Una anécdota: “a la inteligencia en España se la encarcela” ( R Rato)

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Llevamos un par de días, a partir del momento en el que decidimos (no es mayestático) implantar el nuevo sistema identificativo (me da grima la frase porque suena a delicia de policía tributaria) en los que nuestros debates consumen altas dosis de abstracciones despejadas de tribulaciones humanas de textura terrenal, como dirían algunas asistentes, impulsados por esa dualidad de habitaciones, esa corta poligamia bloguera que convertimos en norma de buena conducta, aceptando que semejante dualidad no equivale a la propia de esposa y amante, (o amante y esposo, que nadie se irrite) dado que ambos lugares gozan de idéntica legitimidad. Fijaros que uso la palabra legitimidad y no legalidad, que para algo consumí cinco años de estudio en Deusto y aprobé con buena nota abogacía del Estado.

Confieso que no está dando mal resultado esta dualidad, que no es de opuestos sino de complementarios, pero de vez en cuando conviene descender, aunque sea a empujones, a eso que coloquialmente llaman la tierra, pero no a una cualquiera sino a una tierra que encierre alguna carga de profundidad, que quizás se deglute con mayor facilidad, como los dulces milhojas, que parecen livianos pero, como aprendí en la panificadora de mi amigo Jaime, grasa y azúcar son componentes esenciales de este tipo de delicias gastronómicas, así que los tragas aunque no lo sepas y aun cuando confíes en que son ligeras. De semejante modo, ciertos escritos luciferinos mantienen suave apariencia, pero en su poso final, en su cocción intelectiva, conservan incólumes su grasa y su azúcar.

Quiero hablar pronto de la relación existente entre inteligencia y pensamiento a partir de los postulados científicos de D. Bohm, contrastados en sus conversaciones con Krishnamurti, de las que alguna cuenta se ha proporcionado en este blog. Antes de que ese momento llegue quizás sea interesante relataros una “anécdota” referida al valor premonitorio de alguien que en su momento vaticinó, sin el menor rubor, que en este país, me refiero a España, se encarcela a la inteligencia. Y ese alguien tiene su aquel.

La primera vez que una persona de cierta solvencia social mencionó la posibilidad de que algún día me encontraría entre rejas sucedió hace ya muchos años, en la casa de Jaime Botín en Somosaguas. Aquel día se celebraba el referéndum que el Presidente del Gobierno socialista, Felipe González, en contra de los postulados tradicionales del PSOE, su partido, convocó para la entrada de España en la OTAN, en medio de una marejada política con oleaje fuerza 6. Jaime, por quien mantengo un sincero afecto, nos invitó a Lourdes y a mi a cenar en su casa, en un encuentro mas bien informal y distendido, alejado de protocolos y responsos insufribles. Además de nosotros, asistiría Arenas, entonces director general de Bankinter, el banco que Jaime Botín presidía y un gran profesional financiero, y, para completar la mesa y encuentro, un hombre mayor a quien no conocía. Me dijo Jaime su nombre, pero no me sonaba, así que mi memoria no archivó la información.

Cenamos mientras asistíamos, entre alucinados y contritos, a la postura política del entonces líder de la oposición, Manuel Fraga. Triunfó el sí a la entrada en la Organización del Atlántico Norte, que no por esperado nos dejó de parecer una magnífica noticia. El socialismo se occidentalizaba, al menos en la epidermis de las organizaciones político-militares. Claro que entonces ignoraba que eso de occidentalizarse tampoco es para tirar cohetes ni para encender queimadas en luna llena. Por cierto, el día 10 es luna llena. ¿alguien se apunta a una meditación al estilo de la del pasado plenilunio?.

Concluida la cena, creo que consumida alguna copa, en todo caso no demasiadas porque los presentes no éramos aficionados en exceso al maltrato del alcohol, legó el tierno turno de las despedidas; situados todos los asistentes en el pórtico de la entrada de la casa de nuestro anfitrión, evidenciando gestualmente el cansancio, aquel hombre mayor se acercó despacio al lugar que ocupaba mi mujer en el porche, y con una voz serena, un cierto deje de amargura y la sensación de que iba a transmitir un enorme secreto existencial, le dijo:

-Ten cuidado con tu marido porque lo pueden meter en la cárcel.

