Unas palabras de esperanza sobre hechos reales de una vida

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Es todavía temprano, poco mas de las cinco y acabo de terminar de agradecer algunos correos recibidos a propósito de la intervención de ayer en Intereconomía. Asegura JGenova que me presentaron como “Financiero. Licenciado en derecho” y lo interpreta como gesto de humildad. Bueno, en cuanto a lo de financiero puede ser que no, pero lo de licenciado en Derecho desde luego, porque de los pocos puntos de vanidad que todavía almaceno en ciertas alacenas del alma destaca mi condición de Abogado del Estado, y no tanto por mis notas al superar la oposición, sino por el gran placer que sentí al estudiarla.

Acabé enamorado de un sueño: la construcción científica del Derecho, un imposible en la aplicación de su contenido pero un relativamente factible en la conceptuación. Pues a pesar de ese enamoramiento abandoné pronto ese oficio y su status, en cierta medida privilegiado en la estructura social española. La muerte de un querido amigo influyó mucho en mi decisión . Apenas si cumplí tres años. En términos funcionariales no tengo siquiera un trienio. Y siempre me he sentido Abogado del Estado, aunque nunca defendiera a mi cliente en demasía, ni a lo largo de mi vida ese cliente me haya entusiasmado en sus valores y comportamientos. Porque la perenne paradoja nos persigue a largo de nuestras existencias: he consumido mas tiempo siendo preso del Estado que en cualquiera otra de las actividades que he podido acometer a lo largo de mi vida.

Al finalizar la entrevista de ayer, en un breve aparte de comentarios antes de volver a casa, les advertí a quiénes iban a abordar la tertulia posterior, que en esa condición de prisionero del Estado he consumido quince años, aproximadamente, de mi existencia. Es un cifra pavorosa. Cinco años para ser Licenciado en Derecho por la Universidad de Deusto. Dos años para ser Abogado del Estado. Casi tres siendo funcionario en activo. Diez años, mas o menos, merodeando por la industria farmacéutica. En 1.987 llegué a Banesto. En 1.993 me arrancan de la Presidencia. Seis años, mas o menos. En 1.994 interponen la querella. En 2008 alcanzo la libertad condicional, que es, en mi caso, libertad plena. Como símbolo os diré que sólo en diciembre de 2008 me devolvieron el pasaporte que me quitaron en 1.994. Joaquin Tamames sabe que no pude acudir a la India…Y durante estos años, estos largos años, de una manera u otra, entrando en prisión, permaneciendo, saliendo, volviendo a entrar, recuperando libertad vigilada, sintiendo la amenaza del nuevo ingreso, volver a ingresar con penas multiplicadas, sentirte dentro a sabiendas que el derecho penitenciario no va contigo…Quince años. No está mal.

Por eso quise ayer explicitar con trozos de mi vida la esperanza sentida que latía en mis palabras. Toda situación de la vida, por oscura que sea, siempre es susceptible de ser convertida en oportunidad, y oportunidad para lo que realmente interesa que es nuestro crecimiento interior. La vida es nuestra cueva iniciática. Las pruebas a las que tenemos que someternos son las que se derivan del diario vivir. Vivir es imprescindible. La vida nos ha sido dada para crecer, para ascender. Así pienso desde que con veinte años recién cumplidos, ante el fracaso de una búsqueda en la religión convencional, me enfrenté a la pregunta de qué hacemos aquí abajo, aunque quizás entonces solo intuía. Ni siquiera podía certificar que mis palabras alimentarían una conducta. Ahora sí. De ahí que siempre diga que la verdad es una experiencia.

Por eso, cuando ayer aseguré que de toda situación se sale si sabemos manejarla, quise explicarlo con estos ejemplos de mi vida, porque con ellos se visualiza que no son sólo palabras bonitas, ni siquiera sentidas, sino algo más: una vida en marcha en la que la adversidad de tantos años se transforma, con esfuerzo y constancia, en un ascenso de algunos peldaños en la escalera de nuestra conciencia de humanidad. Aprendí que en el camino del espíritu la constancia es esencial porque la duda embarga, acosa y toma posesión de nuestro interior en toda ocasión en la que nos ve palidecer por un instante. Y solo el amanecer la arroja fuera. Pero queda la noche previa. Con sus fantasmas mentales. Por eso el rezar sin palabras, para no darles alimento a esos fantasmas.

