23 Diciembre 2008. Cosmológicamente no existe el pasado.

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Temprano, aunque no tanto como otros días, ayer escribí agobiado por el tiempo y por alguna sensación extraña nacida del no- redactar, y seguramente no confeccioné el texto con la atención debida, o tal vez sí, no lo se, porque la tiranía del instante es en ocasiones insuperable. En algunos momentos nos conocemos cuando leemos lo escrito, nuestro estado interior se manifiesta nítido al contemplar el orden secuencial de las palabras y el sentido aparente que parecen rezumar las oraciones. En ocasiones intuyo que alguno de vosotros al escribir comentarios os vislumbráis en vuestro estado interior a través del espejo de lo redactado. No lo se. Quizás. Bien, pues ahí, en el post del día se quedaron mis palabras. Y comenzaron las vuestras. Nada puedo decir ahora en calidad de respuesta que merezca el atributo de ser escrito. Ante las manifestaciones del blog ayer en su gigantesca mayoría cualquier texto que construyera con sílabas, palabras y oraciones rezumaría el olor de lo superfluo. Y lo superfluo participa de la naturaleza de lo innecesario. En tales casos, ante tales muestras de afecto, solo la elocuencia del silencio se convierte en cauce del agradecimiento. Quizás por ello lo único que se puede escribir es esa palabra tantas veces pronunciada, aunque en boca de algunos demasiadas veces falseada. Me refiero a esas dos sílabas: gracias. Es indiferente, ahora, lo sucedido. Es suficiente lo interpretado y lo ejecutado a partir de ese instante. Lo demás es intimo. Insisto: gracias.

Ayer fue un día relativamente pródigo en noticias mundanas. Por cierto, Joaquín Tamames envía hoy este texto sacado de Las Hojas del Jardín de Morya: “ Queremos hablar de cosas importantes; no te sumerjas en una nube de polvo cotidiano”. Supongo que mas de uno se dará cuenta de modo inmediato que las dos últimas palabras se prestan sin sutileza al chascarrillo fácil y tal vez algo de eso veamos después del alba. Bueno pues dejando ese chiste fácil, algunos acontecimientos que nos rodean no forman parte de esa nube de polvo cotidiano, sino que son signos que se constituyen en símbolos del estado de nuestro caminar como sociedad. Sirven para eso que en el campo llaman “barruntar”, que traducido al idioma de la megalópolis equivale, mas o menos, a tratar de adivinar el futuro con las herramientas del presente.

Recuerdo aquella mañana. Un otoño de los nuestros, de esos que son como Dios manda, -nunca mejor dicho- cubría de ocre multicolor el costado mas frondoso de la umbría de La Salceda. El campo respiraba en silencio, como si meditara contemplándose en sus propios movimientos llenos de quietud. Ni una sola res se dignó a descender a las rañas. Pregunté a Lucinio, el entonces encargado, la razón de la ausencia en un tarde que se vivía calma. “Don Mario, las reses barruntan el cambio. Viene tormenta. Por eso se van a la sierra”. Nada en el ambiente permitía semejante presagio. Al día siguiente la lluvia, el viento, el frío y hasta el granizo inundaron la umbría, y el trozo de solana, y las rañas, y las riberas del río del Milagro. ¿Hemos perdido nosotros la capacidad de barruntar?. Tal vez. Quizás es que envueltos en el recuerdo del pasado nos olvidamos de edificar nuestro presente. No lo se.

Supongo que alguno habrá visto la película “El sexto sentido”. Os confieso que yo que uso mi tiempo en esa función, sea de mañana o de tarde, en contadísimas ocasiones, me dediqué a ella al menos en cuatro o cinco ocasiones, y presiento que quien escribió el guión o sabe algo o algo le han hecho saber. Lo cierto es que ese estado que describe en el que el ya fallecido sigue creyéndose vivo, resulta bastante descriptivo de las vidas de algunos en nuestros días de hoy. ¿También de eso que llaman el Sistema?. En cierta medida sí, porque a pesar de ciertos pesares, no es que algo vaya a cambiar, es que ya ha cambiado. Insisto en esta frase de la sabiduría popular andaluza: “Lo que sea que viene ya está aquí”. Es solo cuestión de darse cuenta. Algunos quieren transmitir su aliento al cadáver. Mejor harían en ayudar a reconstruir honestamente lo nuevo.