A pesar de la noche y algo de vino, una frase así, en la que aparece el vocablo mítico de la prisión, pronunciada con pocas trazas de broma y con un apunte de cierta solemnidad, provocó una sorpresa de tamaño considerable en mi mujer, que abrió con ímpetu sus ojos amarillos a la vez que esbozaba una ligera mueca de disgusto, y eso que es muy poco dada a los aspavientos emocionales tan típicos de los débiles de espíritu. No quiso conservar para ella sola una frase de tan alto contenido enigmático y preguntó a aquel hombre las razones para que dijera una cosa así sin cortarse un pelo:

-Porque le he escuchado durante la cena y es un hombre muy inteligente y debes saber que en este país se mete en la cárcel a los hombres inteligentes.

Bueno pues, piropos aparte, Lourdes se quedó muy tranquila porque ni siquiera sospechaba en aquellos momentos hasta qué punto campa por los territorios castellanos, y demás que componen el mosaico llamado España, la mas dura mediocridad, arrasando a su paso todo lo que descolle, brille o destaque sobre la media. En aquel momento no conocía ni a Mabusse, ni a Georges, ni a Rambo ni a La Reina Madre, porque en ese caso, de haber contado con su presencia literaria entre mis activos, le habría referido cualesquiera de sus frases lapidarias al respecto, que habrían servido para explicar lo mismo, pero mejor. Así que ante su ausencia me limité a contestar:

La historia humana es la del encarcelamiento de la inteligencia, o, mejor dicho, de las potencias del alma que ascienden nítidas sobre los aleteos gallináceos de la mediocridad. Cierto es que los mediocres también pueblan las cárceles e, inevitablemente, en mucha mayor proporción. A ellos se les encarcela por sus actos. A las potencias del alma, a los portadores de ellas, simplemente por existir, porque con su sola presencia reducen las dimensiones reales de quienes les circundan. Claro que a cualquier le parece mucho mas noble, supuesto que sea preso, que su circunstancia sea debida a su superioridad y no a la grisácea mediocridad que le adorne.

¿De dónde me saqué semejante discurso, tan elaborado que parecía mas propio de un paripé de final de encuentro social que de un alma que mostraba un desnudo algo atormentado?. Pues ni idea. Lo cierto es que lo solté. Jaime ya me conocía y no se extrañó de ese excursus. Lourdes no se tranquilizó ni un milímetro, pero en todo caso, las florituras literarias le importan menos que los hechos duros, aunque en aquel entonces no se vislumbraba en el horizonte el horrendo color gris de los muros de Alcalá Meco. Ni siquiera estaba en Banesto sino que merodeaba por la industria farmacéutica española, aprendiendo cosas de esas que a uno no le gusta en exceso acumular en forma de conocimiento.

El hombre mayor se marchó a su casa muy sentido. Lourdes y yo nos quedamos unos minutos mas con Jaime Botín consumiendo los últimos turnos de la larga noche. Lourdes, sin especial énfasis, comentó la intervención del hombre en cuestión y Jaime desveló su identidad: se trataba del padre del que sería mas tarde Vicepresidente y Ministro de Economía Rodrigo Rato, que entonces se perfilaba como uno de los descollantes miembros de la derecha dura española. Lo curioso es que su padre no sentía el menor temor de que a Rodrigo pudieran meterlo en la cárcel, a pesar de ejercer una actividad tan comprometida como la política. Quizás pensó que a la inteligencia se la encarcela, salvo que pertenezca a la casta política. No lo se. Al menos, nada dijo sobre ello.

Lo relevante del caso es que ese hombre y su hijo mayor, padre y hermano de Rodrigo Rato, respectivamente, sí que estuvieron en la cárcel, según me informaron en esos instantes nocturnos pero sin alevosía. No podía precisar Jaime cuanto tiempo, pero manejó alguna cifra sensible, mas de un año. Creo que mas bien cerca de dos. Al parecer tuvieron algunos problemas con la banca Rato en materia de tráfico de divisas o algo parecido, y en los tiempos de Franco y su retranca ese asunto era gasolina inflamable. Les pillaron en algo o simplemente resultaba conveniente enviarlos a prisión. No lo sé. Muy posiblemente se tratara de estragos propios del postulado de la conveniencia, pero mi ignorancia es total y absoluta al respecto.

