¿En que medida somos jueces, verdugos o responsables?

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Buenos días a todos.

Confieso que una vez acostumbrado a convivir con el blog el alejamiento forzoso de sus páginas por 48 horas debido a la ausencia fatal de funcionamiento de la Red, es algo que genera cierta inquietud, aunque sólo sea, en mi caso, por comprobar la evolución de los comentarios. Dejé deliberadamente muchos asuntos encima de la mesa para el fin de semana, pero nunca sabes si esa es la mejor de las decisiones o, por el contrario, deberíamos concentrarnos en uno o dos como máximo. En fin, son temas interesantes que se quedan ahí y que cada uno contesta, lee, comenta o lo que sea conforme a sus deseos, apetencias o inquietudes.

Pero, claro, en cualquier caso la vida fluye y durante el fin de semana se producen hechos, acontecimientos del diario vivir, y si estos tiene importancia mediática sería imposible pretender que no se trataran en el blog, aún cuando nuestra doctrina oficial es, y seguirá siendo, procurar que no se convierta en un chat descontrolado temáticamente. Aunque en ocasiones un intercambio medido tampoco es letal.

Y este fin de semana el suceso terrible ha sido, una vez mas, el asesinato de una joven a manos de su novio. La cobertura mediática redobla, como sabemos, la dimensión emocional de la tragedia al extenderla a la masa. No sólo ese efecto produce; quizás también otros peores que ignoramos, pero, en fin, al menos ese resultado es obvio de toda obviedad. Se convierte en materia de consumo en tertulias de radio, se contemplan imágenes en televisión y la gente, en sus distintos estratos, comenta, opina, dice…y la emoción crece en espiral. Y con ella, presiento, la carga de violencia. Pero claro, eso no añade ni restringe un solo milímetro a su verdadera dimensión. Pero es evidente que la masificación mediática de la tragedia introduce cargas emocionales de una dimensión brutal. Lo sepamos o no.

Cuando estudiaba Derecho Penal, en concreto el apartado de la culpabilidad, que es el mecanismo jurídico que permite la atribución jurídica al sujeto de las consecuencias de sus actos, fui consciente de la enorme dificultad de ese concepto. No me refiero ahora a la noción de culpa en el territorio de la moral, o simplemente de la mera existencia como individuos, como producto de la creación que no ha pedido nacer (a reserva de creencias en el bardo tibetano). Trato el problema, menor si se quiere, de la culpabilidad jurídica, que implica un sujeto que voluntariamente (dolo), de modo consciente decide actuar, y también cubre el caso del que imprudentemente crea los mecanismos que provocan el resultado. Las nociones de dolo y negligencia son patrimonio cultural común del Derecho. Pero entre la noción jurídica y la realidad humana suele existir un abismo, porque la riqueza -por así decir- de la vida se resiste a ser exhaustivamente cosificada, estratificada, clasificada. Lo decía en las palabras de Cosas del Camino relativas a la frustración del definir…

En mi estancia en prisión he visto cosas realmente horribles. Un hombre rompió en un mes en tres ocasiones el fémur a su hijo. El niño tenía dos meses en la primera de las acciones. He visto violadores de mujeres muertas. Me visto abusos inconcebibles de padres sobre hijas. He conocido abusos físicos, sexuales incluidos, de madres sobre hijos. He sido testigo del autor de la muerte conocida como la Katana. Vi personalmente a quienes mataron y pasaron con un coche varias veces sobre el cuerpo de la pobre niña casi subnormal a la que asesinaron. He conocido al violador que arrancaba los pezones de sus víctimas con alicates. He visto pederastas en sus consultas médicas que no podían reprimirse con los niños pacientes. He conocido a quien mató a su mujer con un hacha y acto seguido cortó la cabeza su hija que vio la escena, sólo porque estaba allí en ese momento….No sigo. He vivido un mundo de horrores. Quizás por ello en alguna ocasión he sentido que algo fallaba y con un ánimo doliente llegué a pensar que en la fábrica del producto individuo se había prescindido del departamento de control de calidad. Fueron mis peores momentos en lo que a aceptación del hombre se refiere. Afortunadamente a base de trabajo conseguí salir de ese lugar. Algunos siguen ahí. Por ejemplo con esta frase que apareció ayer en el blog: “Misericordia nunca, compasión menos. A degüello con el que le ha arrebatado la vida una bella rubia sevillana!!!!!!!!!!!!!!!! “. Se vive mal en ese sitio. Muy mal. Aunque no se sea consciente de ello.

