Sexo y Camino. El Sexo consume violencia

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Miércoles, 28 de Febrero de 2007

Querido Javier

Bueno pues esperemos que ese mes que dices permanecerás -como mínimo- por tu sitio actual sea provechoso para ti en todos los terrenos, no sólo en información para la tesis. El viaje resulta pletórico de experiencias de todo tipo y dará para mucho. De eso estoy seguro.

En el Camino el tiempo se llena de fuerzas contradictorias, como debe ser. Fuerzas que tiran hacia abajo, aumentando la presión de la gravedad, al tiempo que otras empujan hacia arriba, reduciendo la densidad de la materia. La eterna lucha. En ese campo sitúo nuestra disquisición sobre Sexo y Camino. Tus reflexiones acerca del Sexo en sentido Cósmico pertenecen a otro plano. La cuestión que yo planteo es el manejo de ese instinto en tu dinámica de caminante. Como tal instinto debe ser controlado. Pero es que hay más. La violencia, en todas sus manifestaciones, es enemiga de nuestro caminar, y enemiga mortal. En sus versiones al uso, el sexo contiene violencia, se alimenta de una forma de violencia especialmente dañina: la dominación. Nos enseñan un sexo de dominación que encierra en sí mismo la necesidad de superar de ciertos límites, calificados de barreras convencionales, para extenderse necesariamente en las desviaciones de todo orden que se cubren con la manida frase de que todo es legitimo en la intimidad. No lo es. Y no por escrúpulos de moralina barata sino porque a medida que aumentemos el consumo de violencia mas daño interior nos proporcionamos a nosotros mismos. Por eso no analizo el sexo sino la dosis de violencia implícita que contiene.

No digamos si se trata de violencia explícita. Algunos no son conscientes de cuanto digo. De la misma manera que no saben que la luz consume tiempo y ese dato es sencillamente crucial para entender que el Absoluto no puede alimentarse de luz, ignoran que en su versión que llamo “al uso” el sexo consume violencia, sutil en ocasiones y grosera en las más, y ese tipo de violencia es, como cualquier otra de sus manifestaciones, enemiga del camino. Muchas de esas supuestas necesidades de relación sexual son en el fondo necesidades de consumo de violencia en su versión dominación. Ese instinto me parece incluso mas potente que el puramente sexual, sobre todo en determinadas épocas y edades del hombre. Por eso planteo la noción de sexo caricia que, al margen de su posible cursilería semántica, encierra una idea profundamente diversa: la relación sexual sin contenido de violencia, planteada en términos disolvente de individualidades. En una carta que escribí a mi hija Alejandra con ocasión de su boda le decía que no es cierto que el Amor consiste en que dos se funden en uno. No. Consiste en que dos se funden en ninguno. No es tan fácil de ver, pero sin embargo es claro. A eso me refiero cuando hablo de sexo-caricia: la desaparición de dos y la aparición de ninguno.

Decía Krishnamurti que lo peligroso del pensamiento era el acto de nombrar, esto es, de diferenciar. Me encontraba en el Almacén de Ingresos de Meco cuando esa idea, tantas veces leída, me vino a ser interiorizada. La entendí en su profundidad, no sólo en su superficie. Pues bien, días atrás detecté con claridad los componentes de violencia implícitos en el modo común de entender la relación sexual. En esas andaba cuando me llegó tu comentario, aunque sería mas preciso decir tu referencia algo de pasada. Por eso te pedí reflexión adicional y por eso te envío estas palabras de ahora. La castidad entendida como eliminación del sexo-violencia es imprescindible. Otra cosa no. Incluso en eso que llamo el sexo caricia se puede encontrar un plano de fusión en ausencia del yo, de eliminación del “nombrar” que no solo no perjudicaría sino mostraría ciertos elementos del camino. En fin, Javier, reflexiones de estas mañanas del último día de Febrero.

Un fuerte abrazo