respondió de idéntica forma aunque con ese brillo adicional, y salí a la calle central del pueblo. Mi mente se ocupaba en esos momentos de la matanza de los israelitas en Gaza a consecuencia de una venganza por algo que ignoraba. Me sentía intranquilo, pero así y todo me subí a lo alto de una mesa de piedra que adorna el paseo colindante con el muro del monasterio y me decidí a tomar una fotografía con una perspectiva que hasta el momento no disponía en mis archivos. Lo que debió de ser una buena perspectiva fue mi imagen en lo alto de la mesa del paseo; al menos los ojos de aquel hombre que circulaba aterido en una vespino, o similar, parecieron darlo a entender tras el amago de frenada violenta que me ofreció… Bueno, sentí el frío de cerca, como se siente el aliento inmediato al beso y me dispuse a regresar.

A través de un cristal por el que la mujer en cuestión controla el acceso al monasterio mientras despacha en la tienda me volvió a mirar de una forma especial, así que no me resistí a entrar en sus dominios comerciales que en ese momento se encontraban abarrotados de turistas de domingo, que recorren las dependencias del monasterio y salen de ellas -supongo, porque suele ser lo habitual- con muy poco mas que alguna que otra fotografía y algún material gráfico para confeccionar uno de esos insufribles vídeos caseros con los que suele atormentar al personal por la espalda y a traición en reuniones de amigos que a punto están de dejar de serlo.

-A ver si se van y le digo algo -susurró la mujer en tono decididamente secretista

Pues no me equivoqué, pensé para mi, al intuir que algo pasaba, así que me dispuse paciente a ver como los turistas tocaban mucho y compraban poco, que la cosa de la crisis se nota, sobre todo cuando de artículos sacros se trata, quizás por lo de Dios y César que dijo alguien en algún trozo de la Historia Sagrada que estudiamos de chicos.
Se vació el local. Quedaba solo una mujer de pelo negro zaino, labios escandalosamente pintados de rojo escarlata, blusa negra marcando formas superiores de volumen considerable, pantalón de idéntico color ejecutando lo propio ahora con las formas inferiores traseras bien contorneadas y zapatos de tacón alto, muy alto, y fino, muy fino….¿Qué hacía en un sitio como ese una mujer como aquella?. Pues no lo sé, pero hay que tener cuidado con sugerir siquiera una ocurrencia inocente porque te acusan al mínimo comentario de machismo recalcitrante, y si algo he sido en mi vida es lo rotundamente contrario. Bueno pues la señora de las formas y vestimentas apropiadas para otros campos se llevó dos o tres envoltorios del membrillo que fabrican los monjes y una crema para el cutis, pagó el importe, cerca de 15 euros, y se fue. Así que nos quedamos solos, la tienda, los artículos, los libros, los membrillos y quesos, las cremas, los rosarios, las demás cosas y la mujer y yo.

Y un silencio sugerente

Se acercó al mostrador. La imité. Apoyamos nuestros brazos en lo alto y nos miramos sin que entre ambos se vislumbrara el menor atisbo de tensión. La mujer tomó un poco de aliento y comenzó:

-Voy a hacerle una confidencia que espero no le moleste

Su voz y su tono presagiaban cualquier cosa menos una de esas banalidades al uso de este tipo de encuentros forzados a las que desgraciadamente me acostumbro por obligación,que no por devoción. No. Era obvio que quería comentar algo con sustancia.

-En mi camino durante años he seguido la senda esotérica. Recuerdo un día que quedé en Jose Luis de la calle Serrano de Madrid con una mujer que habría de permitir mi entrada en una logia mixta. Se encontraba usted -permítame que se lo diga- en la máxima cresta de la ola. La mujer para estimularme dijo: Mario Conde trabaja en esta logia.

Me miró con la finalidad de obtener información en mis gestos. Permanecí impasible. Prefería que terminara su historia. Se dio cuenta de mi silencio y prosiguió su relato:

-La verdad es que consiguió lo contrario porque yo soy enfermera -ahora ya jubilada- y por cuestiones de nivel social pensé que si Mario Conde estaba allí, ese no era sitio para mi, así que nunca ingresé en esa logia

-Bien hecho -contesté- porque sería necesariamente una logia irregular, porque en la masonería oficial, por la razón que sea, las mujeres no están admitidas. Quizás cambie el criterio, pero esa es la situación actual, lo que no entiendo demasiado bien, sobre todo por la dualidad sol/luna propia de la Orden…Por cierto, ¿se ha dado cuenta de que en el patio principal, en la parte situar, al pie de una columna, junto a las otras caras, hay un sol y una luna que casi parece que se pretende que pasen desapercibidos?.

-Sí, claro que lo he visto. Ya le digo que aunque no ingresé en la logia sí seguí la vía esotérica en el Temple.

-Ya

-Y de ahí por deducción y estudio me vine a los cistercienses en los que estoy, mejor dicho, con los que estoy colaborando. He encontrado mi sitio, mi lugar aquí. Aqui encuentro el lugar de mis creencias, en esta doctrina.

