Miedo en Davos. Encima de las nubes. sigue la luz.

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230montanas y nubes

En mi etapa financiera acudí únicamente una vez al Foro de Davos. Fue en 1.989 y mi recuerdo no deriva de los asuntos tratados o de los asistentes a ese encuentro sino de las circunstancias que rodearon mi viaje. Llegué procedente de Londres, en donde pasé una mala noche y peor mañana tratando de controlar las consecuencias de aquella actuación incalificable de Mariano Rubio, entonces Gobernador del Banco de España, destinada de modo claro, tan claro como espurio, a desestabilizar nuestro banco para poder situarlo en su órbita de influencia. Afortunadamente, como os he contado, el mercado rechazó al Gobernador. Muchos protestaron contra semejante barbaridad. Esto sí, en silencio. Porque el sistema inspira miedo.

Y creo que este sentimiento se respira en el encuentro de este año en la ya clásica ciudad convertida en monumento al capitalismo. Suele ser un evento repleto de asistencias de primer nivel, en cuanto a nombre y cargos se refiere. Se le considera uno de los foros de debate mas ajustados al capitalismo doctrinario en el contexto mundial. Quizás por ello tenga importancia que el sentimiento que flotaba en el ambiente de este año sea precisamente el miedo. Y extraigo esta conclusión de lo que he podido leer al respecto porque no no me encontraba entre los asistentes. Concretamente me llamó la atención un artículo publicado en El País, firmado por Claudi Pérez. (http://www.elpais.com/articulo/economia/Davos/asume/decadencia/capitalismo/americana/elpepueco/20090201elpepieco_1/Tes)

Parece ser que el debate se centró en aquellas piezas que se convirtieron en elementos integrantes del “sistema”: globalización y comercio internacional, libre mercado y desregulación financiera. Estos elementos estructurales fueron considerados capitales durante muchos años y precisamente allí, en Davos, porque con ellos de definía el purismo del modelo capitalista en su acción creadora. Ahora, en el mismo sitio y a la vista de los acontecimientos que asolan la economía mundial, se dice, con escaso rubor y nulo sentimiento de culpa, que ya no constituyen la formula mágica del modelo. Ya no, claro, a la vista de desastre del error, desastre que se puede medir en cifras macroeconómicas pero también en individuos, en familias, en pobreza, en ausencia de bienes esenciales….

Quizás por esto último el Premio Nobel Stiglitz quiera dejar claro:”Hay una tremenda arrogancia en todo lo que ha sucedido. Banqueros y ejecutivos deberían pensar en lo que han defendido durante años y asumir responsabilidades”. Así es, pero creo que siendo honesto, al menos intelectualmente, no cabe excluir de esas responsabilidades a los políticos creadores de las normas que posibilitaron esos comportamientos, y menos a los reguladores que las inspiraron, a los inventores de la riqueza financiera, a los que señalaron que el objetivo de la banca no era prestar a la empresas, a los que separaron de modo tan tajante como destructor a la economía real del circuito ahorro/inversión. Parecen querer presentarse ahora como piezas de salvación de un desastre que ellos crearon. Quizás tenga razón Jean-Pierre Lehman cuando utiliza la expresión “pirómanos convertidos en bomberos”. Y que vaya por delante que lo que menos me importa en estos momentos es definir responsables, porque tenemos demasiado trabajo buscando soluciones a los ingentes problemas creados.

Perdón por la autocita. Como os he contado quince años antes, en 1993, dejé sentada mi opinión en el discurso sobre Sociedad Civil y Poder Político pronunciado en la Universidad Complutense: el mercado por si solo no solventa todos los problemas. Primero, porque tiene fallos estructurales. Segundo porque algunos elementos vitales de la convivencia deben situarse al margen del mercado. Tercero porque el mercado trata de conseguir el progreso técnico y la fortaleza de una sociedad, los verdaderos cimientos de una convivencia humana, residen en el Progreso Social. Es ahí donde hay que situar el objetivo. Y progreso técnico y Progreso Social no son realidades enteramente homologables.

A la vista está que el mercado no ha conseguido garantizar el progreso técnico de modo equilibrado, y, lo que es peor, dista mucho la sociedad mundial actual de ser un modelo de Progreso Social. Existe, un descontento social evidente. La Ministra de Finanzas francesa, Christine Lagarde, lo advertía de modo quizás algo cínico aludiendo a que la crisis económica traerá “problemas sociales”. En realidad los problemas sociales estaban ahí antes de la crisis. En Europa y en el mundo, vestidos con muy diferentes ropajes. en ocasiones disfrazados. En otras, silenciados, ocultados. Pero allí estaban. En el mismo lugar en el que siguen viviendo hoy. Lo que provoca la crisis es su acentuación en unos casos y en otros su puesta en evidencia del modo mas lacerante posible. Pero no deberíamos ocuparnos de los problemas sociales únicamente cuando vienen duras. Lo normal es que se hubieran atajado en momentos de sobreabundancia, aunque fuera una riqueza tan falsa como la financiera. Claro que traerá problemas sociales. ¿Cómo evitarlo con tasas de paro como las que nos veremos obligados a vivir?.

Si hemos de creer a las crónicas, Davos fue el reino del miedo, de un costado, y del no-se-que-hacer, de otro. No se presentaron fórmulas alternativas. Dos ejes convertidos casi en presupuestos fácticos presidieron los discursos: “Honestamente, no sabemos qué va a ocurrir” (Martin Wolf) “Lo seguro es que las próximas noticias serán peores” (John Lipsky, número dos del Fondo Monetario Internacional). Lo de menos es que unos sitúen la recuperación en 2010, otros en el 2011 y algunos en el 2012. Lo que importa es que en esa predicción temporal parece esconderse un aserto conceptual: es solo cuestión de tiempo volver a lo de antes.

No lo creo. Ni creo que ellos lo crean. Lo dije claro en las primeras andaduras de este blog. No es solo una crisis financiera, ni económica, sino de valores, de modo de entender y organizar la convivencia. Y la organización de los modos de producción y el circuito del ahorro/inversión afecta de manera directa al modelo de convivencia. Y el modelo de los financieros/reguladores ha dejado una estela que nos golpea con evidencias diarias. El sistema colectivista nos arrojó pobreza y desolación con muy escasas mejoras en la convivencia, y, en todo caso, con un coste tremendo: la libertad personal. La historia esta detrás. El futuro delante. La cuestión es cómo construirlo y quienes se encargan de la tarea. Si son los mismos causantes del desastre los responsables de “reconstruir”, es normal que quieran reproducir lo existente aunque solo sea para evitar cualquier atribución de culpa. Me parece diáfano que la solución no pasa por acentuar sin más el control político -en el peor sentido de esa palabra- sobre las piezas decisivas de la economía del país.

La sociedad suele ser conformista y aceptará lo que sea con tal de recuperar ciertos platos de lentejas. Quizás ya no. Quizás nuevos paradigmas se impongan. Quizás aparezca una nueva dimensión en la organización de la convivencia. Quizás. Cierto es que de nosotros depende en alguna medida. ¿Volveremos a dejar de ser una sociedad civil responsable de su futuro para entregarlo plenamente en manos ajenas y regresar al lamento lastimero cuando los desastres nos golpeen con la fuerza de vendavales incontrolados?. Quizás. Tal vez no.

Hay miedo en Davos. Pero por encima de las nubes sigue existiendo luz.