El juicio del padre de Rodrigo acerca de que en este país se encierra a la inteligencia entre el jolgorio de los mediocres, perdía valor al conocer que él mismo y su hijo fueron encarcelados. Al margen de anécdotas –quizá no exactamente- de este tipo, lo cierto es que la opinión de su padre resultó premonitoria. Por tres veces fui enviado a prisión. Siempre a la misma, así que no formo parte del núcleo de los turistas penitenciarios que recorren España en esas horribles conducciones, deteniéndose a pasar la noche en diferentes prisiones del Estado, sin que la estrechez de los ventanucos de los furgones de la Guardia Civil les permita contemplar adecuadamente el paisaje.

Años mas tarde de esta poco acogedora despedida, llegado el día 28 de diciembre de 1.993, el día en que “intervinieron” Banesto. Reunida la comisión ejecutiva del banco a mi requerimiento para informarles de la “novedades” que me transmitía Miguel Martín, Subgobernador y agente político del asunto, ante un silente y consentidor Gobernador Rojo, Vicente Figaredo, consejero de Banesto y líder de una familia que tradicionalmente pertenecía al núcleo duro de accionistas del banco, recordó que Rodrigo Rato era primo carnal suyo y, además, persona muy vinculada a la familia Figaredo. No en vano se llama Rodrigo Rato Figaredo. La situación de máxima tensión se respiraba en el ambiente de la Comisión, aunque a fuer de verdad, nadie sacó los pies del plato y eso que el calzado era grande y el plato mas bien diminuto. Vicente, hombre noble por excelencia, pensó que si algo ocurría de verdad, su primo Rodrigo tendría que saberlo, que para eso era el responsable de economía del Partido Popular liderado por Aznar. Así que ante la gravedad de la situación y la profundidad de su relación con Rodrigo, tomó el teléfono, marcó el número del Congreso de los diputados y consiguió hablar con su primo.

La sorpresa del político resultó mayúscula. No sólo no tenía la menor idea del relato de Vicente sino que no conseguía creerse las palabras de su primo, pero no le quedó mas remedio que rendirse a la evidencia, aunque solo fuera porque Vicente Figaredo no era excesivamente aficionado a las bromas., y menos las de mal gusto. Así que Rodrigo, en tono propio de catástrofe mezclada con el estupor de saberse ignorado, contestó:

-Déjame, voy a consultar y te llamo.

Paloma, mi secretaria, anunció la llamada de Rodrigo Rato dirigida a Vicente Figaredo escasos minutos después. Las consultas habían sido elevadas. La Comisión estaba reunida. Las palabras de Rodrigo resultaron lacónicas, aun resonando envueltas en un tono decididamente asustadizo:

-Que dice que sí, que es verdad, pero si Mario Conde vende las acciones al BBV y se va no pasa nada.

Todos los miembros de la Comisión Ejecutiva de Banesto lo escucharon. Era un alea jacta est. De eso no quedaba duda alguna. Pero Vicente, que es meticuloso hasta decir basta, prefirió concretar mas.

-Pero, Rodrigo, quien dice eso?.
-Yo solo hablo con el uno, Vicente.

Bueno pues la historia resulta entretenida aún a pesar del tiempo transcurrido. Lo mas interesante es que Aznar lo sabia y Rodrigo Rato no. ¿Con quien negoció Aznar?. ¿Por qué ocultó a su partido el apoyo a una decisión semejante procedente, al parecer, del área de Narcis Serra?. ¿Por qué Aznar prohibió, según me contó Pastor Ridruejo, hablar del caso Banesto a cualquier que quisiera prosperar en el PP?. Enigmas interesantes. Ya pertenecen a la historia, pero eso de que la historia persigue a los actores vivos y juzga a los muertos, debe ser vedad, digo yo.

Tiempo después, en decisión insólita, Rodrigo Rato abandonó la política, incluso su puesto en el Fondo Monetario Internacional y se dedicó al dinero en diferentes ocupaciones. Todos elucubraron acerca de las verdaderas motivaciones. Vicente Figaredo no. Ni siquiera le preguntó a su primo.

Bueno, tenemos un fin de semana por delante. Viajaré de nuevo a mi tierra. Quizás vea cosas que merezcan la pena ser contadas. Os dejo esta historia para ser rumiada. Contiene grasa y azúcar, quizás mas de lo que parece a simple vista. Buen fin de semana a todos e intento estar en contacto sábado y domingo, aunque no siempre lo consigo.