-¿Pero tienen algo que ver cistercienses y templarios?.

-Bueno, sí, porque primero nace el Císter y después son Templarios. Yo estoy convencida de que se trata de emanaciones del Espíritu…

-¿Emanaciones del espíritu?.

Mi tono pretendía enfatizar sorpresa aunque sabía a la perfección lo que quería decir, pero prefería que lo explicara, que lo argumentara, aunque era evidente que en aquella mujer en ese instante, y seguramente en cualquier otro, la frivolidad no estaba invitada al diálogo.

-Si, yo creo que el Espíritu, o la Energía si usted prefiere, se manifiesta en momentos determinados y adopta las formas precisas para hacer algo. Esas emanaciones pertenecen a todos y son percibidas por aquellos que en ese momento sintonizan con el plano digamos espiritual. Así sucedió en el caso del Temple. Se utilizó su forma para un propósito determinado. Cubierto, desaparecieron. Pero el Espíritu continuó en el Císter

La explicación contenía la linea argumental básica a la noción de conciencia colectiva. La emanación del espíritu, su manifestación o eclosión en momentos determinados es un postulado aceptado por muchos, incluso en sujetos individuales a los que se denomina Avatares, encarnaciones de la divinidad en un momento dado para iluminación de la Humanidad. La conexión entre la forma concreta de emanación en un momento dato y el propósito (esa palabra me atormenta) perseguido es de una profundidad nada desdeñable…

-Bueno, esto, como seguramente usted sabe mejor que yo, es algo que si se estudia bien lo islámico y lo budista o hindú, es común a todos, porque la música puede ser diferente pero la letra no.

-Así es, señora, así es.

Los dos sonreíamos ya con una complicidad indisimulada. Ninguna pregunta se convertía en indiscreta en semejante clima emocional. Por ello me lancé.
-¿Y el Císter?. ¿Cree que cumple un papel?.

-Mire, son muchos los que sienten, los que buscan y sin saber como ni porque aterrizan por aquí. Quizás sea éste el momento de recuperarlo. Ya le dicho que me siento en mi sitio colaborando aquí.

-¿Ha oído hablar de los cistercienses seculares, los seglares, los laicos?.

-Si,…claro que sí. Claro que sí.

Ahora el silencio fue mas prolongado y con mayor carga interna. Tiempo atrás recibí las actas de la ultima reunión de cistercienses laicos. Abarca el mundo entero. Crece día a día. No gusta a todos. Quizás a los que menos a los sacerdotes del Císter, según me comentó Julio Waiss en Sobrado, pero parece que avanza. Es un movimiento de interés. ¿Efluvios del Espíritu como decía la señora?. Tal vez, tal vez. Volví mis ojos hacia ella. Me miraba atenta pero sin indagar, solo me miraba, con gesto dulce, mejor seria decir suave porque lo dulce empalaga y lo suave no.

-Yo tenía que ir a Sobrado -le dije retomando el asunto- pero por falta de tiempo vine aquí

-Vino usted porque tenía que venir. -contestó con un aporte adicional de energía en su tono- La casualidad no existe. Usted tenia algo que hacer aquí. No se bien qué, aunque presiento, pero eso el Tiempo se encarga de evidenciarlo.

Nuevo silencio. Cualquier palabra adicional sobraría, estropearía lo creado entre nosotros, y fuera de nosotros… Tomé sus dos manos con las dos mías. Nos miramos. Nos despedimos con las miradas. Solté las manos lentamente. Ella las suyas. Era evidente el afecto limpio.

“Usted vino porque tenia que venir…” “Emanaciones del espíritu, de la Energía si usted prefiere…”

Esas frases estaban dentro de mi cuando subí al segundo piso, introduje la llave en la cerradura de la habitación número 5, penetré en mi cuarto, tendí la manta sobre el suelo, me quité la ropa superior y me dispuse a meditar….

Pero algo me llamó. Tenía que salir y echar de nuevo un vistazo a mi claustro, el del sol y la luna. Intuía que debía seguir buscando, que tal vez existiera mas material. Y..
Existía.

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En una de las esquinas, también diseñada para pasar medianamente desapercibida para profanos, esculpida en la piedra de un rosetón de los muchos que circundan el porche, vi con claridad meridiana una calavera coronada. Es decir, una corona viva, símbolo de la materia, del poder terrenal, sobre una calavera, símbolo de la muerte, de la trascendencia. ¿Qué significa?. Creo que cualquiera de vosotros está en condiciones de averiguarlo, aunque solo sea porque, como sabéis, el lenguaje simbólico se caracteriza por entablar un diálogo subjetivo entre el símbolo y el observador, de modo que el símbolo habla a quien sabe hacerle hablar..Así son las cosas raras de este mundo del simbolismo.

Retorné al cuarto y esta vez, esta vez sí, me dispuse a meditar. Mi ultima tarde en Huerta. ¡Buena tarde, vive Dios!