Me cuentan de un artículo de Lasalle en un diario nacional en el que alude a que la crítica de lo que sucede es propia de los antisistema. Pensaba reproducirlo aquí pero sinceramente no creo que merezca la pena. La misma letra, la misma música, los mismos intérpretes de unos cuantos miles de años de humanidad. Nada importante. Por el contrario, lo que sucede en Grecia sí me lo parece. No solo una vida perdida con un disparo innecesario sino la revuelta y la interpretación de sus consecuencias. Miedo. Hay miedo a que se extienda la peste -así la llaman- en esta nueva versión. Y la enfermedad deriva del descontento de una juventud que no le gusta lo que tiene y que no ve horizonte en el porvenir. La verdad es que el Sistema tiene motivos para irritarse porque es obvio que el presente es magnífico y que el futuro amanece reluciente. El problema es la miopía y astigmatismo de la juventud. Una operación de cirugía por láser y problema solucionado. Coñas aparte, lo que mas me llama la atención es, precisamente, que todo el movimiento se ha gestado al margen de los medios de comunicación oficiales, los que desde siempre han servido de instrumento para la inducción como técnica de control de masas en nuestro cortar/pegar del pensamiento ordinario.

Han funcionado otros canales de información. Los blogs, por ejemplo. Allí donde las noticias y las consideraciones tienen la mínima carga de interés espurio. Aumenta lo emocional, sin duda, pero desciende la presencia de la red de intereses en que consiste el Sistema. Y es bueno que medios poderosos lo reconozcan. Al menos de esa manera no encajan al cien por cien en el personaje de la película que mencionaba. Al menos presienten que su enfermedad no es fácilmente extirpable y la cirugía no se muestra como el lado mas amable del proceso curativo. Por eso las palabras que escribí al comienzo de este blog. Por eso este blog. Porque quería estar callado y así lo anuncié. Pero seguramente es hora de hablar. Sin exagerar y practicar el deporte de la demagogia, lo cierto y verdad es que existe hambre de análisis neutros de la realidad, por descarnados que puedan parecer. También comienza a existir hambre física, pero esto es harina de otro costal

Hace años, según me cuentan, el que fuera Ministro de Justicia Belloch se pronunció a favor del derecho de huelga de los funcionarios de la justicia. Me refiero a los jueces, porque funcionarios son. Tiempo después, cuando ya lo de la judicatura constituía un lejano recuerdo perdido en las profundidades de un cosmos mas bien corto, dijo exactamente lo contrario. Creo que en alguna publicación le sacaron los colores por incoherencia conceptual…. Los funcionarios judiciales han descubierto, como dije en este blog tiempo atrás, el poder de la red. Y han organizado ni mas ni menos que una revuelta, como la califican los medios mas afines a ellos mismos, que es más que probable que termine en huelga. La reacción no se ha hecho esperar y hoy en un medio leo que eso es algo gravísimo, sobre todo porque deja a los ciudadanos sin servicios mínimos…De no ser por lo trágico sonaría a cómico. ¿Servicios mínimos en a Justicia?. Supongo que los jueces no dejarán de levantar cadáveres si es necesario…No. Personalmente no siento ningún atractivo especial por los jueces y tengo un concepto no excesivamente brillante sobre el grado de politización imperante en muchas mentes encargadas de la misión de administrar Justicia. Pero ahora lo que cuenta es que vislumbran que un nuevo motor de movilización social evidencia su eficacia. Y hoy por hoy no es controlable. Nada aterroriza mas al poder que lo no controlable. Nada hay de malo ni de destructivo para el “orden de convivencia” en pensar acerca de nuestros males y en cómo mejorar la vida en común. Calificar de antisistema, en tono destructivo, a quienes se limitan a pensar en las fallas de la estructura para tratar de construir algo de mayor carga humana, es peor que una deshonestidad política o intelectual; es, sencillamente, una prueba de cobardía. Es tarea de educación, sin la menor duda, asumiendo,claro, que es tarea larga, muy larga,y, como ya hemos comentado, en demasiados aspectos reclama, como decía el Premio Nobel alemán en el congreso de Ciencia y Mística de Avila, “comenzar desde la educación primaria”.

