Biografía

Biografía de Mario Conde

Nací en Tui, una preciosa ciudad del sur de Galicia, desembocadura del Miño, frontera con Portugal, sede de Obispado y residencia histórica de la Reina Doña Urraca. Un 14 de Septiembre de 1.948, -fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, una de las pocas obligatorias para los Caballeros del Templo- mi madre corría dando gritos por el largo pasillo de nuestra casa pidiendo auxilio mientras con su mano derecha trataba de empujar hacia dentro la cabeza morena de un niño que nació porque le dio la gana. Mi madre alcanzó a duras penas su dormitorio, se tumbó en la cama, la gente de servicio localizó a Jurado, -médico, falangista, Alcalde de Tui, amigo de la familia- que acudió en cuanto pudo a atender el parto. Demasiado tarde. Cuando llegó, mi madre me había parido, vestido y aseado, y, con esa ternura que solo existe en un momento que –como todos los buenos- dura tan poco, me tenía con ella apretándome contra su pecho. El médico certificó sanitariamente el nacimiento. Así llegué a la vida, saltándome las reglas, organizando un poco de ruido en la tranquila ciudad de Tui que asistía impasible al nacimiento del primer hijo varón de aquel hombre joven, moreno, alto, guapo, simpático, que gozaba de gran popularidad entre los habitantes de la ciudad del Miño. Mi padre llegó a casa tranquilo, sin el menor síntoma de excitación, para contemplar los atributos del recién nacido. Después, como mandaban los cánones de aquellas épocas, se fue con sus amigos a celebrarlo.

mc-en-brazos-de-su-abuelaMe inicié en la Religión Católica, Apostólica y Romana, gracias a los buenos oficios de las monjas Doroteas, primero, y de los hermanos marianistas después. El Obispo de Tui, Monseñor López Ortiz, era pariente de mi abuela. Casó a mis padres y ofició la primera comunión de todos los hermanos. Por cierto que en la mía la ceremonia se tuvo que repetir dos veces, una en el palacio del Obispo, situado en un edificio anexo a la catedral románica de Tui, Palacio y residencia de Doña Urraca, y otra en el colegio de las hermanas Doroteas que, aún a riesgo de importunar al todopoderoso Ordinario del Lugar, se empeñaron en que debía recibir el Sacramento en sus dependencias eclesiásticas. Concluida la ceremonia religiosa en el colegio de mis monjitas, salí corriendo a la calle a toda velocidad para reunirme con Manrique, un amigo de juegos de infancia, con la mala suerte de que caí al suelo en plena carretera que conduce hacia el puente internacional que nos une con Portugal, y ante la mirada aterrorizada de las monjas y de mi madre, una bicicleta que descendía la cuesta a toda velocidad no tuvo tiempo de frenar ante el cuerpo tendido de un niño vestido de blanco con la cruz roja de Santiago en su pechera, y la rueda delantera, primero, y la trasera, después, cruzaron limpiamente sobre mi cuello.

Sentí que se me cortaba la respiración y perdí el sentido. Cuando me desperté me encontraba en el mismo cuarto en el que nací, cubierto con una colcha fina, la garganta ardiendo, la cabeza dando vueltas como un tiovivo desmadejado y mi madre, abuela, y personal de servicio llorando desconsoladamente. Al final no crucé el umbral de esta vida. Lo cierto es que si en aquellos momentos la presión de las ruedas sobre mi cuello hubiera sido algo mas intensa, el Sistema imperante en las postrimerías del siglo XX en la política, las finanzas y los medios de comunicación social españoles, se habría evitado unos cuantos dolores de cabeza especialmente intensos y prolongados.mccomunion4

Aquella noche, poco después del accidente que casi me cuesta la vida, mi hermana Pilar y yo llorábamos desconsolados en nuestro dormitorio de la vieja casa de Tui. Mi madre nos anunció una terrible noticia: dejábamos Galicia para trasladarnos a un lugar del que jamás habíamos oído hablar, una ciudad que obedecía al nombre de Alicante, lejos, muy lejos de Tui, de Covelo, de Playa América y en la que, según nos contó el Reyas –un conocido de mi padre y colaborador suyo en las visitas a los bares de nuestra villa- no llovía nunca. “Nos moriremos, Pili, nos moriremos, porque sin lluvia seguro que te mueres”, le repetía a mi hermana que asentía con la cabeza mientras sorbía las últimas lágrimas.

