Una visión cultural de la crisis

      6 comentarios en Una visión cultural de la crisis

Manuel F. Lorenzo

La economía manda mucho. Se nota en la fuerte asociación actual de la palabra crisis con lo económico. Pero no debemos olvidar que, en una perspectiva más amplia, más real, la crisis actual tiene más dimensiones que la estrictamente económica: entre otras, la de la enseñanza y producción del conocimiento, la de su difusión y, finalmente la última, pero quizás la más importante, la de los valores y perspectivas vitales de los individuos y los diversos grupos humanos. No viene mal, en tal sentido, escuchar lo que nos dicen los buenos ensayistas que indagan los cambios que caracterizan la sociedades más industrializadas del mundo que nos ha tocado vivir. Uno de estos, Gilles Lipovetsky, que hace años nos impresionó con sus brillantes análisis y prospecciones sociales en los comienzos de la década de los ochenta con La era del vacío (1983), en el que de forma brillante se describía una nueva sociedad que se empezó a llamar «postmoderna» en la que se constataba una pérdida de sentido de las instituciones modernas ya clásicas como los partidos políticos, las luchas sociales y su sustitución por una sociedad abierta en la que triunfaba la tolerancia, el hedonismo, la educación antiautoritaria, el crepúsculo de los deberes, el hiperconsumo, el imperio de las modas y de lo efímero, la denominada liberación sexual, la proliferación de humoristas televisivos, el narcisismo y el individualismo extremo buscando refugio en los placeres privados y más inconfesables, etc. En definitiva, una sociedad de consumo.

Casi 20 años después el autor hace balance y apunta hacia una rectificación en una entrevista concedida al Magazine del periódico El Mundo (21-11-2010) con motivo de la publicación de su último libro La cultura-mundo: respuesta a una sociedad desorientada. Así, cuando la entrevistadora le pregunta por qué ahora denomina «hipermoderna» a la sociedad actual y no «postmoderna», como hacía antes, el autor responde que: «Es sólo cuestión de lenguaje. El término fue correcto en su momento, pero lo que hoy vivimos se corresponde con una hipermodernidad; es decir, este sentimiento de exceso y la crisis en la que desembocó a partir de 2008, que es una crisis de lo híper. Híper como sinónimo de exceso: no hay nada que pueda limitar esta modernidad, su poder tecnológico que, por ejemplo, implanta en un vivo el rostro de un muerto, el flujo de información en internet, etcétera. Los límites, la lógica que frenaba la modernidad (religión, servicio público, escuela) han sido destruidos por la fuerza de esta cultura-mundo, que ya no es occidental, sino planetaria». La apuesta por el exceso la vivimos en España con las grandes concentraciones bancarias, mediáticas y políticas de los 80 y 90 que ahora amenazan con caer sobre nuestras cabezas. Lipovetsky sostiene que, sin embargo, no hay una alternativa revolucionaria o drástica a esta sociedad como la sostenida por grupos minoritarios, ecologistas y demás. Pues «ya no existe la dualidad capitalismo-comunismo y la revolución se ha convertido en un mito». La única salida que nos queda es poner límites a los abusos ecológicos, financieros, etc., y regular esta hipermodernidad que nos ha tocado vivir como un destino al que no podemos escapar, como un estadio por el que inexorablemente debe pasar la civilización: «El capitalismo es un sistema contradictorio que no existe sin sus crisis cíclicas (…), tenemos que limitar los dispositivos que crean estas crisis».

