Mi relación con Dios

      134 comentarios en Mi relación con Dios

María José Gómez

¿Me lo presentaron o fui yo? No sé, tampoco es muy relevante. Sí, ahora me acuerdo, me presenté yo porque siempre me había fascinado todo lo que decían de él. Sobre todo eso de que había creado mundos, alteraba conciencias y provocaba desastres. Pero aún me llamaba la atención que recibiera fuertes críticas, más por su modelo creativo que por su fama de aniquilador. Así que me dije, qué personaje tan interesante. Voy a contarle mi vida, a ver qué le parece… para ir rompiendo hielo. Mi vida le importaba un carajo, porque él no está especializado en vidas. No, el está especializado en conductas de vida. Así que me di cuenta de que lo que sí le interesaba era mi actitud para contarle las cosas, mi amor y pasión en el relato. Solía contestarme pocas veces. Mensajes encubiertos sin apenas utilizar las palabras, en ocasiones algún monosílabo, pero era suficiente para adivinar lo que quería decirme. Y, por obra de gracia, en este caso, gracia de Dios, me di cuenta de cómo era. Atento, esquivo, cariñoso, frío, sabio, engreído, curioso y, muy, muy ocupado. No había que aburrirle, no había que entretenerle demasiado, solo había que contarle cosas. Cosas que le interesaran, sobre su pueblo, pero no sobre el vecindario. Sobre las guerras, pero no sobre las peleas familiares. Sobre las almas, pero nunca sobre sus infortunios. Sobre el universo, pero jamás sobre las estrellas. Sobre los pensamientos, pero poniendo grandes dosis de sentimientos. Si le recordabas algo, cosa que le gusta, tenías que hacerlo con tanto tacto y encantamiento que si no le motivabas, o salías corriendo o te convertía en estatua de sal. Pero sobre todo sorprenderle. Eso es lo que más le agrada a Su Señoría. Pero… ¡Menuda tarea, sorprender a Dios!

Pensé… es un hombre cansado. Demasiadas empresas que llevar. Demasiada gente a su alrededor, y poca a su lado. Demasiados encargos y peticiones. Demasiadas intrigas y mentiras. Y entonces recordé lo que un día mi padre me dijo siendo niña. Cuanto más poderoso es un ser, menos poder tiene sobre lo que le importa. Así que me dije, pobre Dios, seguro que quiere hacerlo todo bien y hacerlo todo. Y un día, cuando pensaba dejar de contarle historias, por no sacarle de sus obligaciones y de lo que le lleva tanto tiempo, me di cuenta de que a Dios solo le importa, de verdad, de la buena, de la que solo tiene una dirección… lo básico.

Y qué es lo básico para Dios… os preguntaréis. Pues lo que está por crear. Esa idea nueva, ese sentimiento olvidado, esa mirada esquiva llena de respeto y cariño. El esfuerzo y la constancia. La piedad y la bondad. Las puestas de sol, el olor de la jara, el romero y el helecho recién mojado. El honor y la lealtad. Las marcas del hombre y sus obras, su historia, la poesía, la risa de los niños. Sus perros, sus gatos. El olor del pan recién hecho, el sonido de la lluvia, el eco de las montañas… y el silencio.

Por eso, como me he dado cuenta de que a Dios lo que más le gusta son los silencios, pues tiene los oídos rotos de tanta súplica, de tanto grito y queja y de tanto insulto, he dejado de contarle hechos y actitudes, buscarle sorpresas para regalarle, pedirle consejos, y por supuesto, dejar de obsesionarme con buscar su atención para asegurarme un pedazo, de una parcela, de un terreno, de una finca de la tierras de su Reino.

Ahora uso la telepatía. Sí. Es un método que con Dios funciona muy bien. Es directo. No necesitas ir a peregrinaciones, ni comprar escapularios, ni esperar largas colas para conseguir su agua bendita. Funciona mucho mejor que la palabra escrita, dicha, pintada, esculpida o cantada. No tiene distancias ni diferencias sociales, culturales ni económicas. No se puede tergiversar ni manipular, ni está sujeto al segundo después de lo pensado. Es lo nacido, directo desde el corazón y ordenado por la mente. Más limpio, más auténtico, pasional y certero.

A mí me funciona. Recibo su magia como un soplo de brisa y conozco más de él que antes, cuando oía su voz y leía sus palabras. Analizo en los silencios, los silencios de los otros, como él hace y comprendo el error, el miedo, la soledad y la crispación. Solo tengo que mirar con los ojos con que él mira, enseñar con su enseñanza y comprender con su paciencia. No lo consigo normalmente. Solo algunas veces, pero lo intento siempre, pues dejo de protagonizar mi mundo, hacer inalcanzable el suyo y todo me parece algo más lógico y con un poco de razón. Me ha costado comprender el fondo de su plato llano y que solo come en uno de postre, pero ha merecido la pena.

Y es que ahora tengo mucha mejor relación con Dios. Ahora… que ya apenas me relaciono con él.

“Estoy convencido de que en un principio Dios hizo un mundo distinto para cada hombre y que es, en ese mundo que está dentro de nosotros mismos, donde deberíamos intentar vivir”.

Oscar Wilde

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134 pensamiento sobre “Mi relación con Dios

  1. Hipocampo

    Estimada Mariajo, siempre he disfrutado de tu agudo ingenio.
    Es una suerte que podamos leerte aquí aunque sea sólo una pequeña parte de todo lo que, intuyo, creas con tus palabras.

    Este texto es de los que se leen con gozo. Gracias

    Pero sobre todo sorprenderle. Eso es lo que más le agrada a Su Señoría. Pero… ¡Menuda tarea, sorprender a Dios!

    Y yo añado, menuda tarea sorprenderle y que sea gratamente!!! Tú seguro lo haces con frecuencia.

    Que «Dios» siga permitiendo que compartamos tu arte escribiendo, o cantando o de alguna otra forma que Su Señoría entienda 😉

  2. KRISTA

    Querida amiga , hermoso todo lo que nos cuentas con la voz del alma, ahi resuena la voz de cada uno de nosotros en total armonia.
    Un besito amiga y cuidate mucho

    Aqui te dejo un video que creo responde totalmente al tu post de hoy, lo he hecho hace unas semanas.

    http://www.youtube.com/watch?v=NNH6GSO3Efw

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