En la ciudad de la cota cero sobre el nivel del mar consumí unos cuantos años, los que van desde los ocho a los dieciséis. Nací a la pubertad protegido por sus palmeras que adornan silentes uno de los paseos mas bellos de España: la Explanada.

Estudié en los Maristas. Mi padre fue antiguo alumno de su colegio de Madrid, en la calle Fuencarral. El mío se encontraba a pocos metros de distancia de la Plaza de los Luceros, en donde vivimos recién llegados a aquella ciudad que padecía zonas casi desérticas, mas tarde atiborradas de edificios destinados al turismo. Fui un estudiante medio. Dicen que muy listo y cosas de esas, pero estudiar, lo que se dice estudiar, mas o menos por la mitad de la clase. En cuarto de Bachillerato tenía que decidir si elegir entre Ciencias o Letras. Mi padre se reunió con los hermanos y después de un rifirrafe dialéctico decidieron que Ciencias. La verdad es que las Matemáticas me gustaron siempre, pero sobre todo aprendí una cosa: que decidir en muchas ocasiones significa que deciden por ti.

Al final del Bachillerato, en los Maristas organizaron unos cursillos para identificar posibles vocaciones, asistí a uno en el que proyectaban unas imágenes de una operación quirúrgica en la pierna de un hombre herido en accidente de algo que no consigo recordar. Cuando a los pocos segundos de ver en la pantalla la sangre, los nervios y el hueso caí seco al suelo de la sala de proyecciones, supe con total certeza que eso de la Medicina no era lo mío. No me pusieron ninguna película de abogados, pero en el fondo daba igual: mi padre decidió que estudiara Derecho y, además, en la Universidad de Deusto, en Bilbao, y yo acepté con disciplina espartana.

Llegué a Deusto con 16 años y viví un primer curso en una casa particular, porque no conseguí plaza en el Colegio Mayor. Estudié como un bárbaro. Entonces me di cuenta de que nosotros, en mi casa, no teníamos patrimonio del que pudiéramos comer el día de mañana, así que detrás de los libros no sólo había cultura, profesión, conocimientos, sino, ademas, medio de vida. Por tanto a eso me dediqué. Y como encima me gustaba mucho lo que leía y estudiaba, fui un alumno dicen que excepcional en aquella Universidad. Confieso que solo saqué un sobresaliente en toda la carrera porque el resto fueron Matrículas de Honor. Eso motivó algunos comentarios acerca de mi capacidad mental, de tono elogioso, por supuesto, incluso alguno exagerado porque escuché como uno de mis profesores, un poco aturdido por la calidad de un examen oral mío, aseguraba que mi inteligencia no era humana sino angelical. Eso pasa por ser creyentes a rajatabla en esas estructuras jerarquizadas de la divinidad.

Por cierto, hablando de divinidades, fue en Deusto donde mi Dios antropomorfo, el que hablaba conmigo y yo con El en Alicante, se me fue perdiendo, difuminando, desapareciendo tras la línea de un horizonte vital que desprendía ocaso y soledad. Mal, me sentó muy mal aquello de que me dejara solo, pero no hubo manera de convencerle de que se presentara ante mi de manera mas digerible. Y como yo siempre anduve revuelto con las cosas esas del sentido de vivir, preguntándome tonterías como qué hemos venido a hacer a esta existencia, pues como el Dios antropomorfo decidió dar la callada por respuesta, me puse a buscar caminando por otros senderos, y claro, a nadie extrañará que en aquellos años, finales de los sesentas, el malo de Sartre y su náusea tuvieran acomodo en la mesilla de la habitación del Colegio Mayor de los Jesuitas y en muchos rincones de mi cabeza y mi alma. Pero no hay que alarmarse que tampoco duró tanto esa relación con el existencialista francés.