Pero, ¿cómo regulamos esta hipermodernidad?, ¿cómo ponemos esos límites? En primer lugar Lipovetsky propone que el Estado recobre cierto poder «controlando la tecnología al servicio del planeta». Pero para que esto ocurra debemos librar previamente al Estado de las garras de los que lo usan para sus beneficios particulares, politizando la economía, la justicia, los grandes grupos mediáticos, como en España tuvimos ocasión de comprobar en las últimas tres décadas. Y, continúa Lipovetsky, «reinventando la institución escolar (que no quiere decir volver a la escuela autoritaria), etcétera». Pues «el problema hoy no son los colegios ni la tele ni los ordenadores: son los padres que no saben educar. Entre un 5 y un 10% de adolescentes de 14 años no sabe leer, son prácticamente analfabetos y entre un 10 y un 20% no entiende lo que lee, tras ocho años de escuela obligatoria. 150.000 jóvenes franceses terminan anualmente la escuela sin graduarse. Es un escándalo, y los responsables últimos son los padres». Hay que recuperar el sentido de lo armónico, de lo equilibrado en todo, no solo en el Estado o en la educación, incluso en el Arte, a diferencia de lo que proponían por ejemplo las vanguardias artísticas a principios del siglo XX, un siglo de grandes excesos en todos los terrenos. El siglo XXI debería huir de tales excesos y ser consciente de los límites que no podemos traspasar, so pena de grandes catástrofes y calamidades: «Es lo que yo llamo clasicismo renovado y me parece sabio porque no pretende el ascetismo, no: es positivo permitirse una dosis de placer; sino evitar el exceso de cualquier orden. Mira, las culturas antiguas utilizaban el opio, el alcohol, pero en dosis moderadas de placer. Hoy hace falta una legislación prohibitiva porque su consumo se da de forma excesiva y peligrosa. Tenemos que poner en marcha los mecanismos que permitan recuperar el valor antiguo de la armonía frente a la disonancia de las vanguardias artísticas del siglo pasado, que querían destruirla porque la consideraban un valor desfasado». Pero ello no significa, como algunos creen una vuelta de la religiosidad o de la cultura como sucedáneo sagrado, pues el siglo en que entramos «será capitalista, técnico, mediático, consumista e individualista». Lipovetsky termina su entrevista con una confesión personal que expresa tras un rato de silencio, como si quisiera sincerarse y hablar con claridad y rotundidad: «Soy un viejo racionalista, y aunque la aventura de la ciencia me produce cierto miedo, confío en el progreso de la sociedad democrática liberal donde la crítica, la emancipación de la mujer y el respeto a la individualidad son posibles, y donde la lucha social puede hacer cambiar ciertas cosas. La revolución informática y genética es extraordinaria: tiene a su alcance la posibilidad de realizar el viejo sueño del hombre: vencer a la muerte».

Esto último, lo de vencer a la muerte, quizá sea la última utopía moderna. Ya sería bastante con vencer a la enfermedad y alargar una vida sana lo más que se pueda. El mismo Lipovetsky es consciente de la conversión de la muerte en un tema tabú en una sociedad tan hedonista en la que la juventud es un valor que se pretende universal: «Pero es un poco dramático, porque no queremos envejecer y, sin remedio, envejecemos. Mantenemos un pulso contra el tiempo y la muerte. Vamos hacia una sociedad donde los síntomas de vejez se ocultarán, como ya se oculta lo relativo a la muerte; lo viejo será obsceno y las terapias genéticas se afanarán en que desaparezcan los síntomas físicos de la vejez».

VN:R_U [1.9.22_1171]
Rating: 0.0/10 (0 votes cast)

6 pensamiento sobre “Una visión cultural de la crisis

  1. Calicles

    No hay que irse tan lejos a beber de las fuentes de la crítica a la postmodernidad. Desde Levante disponemos de la acequia puesta a disposición por el eminente profesor Dr. Jesus Ballesteros Llompart, Catedrático de Filosofía del Derecho y Filosofía Política en la Universitat de València. En su obrita Postmodernidad: Decadencia o Resistencia, Madrid, Tecnos, 1989. Cuatro años antes que Lipovetsky hace una magistral crítica a la fría tecnocracia y a su sustentadora, «la cultura light«, lo que el autor llama «postmodernidad como decadencia«: Una mera reducción de la realidad al mundo de las apariencias y de lo efímero, y, por consiguiente, provocadora del abandono de la racionalidad y aun de la misma idea del Hombre. Buen comienzo de semana.

  2. ermitaño

    No he leído a Lipovetsky, pero las ideas que nos plantea me parecen acertadísimas.

    Desde hace algunos años he entendido que existe no pocas veces una correlación estética con respecto a los cambios éticos de la sociedad. Al respecto, ayer escuché unas palabras que me llamaron poderosamente la atención. Una responsable de un museo importante de Medellín, no consigo recordar cuál, afirmaba que en el placer estético consciente y libre se da una elevación de la dignidad humana. Creo que no anadaba desencaminada…

    Calinescu y su ya clásico «Cinco caras de la postmodernidad» hace una descripción de fondo acerca de a degradación ética de la sociedad postmoderna y sus correspondencias estéticas, fundamentalmente el kitsch. como hijo de la decadencia y el posmodernismo.

    Básicamente, me quedo con dos ideas de Lipovetsky que usted amablemente nos plantea:

    a) la degradación de la instituciones en tanto que figuras de autoridad moral.

    b) la necesidad del Estado de recuperar el control tecnológico.