Y es que el problema reside en que los malos momentos económicos suelen ser naturalmente propicios a los cambios estructurales. Un mal año económico puede cambiar el resultado de unas elecciones. Una depresión duradera puede provocar algo mas sistémico. Y la cosa se pone fea. Pero fea de verdad. Fea en la realidad de cada día, en la que contemplo cada vez que me muevo, en lo que me cuentan quienes sufren en sus carnes humanas el poder destructor de un fantasma al que no conocen ni por nombre ni por apellidos. Pero fea también entre algunos pensantes. Por ejemplo, Joaquín Estefanía, que fue director de El País, escribía ayer o antes de ayer un artículo en el que venía a decir algo así: en la literatura económica internacional, esencialmente conservadora (eso dice Estefanía) comienza a instalarse algo que poco tiempo atrás resultaba imposible siquiera de ser pronunciado, y es que aquello es que es imprescindible que no quiebre para la supervivencia del sistema debe ser público. Creo que cito con bastante fidelidad sus palabras.

Supongo que os suena. Mi propuesta de debatir sobre el control social del crédito, que en este blog es ya casi anciana, circula por ese sendero de reflexión. La banca, mejor dicho, el sistema financiero, goza de un cierto estatuto de impunidad derivado de la conciencia de que su quiebra en conjunto es imposible. Porque nos arrasaría a todos. Un sunami que obligaría a reconstruir desde cenizas. Estoy seguro que alguno dirá: pues que así sea, quizás se trate de la única solución. No. Creo que es excesivo. Por ello la retirada del dinero de los bancos, de todos los bancos, no es medida ni practicable ni recomendable, salvo que nos queramos encaminar hacia un túnel en el que viva la noche oscura -pero oscura con la oscuridad de aquí abajo- de la economía y la sociedad. Otra cosa son bancos concretos. Si quiebra un banco no pasa gran cosa, o la gran cosa que pasa es deglutible. Pero el conjunto del sistema financiero nos arrasaría, como digo. Por tanto, no podemos dejar en manos de terceros la posibilidad de ser arrasados.

De alguna manera la sociedad tiene que tomar conciencia de este hecho y organizarlo de manera adecuada. No se trata de titularidad pública de las acciones de las entidades financieras. Se trata de devolver a la banca, al sistema financiero, a su misión verdadera, se trata de evitar florituras que se convierten en catalizadores de catástrofes, y, lo mas importante, de ver como la sociedad organiza de manera neutral el suministro de dinero al sistema de economía real en condiciones de neutralidad económica y política. Nada fácil. ¿Quien dijo fácil?. Por supuesto que no. Es cosa humana, y nada mas difícil que lo humano.

Viene. La cosa viene mal. Con la caída de las ventas de coches, del turismo y de la construcción, el panorama español no es el mas halagüeño del mundo. ¿Será cierto que algunos bancos o entidades financieras españolas tienen dinero depositado en Bruselas “al porciento”, como se decía antiguamente?. ¿Será verdad que practican ese deporte antes que prestar?. ¿Será cierto que esa frase de premiar la solvencia antes que la rentabilidad es el fondo de semejante actitud?. Pues si lo es mal asunto, pero sobre todo para algunos, dentro y fuera del sistema financiero, porque como la sociedad sea consciente de algo así,no le va a gustar nada. Sobre todo porque tienen la sensación de que…bueno pues esa sensación.

Hace catorce años, el 23 de Diciembre de 1994, a eso de las tres de la tarde ingresaba en prisión y se inauguraba una nueva etapa de mi vida. Aquí estoy. Vivo. Con cicatrices, claro. Por fuera, en el rostro, pero no en el alma. No dejé que entrara el odio en mis adentros y de esa ausencia deriva mi libertad. Nada ata mas que el odio. Porque es instalarse en el pasado. Y en ningún aspecto quiero vivir instalado en ningún pasado, porque el pasado es un sitio al que no se puede ir, no hay ni coche, ni tren, ni avión, ni bicicleta o patinete que te pueda llevar allí. He aprendido a incorporar el pasado a mi presente. Y en ese proceso nace un barbecho en el que la felicidad o tristeza pasada no obstaculizan ni limitan la siembra de semillas de nuevas experiencias, cada una con su carga propia. Dicho de otra manera: siendo. ¿Se entiende mejor?. Pues pienso seguir siendo porque eso somos: un constante siendo, y valga la redundancia porque, por definición siendo es una contante. Pero tal vez se lustre mejor. Sentir el pasado en el presente…ni mas ni menos. Pero eso es, sin duda, o que permite seguir caminando dispuesto a seguir siendo.

Bueno, ya termino. He troceado la entrevista de Urdaci que muchos me reclamáis. No queda mas remedio que ofrecerla así, por entregas, porque incluso en formato flash es excesivamente pesada. Iré viendo como os ofrezco esos trozos. Los que no tengáis interés os la saltáis y asunto concluido.

De nuevo, eso tan serio es se dice con la palabra gracias.