Y le pregunté a mi padre finalmente qué es lo que había decidido yo hacer al concluir Derecho ,y mi padre me dijo que yo había decidido opositar al Ilustre Cuerpo de abogados del Estado. No tenía ni idea de qué era eso, pero se ve que lo de decidir en el vacío tenía su atractivo. Le dije a mi padre que muy bien, pero que el verano de 1.971 me iría a Playa América, después de pasar un mes de Julio en Alicante, entonces repleto de turistas que, al parecer, gozaban de patrones morales en materia de relación entre sexos diferentes a los propios del ámbito familiar en el que nos movíamos en aquel rincón de Galicia al que acudí -me acudieron- incluso antes de que pudiera andar.

Al llegar a Playa América, en el Bar Angelito, a eso de las diez de la noche, mas o menos, vi sentada en el porche, acompañada de un amigo no demasiado amigo, un moza jovencita, de unos diecisiete, mas o menos, dotada de unos ojos amarillentos que aparte de color e inteligencia rebosaban de serenidad. Como venía muy crecido de Deusto, en lo académico, y de Alicante, en lo otro, me dirigí a ella con un piropo largo que molestó -y con razón- a su acompañante, pero cuando no hay nada que hacer, no se puede hacer nada. La moza se llamaba Lourdes Arroyo y casualmente pasaba el verano por allí. Dos años y un mes después de ese día nos casábamos.lourdes-papa-143

1.973, veinticuatro años, ya soy abogado del Estado con el numero 1 de mi promoción. Años mas tarde me enteré que, por lo visto, mi nota fue la mas alta de la Historia de ese Cuerpo, en términos ponderados, claro. Otros dicen que fue mas alta la de Herrera Oria. No discuto, porque como es señor, además de abogado del Estado fue Cardenal, y siempre me preocupó eso de topar con la Iglesia, acepto la segundonía y en paz, porque, además, aunque ese señor fuera purpurado, yo tenía, según los de Deusto, inteligencia angelical, y los ángeles mandan mas que los Cardenales.

En 1.974 nació mi hijo Mario, el 2 de diciembre. El 1 de Abril de 1.977 nació Alejandra. Ya no hubo mas.

Murió mi amigo Paco Linde, ejemplo de inteligencia y bondad. Bueno, lo mataron en un accidente de coche. Mi primer terrible encuentro con la muerte sinsentido. Nuestras inquietudes comunes se esfumaron, como mi viejo Dios antropomorfo, envueltas ahora en el dolor desesperante de aceptar no inaceptable, deglutir lo indeglutible, asumir lo inasumible…Me fui del Cuerpo de abogados del Estado sin apenas cubrir un trienio y eso que era entonces Jefe del Servicio de Estudios de la Dirección general de lo Contencioso del Estado, que con ese nombre tan largo y tan raro era el Centro político administrativo del que dependíamos los que pertenecíamos a ese Cuerpo funcionarial.

Conocí a Juan Abelló. Trabajé con el en sus laboratorios. Viví experiencias de gran valor, sobre todo por el conocimiento del mundo internacional que me suministró el mundo de la farmacia. En 1.982 decidí que esa experiencia tocaba fin, nos despedimos amigablemente Juan y yo, y monté mi despacho de abogados con Enrique Lasarte, al que posteriormente, al abandonar la política, se incorporó Arturo Romaní. Juan Abelló quiso que yo fuera consejero de Antibióticos S.A, en aquel entonces la única empresa productora de antibióticos por fermentación en su planta de León. Me gustó la empresa. Y ahí empezó el lío. En 1.984, tras una serie de vicisitudes demasiado prolijas, me convertí en accionista, con un 23 por 100 del capital social. Juan tenía algo menos del cincuenta por ciento. Los Botín. Jaime y Emilio, asumieron otro 23 por 100, y el resto Enrique Quiralte, casado con una hermana de Juan Abelló. En 1.987 vendimos la empresa a la italiana Montedison por 400 millones de dólares. Gané mucho dinero.mcyabello1