Hoy, ahí fuera, hay mucha gente sufriendo, gente envuelta en noche oscura, y por muchas ideas de economía que seamos capaces de transmitirles, no van a entender la razón de su sufrimiento, de sus miedos, de sus desesperanzas. Miedo a perder el trabajo, los ingresos, los bienes poseídos, el status…..Miedo, primero, a tener que prescindir de lo accesorio que hace nada se consideraba fundamental. Miedo, ahora, a prescindir de lo fundamental que hace nada se veía casi como accesorio. La eterna paradoja de existir. Por eso tenemos que ejemplificar con hechos, con conductas, con realidades. No vale con decirles que amanece siempre. Ya lo saben. No quieren consumir mas palabras de las imprescindibles. Por eso la fuerza del hecho es el mejor argumento. Por ello me decidí a decir: señores, mi vida durante quince años ha estado dominada por la adversidad y cada día conviviendo con aquel viejo dicho de “mas madera”.

Pues al final existe algo a lo que llegamos si queremos llegar. Todos estamos en una prisión. Ahora no digo física sino existencial. Pero los parámetros son los mismos. En nuestra celda de hoy forjada a golpe de no-valores de esta civilización sentimos el griterío de otros presos, los lamentos de madrugada, los miedos nocturnos, el sonido de las puertas de la celda al abrirse y sobre todo al cerrarse cada día arrojándonos a una soledad que cuesta deglutir. Así es, pero aún así, con todo y eso, y en cierta medida gracias a eso, les ejemplifiqué una salida. Y no una cualquiera, sino una salida a un campo mejor barbechado en el que las nuevas siembras darán mejor grano para el molino del vivir. Siempre, claro, que no queramos irnos de la prisión mañana. Porque eso no es posible. “De aquí se sale” es el grito del prisionero, el que fue concebido para alimentar la esperanza. Se sale, pero no manaña por la mañana.

De esto no salimos si queremos aplicar el sálvese el que pueda, la respuesta individual, el egoismo de nuevo campando por las seudosoluciones…Solo analizando con sinceridad lo mal que lo hemos hecho, identificando las razones, asumiéndolas sin que lo principal de nuestra labor sea la captura de culpables, y traspasando el umbral de las palabras bonitas para llegar a las conductas reales de cada día, haciendo santo todo lo que nos toca hacer, solo de esta manera podemos conseguir en un nuevo intento, otro mas, un mejor camino y un mejor lugar de encuentro. Estoy seguro de lo que digo: si lo hacemos bien, si asumimos que lo que sucede es lo que tenía que suceder, si aceptamos que nuestros sufrimientos reales de hoy derivan de nuestras ilusorias alegrías de ayer, si asumimos que el derrumbe del edificio se debe a que falseamos sus cimientos, entonces podremos diseñar mejores planos, habitaciones mas confortables, una morada -bonita palabra- en la que el aire circule libre en su dirección adecuada.

Pero es necesario el concurso de todos. Y llamar a las cosas por su nombre. Por ello ayer dije que teníamos que erradicar el cinismo que domina la vida española. Mas que buscar soluciones parece como si ellos, los encargados de administrar la res pública, se dedican al cometido de identificar exoneraciones. Con complejos de culpa, como diría Juanarmas, no puede edificarse nada serio. Por ello hablé de cierta renovación personal, no tanto por añadir mas inteligencia sino mejor coherencia, no mas erudición sino mejor conciencia, porque quien ha defendido toda su vida unos postulados dogmáticos como verdades sin mácula, va a convivir mal con la necesidad de aplicar los contrarios. Quien defendió la riqueza financiera como verdadera riqueza y el progreso técnico como único progreso, va a aceptar muy dificilmente que la estructura social sólida reclama menos finanzas y mas economía real. Porque mas que de progreso técnico se trata de conseguir Progreso Social.
Buenos dias y gracias a todos.