Ayer concedí una entrevista a una revista llamada Bostezo, absolutamente desconocida a nivel nacional y que vive en la Comunidad Valenciana. Es obra -me dicen- de un hombre que quiere convertirla en su-obra. Ajena a ataduras ideológicas propias y de las nacidas por causa del dinero público. Aparentemente libre. Por eso me agradó recibir a sus dos enviadas y charlar con ellas. Trabajan desinteresadamente en el proyecto. Ninguna era periodista. Una estudiosa de Arte, tomó las fotografías (con mi cámara prestada, dicho sea de paso). La otra conversó conmigo. Lo pasamos bien. Preguntas interesantes. Hasta que llegó una complicada. ¿Cómo se relaciona el sexo y el camino espiritual?.
Cuestión aparentemente difícil. Escribí algo a Javier León en 2007 y creo recordar que lo recogí en este blog en alguno de sus apartados. Yo tengo una idea clara: del mismo modo que existe una ley de gravitación universal que opera sobre la masa y nos mantiene pegados a la tierra, nos desciende sobre la superficie del planeta, también percibo que esa misma ley de descenso en la materia es aplicable a los planos superiores. ¿Me refiero a los planos del espíritu?. Pues sí, para entendernos. A nada que nos descuidemos esa ley nos empuja hacia abajo, hacia los lugares en los que viven las pasiones mas desbordables del ser humano, las que circundan eso que llaman el bajo vientre.
Esa ley obliga, en mi opinión, a realizar a diario la limpieza del alma, porque los posos de la ignorancia se dejan caer lenta e imperceptiblemente.
El sexo que se consume de ordinario en la sociedad occidental consume violencia. A veces en formas sutiles. Otras se muestran en la evidencia de lo grosero. Violencia, al fin y al cabo. Algunos no lo ven, porque tampoco son capaces de darse cuentas de que la luz consume tiempo. Pero aunque no lo perciban, así es. Y la violencia es enemiga mortal del camino espiritual. La violencia propia del sexo es la que nace del instinto de dominación. Es instinto incluso mas potente en ciertas manifestaciones que el propio impulso sexual. Funciona con preferencia del costado del varón, pero también se da del lado de la hembra. Si profundizamos con cautela en muchas de las manifestaciones del “todo vale” en el mundo de la relación sexual, seguramente seremos capaces de percibir que en ellas, el verdadero impulso que se manifiesta es la violencia. Insisto: la violencia y el camino me parecen irreconciliables. Por ello la castidad que reconozco como imprescindible es la ausencia de violencia. La otra no.
Cuando mi hija Alejandra se casó le regalé un libro escrito por mi. Allí se decía que en el verdadero amor no hay dos que se funden en uno. Hay dos que desaparecen en el Ninguno. Esto es, en el Todo. En el sexo entendido como caricia de amantes se produce la despersonalización mas absoluta de ambos para fundirse en un sintiendo que es una manifestación álgida del Siendo.
Los amantes que se aproximan son dos círculos independientes antes del ritual del amor. Bueno, independientes relativamente, pero ya nos entendemos. El comienzo del rito del amor los convierte en tangentes y a continuación en secantes. El proceso reclama caricia. Caricia es la aparición de una zona común (secante) a los círculos antes independientes. La culminación del proceso, el acto de amor, los transforma en dos círculos concéntricos.
No existe ya la dualidad de círculos. Uno solo que acoge a lo que antes fueron dos. Desaparecen las individuales. Y si continuamos profundizando percibiremos que ese círculo final resultante carece contornos precisos. Siendo, sintiendo. Dios es Gerundio.
Eso es lo que entiendo por sexo caricia. No solo no es incompatible con el Camino. Es una manifestación superior de ese caminar hacia la comprensión del Absoluto. Por ello algunas tradiciones lo veneran. Al menos así lo veo yo. Castidad es solo ausencia de toda violencia.