Lo invertí en Banesto, a donde llegué de la mano de Juan Abelló. Era él el que quería ese banco. Yo prefería navegar, pero… Percibí la oposición del Gobernador del Banco de España de aquel entonces, Mariano Rubio, a que ocupáramos puestos de poder en el banco. Se ve que tenían pensado algo diferente. Esa negativa, esa oposición me estimuló. El Consejo de Banesto de entonces nos aceptó y entramos como vicepresidentes. Parece que la cosa no sentó bien al poder y de la noche a la mañana el banco de Bilbao, presidido por Jose Angel Sanchez Asiain, presentó una OPA hostil por primera vez en la historia de la banca. En los telediarios de entonces decían que el Gobierno estaba detrás. Será verdad, supongo, porque los telediarios eran de la TV 1 y sobre eso de los noticieros oficiales mandaban bastante. López de Letona, el designado por el poder para sustituir al octogenario Garnica como Presidente de Banesto, que habia sido ministro con Franco, dimitió. El Consejo me nombró Presidente. Me encargué de la OPA. La ganamos. En 1.988 empezó mi andadura en el banco.80

Intenté una fusión histórica con el Banco Central para crear, con mucho, el primer banco y el primer grupo industrial español. Desde el poder la torpedearon. Tuvimos que romperla.

En 1.989 Juan Abelló se fue de Banesto. Un momento particularmente duro en lo emocional para mi.

En 1.993, Julio, en plena depresión económica en España, presentamos al mercado una ampliación e capital por 100.000 millones de aquellas pesetas. Con nosotros, como accionista y miembro del Consejo, JP Morgan, el banco entonces número uno del mundo. Su Vicepresidente Ejecutivo., Roberto Mendoza, se sentó en el Consejo de Administración de Banesto. El Banco de España después de examinar con lupa nuestras cuentas autorizó la ampliación. El mercado suscribió todas y cada una de las nuevas acciones.

En aquellos días, en la Universidad Complutense de Madrid, presidiendo el acto el Rey de España, dicté un discurso en la Investidura como doctor Honoris causa, referido a “La Sociedad civil y el Poder político”. Era continuación de otro que presenté en el Vaticano auspiciado por el Papa Juan Pablo II, referido a Etica y Capitalismo. Asistió todo el establishment español pero por expresa decisión mía ningún político en activo.

En diciembre de 1.993, tres meses después de finalizar con enorme éxito de la ampliación de capital, el Gobierno y la oposición decidieron intervenir Banesto cesando a todo el Consejo de Administración. En 1.994 abrieron una comisión de investigación en el Parlamento sobre una empresa privada y que no recibió jamas fondos públicos.

En Septiembre de 1.994 publiqué mi primer libro. “El Sistema. Mi experiencia del poder”. Describía el funcionamiento real del poder en España, relatando el cuerpo doctrinal y fáctico de mi experiencia de aquellos años.

En 1.994, Octubre, el Fiscal presentó una querella contra algunos de los consejeros de Banesto, no todos, sino solo los que parecían ser mas allegados a mi persona. El 23 de Diciembre de 1.994 me ingresaron en la prisión de Alcalá Meco como preso preventivo.mc2

El 26 de Febrero de 1.998 me volvieron a ingresar en la misma prisión, por el caso llamado Argentia Trust, alegando apropiación indebida de 600 millones de pesetas. Acudí a la Justicia Suiza. Traje los papeles que demostraban que no me apropié de una sola pesetas de esos seiscientos millones. Pedí revisión de la sentencia. Me la denegaron.

En Marzo del 2000 la Audiencia me condenó a diez años de prisión por el caso Banesto. El 29 de Julio de 2002 el Tribunal Supremo multiplicó la condena por dos y ese mismo día volví a ingresar.

En 2005, el Comité de Derechos Humanos de la ONU, anuló mis condenas conforme al Tratado suscrito por España. El Tribunal Supremo rechazó cualquier modificación alegando que ese tratado no es vinculante para España, a pesar de que su texto dice literalmente lo contrario.

El 13 de Octubre de 2007 falleció Lourdes Arroyo, mi mujer.

En Julio de 2008 conseguí la libertad condicional