    En la primera coincido. La segunda me plantea muchas y serias dudas.

    Muchas gracias por su artículo.

  3. Nacho Rivera

    Gracias por el artículo.

    Es curioso, pero la postmodernidad es precisamente el querer recuperar lo intersubjetivo, la cultura, el Nosotros. Todo lo que hemos vivido hasta ahora ha sido fruto y consecuencia de la modernidad(lo objetivo y racional)El lado mecanicista del ser humano.

    Hasta la mal llamada era de la información no ha sido otra cosa que la era de la publicidad y la propagandaInstrucciones bien definidas para que fuéramos buenos consumidores productores, buenas piezas mecánicas.

    La postmodernidad, como dice Wilber, está por llegar.

    Hemos tenido grandes pensadores postmodernos en diferentes ramas…Habermas, Tulku Thondup, Foucault,Peirce,Buber, Derrida,Lacan, Luhmann, Gadamer, Chomsky, Kung, Pannikar…

    Aunque la postmodernidad a la que Wilber se refiere es la de integrar(integralismo) lo mejor de la premodernidad-modernidad y postmodernidad. Que no es otra cosa que integrar el YO, el Ello/s y el Nosotros. La belleza, la verdad y la Bondad. O lo que es lo mismo el arte, la ciencia y la moral.

    Un abrazo integral.

  4. felix de valois

    » Estamos ante una crisis sistémica y global. No hay alternativa al sistema, afortunadamente, porque las utopías regresivas son peores». Son palabras del expresidente del Gobierno F. Gonzalez; una reflexión que pudiera parecer un tanto peregrina pero que entraña toda una lección de pragmatismo.
    Es bastante conocida las posiciones de algunos gurús del catastrofismo desdeñar los resortes del sistema político actual pero por regla general la humanidad se vá desarrollando sobre estas ideas occidentales sin recambios a la vista. Claro que esta tiene bastantes,demasiadas quiza,imperfecciones pero lo que oteamos en otras alternativas es bastante peor. Lo único evidente es que la fuerzas de los integrantes de las sociedades occidentales pueden hacer que los cambios hacia sociedades mas justas y equitativas se puedan producir irremisiblemente. Otra cosa son los comportamientos de los mercados,o de los desmedidos afanes del sector financiero siempre prestos a exprimir desde unas posiciones de visible ventaja sobre otros sectores mas productivos. Pero es aquí donde se librará la proxima e inmediata batalla. La economía productiva se tiene que imponer sobre aquella, so pena de que convirtamos a nuestras sociedades en unos parias sin futuro; pero esto compele a todos;claro es que a nuestros dirigentes pero tambien a todos los demas. Las reformas que se dislumbran tras los destrozos de esta crisis mundial parecen que van por el buen camino;no obstante,la presión que debemos ejercer sobre los gobiernos a de ser constante y sin titubeos. ¿Como? Es una pregunta que nos solemos hacer.
    La mayoría de las veces cuestionamos el pequeño papel que como individuos representamos, pero aun así no debemos desfallecer y debemos incrementar la presión que la sociedad actual y los nuevos medios nos prestan.
    Gracias por el artículo.
    Saludos cordiales

  5. SOCIEDAD LIMITADA

    Buenas tardes, me gusta mucho como «suenan las palabras»:
    «Hay que recuperar el sentido de lo armónico, de lo equilibrado en todo, no solo en el Estado o en la educación, incluso en el Arte»
    «El siglo XXI debería huir de tales excesos y ser consciente de los límites que no podemos traspasar»

    Saludos cordiales y gracias por el texto.

  6. Manuela

    Buenas noches:

    «Hay que recuperar el sentido de lo armónico, de lo equilibrado en todo, no solo en el Estado o en la educación, incluso en el Arte»

    El arte, es una representación de la sociedad en la que se vive, mirando la mayoría del arte que lleva años llenando el mercado y por el cual se han llegado a pagar sumas millonarias, sin representar nada, sin tener proporciones, nociones básicas en dibujo, mezcla de colores…mirando ese arte se sabe perfectamente como es la sociedad, por no decir , el dineral que se ha llegado a pagar por arte hecho con basura.

    En fin, cuando el arte vuelva a recuperar el buen gusto, el buen hacer, la obra bien rematada, el trabajo bien hecho, entonces tal vez podamos empezar a hablar de nuevo de una sociedad con principios y valores

Los comentarios están cerrados