El guruismo institucional, ¡Vaya nombrecito!

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Hoy me siento algo romo, quizás por los efectos perversos del consumo estéril de tiempo de ayer. Lo cierto es que me cuesta escribir. Por eso me fui a mi biblioteca, la más próxima a mi mesa de trabajo en la que conservo los libros de lectura frecuente, esa lectura que se encuentra algo enfadada con el blog porque le quita espacio de existencia, y tomé uno de esos ejemplares que vienen bien para momentos de tribulación. Su nombre es “Humor Sufi. El poder espiritual de la risa”, de Idries Shah.

Seguramente muchos o algunos de vosotros lo conocéis. Porque el método de enseñanza sufi contaba con los cuentos como técnica de meditación, o si preferís de aprendizaje. Los Koan de los Zen son los cuentos de los sufies, mas o menos. No en vano, como os he dicho, explorar las concordancias de las metafísicas sufi y taoísta es labor nutritiva.

Bueno, pues la historia que traigo es bastante liviana, que para eso estamos en fin de semana y algo agobiados por un Enero especialmente duro. Relata que un hombre llamó a la puerta de la casa de otro, un maestro sufi, y le rogó que le dejara entrar porque había contraído una gran deuda con el maestro. Este, según el relato, tuvo la impresión clara de que era un hombre “perceptivamente muerto”. Cuidado con estas dos palabras. Encierran una carga de profundidad. Material, desde luego, para meditar el fin de semana.

El maestro preguntó al hombre “perceptivamente muerto” en qué consistía esa deuda y la respuesta fue

-Sus escritos me han liberado de una gran carga

Dado que el maestro entendía que ese hombre estaba perceptivamente muerto, le resultaba obvio que leyera lo que leyera no mejoraría nada (otro punto de meditación, añado yo) y asi se lo dijo al hombre quien respondió:

-No , no es eso, se trata de lo que le ha ocurrido a mi hija

-¿Me contará exactamente lo que le ocurrió a su hija?.

-Verá, mi hija se hallaba en las manos de un gurú terrible que la dominaba por completo. El comenzó a leer sus escritos y se puso tan furioso que murió de un ataque al corazón.

“En manos de un guru”. ¿Qué es un guru? El que define dogmáticamente una verdad y se la impone a otros por percusión en el caso de que fracase la ósmosis. Definir dogmáticamente una verdad es creerse en posesión de la verdad. La verdad para ese modelo es la ortodoxia. Así que los fabricantes de ortodoxia son los gurús modernos. ¿Estais de acuerdo?. Su sistema de imposición, con independencia de la técnica de la creencia, es la inducción y el instrumento los medios de comunicación. Es así como el Sistema se convierte en un gigantesco mecanismo de “guruismo institucional”. ¡Vaya palabrota para un sábado de Enero! Pero, en fin, me entendéis, supongo. Eso quiere decir que hay muchas hijas en esta sociedad dominadas por el gurú institucional. Bueno, quizás una sola: la propia sociedad.

¿Creéis que nuestros escritos de este blog son capaces de provocar un infarto en el guruismo oficial?. Para nada. Como mucho un ligero estremecimiento. Además es que no pretendemos nada de eso. No queremos que nadie se muera. Al contrario, solo deseamos vivir y para vivir hemos aprendido eso de que te acusen de ser antisistema empieza a ser un timbre de honor. Alguien, hace unos años escribió que en las épocas de grandes perturbaciones mentales, el que no haya sido preso del poder no es nadie importante. Cosas de la gente del Sur que le gusta exagerar.
Dice Krishnamurti y con razón que “vivimos entre la pena y la esperanza”. En el fondo vivimos entre el pasado y el futuro. El sufrimiento y el miedo consumen pasado y futuro. Esa es la gran técnica de dominación del guruismo: el control del supuesto futuro, el manejo de la angustia existencial.

Por eso es tan serio lo que se avecina. Si recordais en el último análisis que os hice llegar un grupo de expertos señalaba que las dos características esenciales de lo que viene encima son: miedo al futuro y total desconfianza, con aversión incipiente, sobre la clase política. Esto quiere decir que las técnicas del guruismo pueden verse afectadas en profundidad. Además el medio internet genera un mecanismo impensado de organización social. El ejemplo de los jueces es evidente. El intento de algunos medios de convertirlo en cruzada, también. No defienden ni el sistema ni el poder judicial, ni a los ciudadanos. Se defienden a sí mismos en su papel de instrumentos de inducción al servicio de la dominación social. Es comprensible la defensa. Pero me da la sensación de que ellos sí que viven entre la pena de que el presente no es el pasado y la esperanza de que pudiera volver a serlo…

Bueno os dejo que aseguré que hoy no tenía muchas ganas de escribir.

Buen fin de semana a todos.