Nuestra Ley penitenciaria es de 1.978 y se inspira en el modelo constitucional consistente en que la finalidad esencial de la pena es la rehabilitación, el reencuentro con la sociedad de la que transitoriamente ha sido expulsado el convicto. Parte de un postulado, de un concepto del hombre/delincuente que se ha ido transformando a medida que el tiempo nos echaba sobre nuestras vidas acontecimientos del tipo que os acabo de describir. Es un hecho contrastado que casi todos los funcionarios de prisiones os dirán que la rehabilitación del delincuente pertenece al limbo de los buenos deseos, pero que nada tiene que ver con la realidad carcelaria Y desgraciadamente es verdad en un porcentaje altísimo de casos. Tan es así que una de las frases mas comunes en ese ámbito, a pesar de la existencia de Equipos de Tratamiento, es la siguiente: “Solo se reinserta en prisión aquel que llega a ella ya reinsertado”. Es cierto, como digo, en demasiadas ocasiones. Pero las causas son complejas. El fracaso del sistema penitenciario español tiene que ver con el aumento de la proporción de extranjeros en prisión,aunque este es asunto que si queréis tratamos otro día.

Pero el mecanismo jurídico de la culpa reclama un sujeto idealmente consciente de sus actos, capaz de diferenciar nítidamente bien/mal y capaz de desear, sin mas influjos que sus propios deseos, causar un mal a otro. ¿Existe ese sujeto ideal?. ¿Es un individuo de esas características el que rompe el fémur en tres ocasiones seguidas a su hijo de dos meses?. ¿Es un sujeto normal o tiene un mente dañada?. ¿Es un caso límite o ese daño mental es apreciable en una enorme cantidad de casos que siguen mereciendo el reproche jurídico sin mas?. Asunto para criminólogos. Yo no lo soy. Pero he vivido en ese mundo. Y os aseguro que ese tipo de personas no pertenece ni de lejos, al esquema teórico elaborado con pureza para el funcionamiento del modelo de culpabilidad jurídica.

Enfermos. Sujetos con trastornos mentales. No sólo la lógica indica que el padre capaz de violar a su hija de siete años sufre un trastorno mental. No sólo lo reclama en el médico dentista que abusa sexualmente de los niños que son sus pacientes. Es que la evidencia diaria lo escenifica con crudeza, con brutalidad capaz de herir las sensibilidades mas endurecidas por el caminar existencial. Por eso, aquel médico dentista al que conocí en 1.995, en mi primer ingreso, y que quiso luchar contra su tendencia a abusar de los menores pacientes de su consulta, intentó luchar contra ese desarreglo interior. No pudo. Volvió a ingresar en 1.998. Esta vez lo hizo con un bote de pastillas somníferos potentes en el bolsillo derecho de su pantalón. Y esa misma noche, después de mirarme a los ojos al entrar por el Departamento de Ingresos, se quitó la vida como único remedio a evitar daños a inocentes.

Nuestra sociedad Occidental está enferma. La falta de respeto por la vida ajena es la evidencia de la enfermedad. Los trastornos mentales van en aumento. Ayer mismo lo comentaba en la cena. ¿Por qué cada día mas nos asolan casos de inconcebible crueldad en el comportamiento de los humanos?. Es posible que no hayan aumentado proporcionalmente estas patologías, sino que suceda que ahora los medios los airean y nos enteramos de sucesos que antes existían y resultaban desconocidos para la generalidad. Es posible, pero no lo creo. La paranoia aumenta. Nuestro modelo de civilización inclina a los trastornos. Algunos, como la avaricia, provocan desastres de consecuencias brutales. Otros arrancan vidas e integridades corporales. A la vista está.

Deberíamos reflexionar sobre el juego causa/consecuencia. Nunca es lineal. Se trata de un proceso curvo en donde las fronteras entre una y otra son tenues, tanto que en un momento determinado la causa ocupa el papel de la consecuencia y viceversa. Esta conciencia de la circulariedad nos debería preservar de la formulación de juicios absolutos nacidos de emociones incontroladas. Lo mas fácil que existe es dejar las emociones incontroladas. Es su tendencia natural. Es lo que nos acerca a la animalidad. Lo que impide el acceso a planos de conciencia superiores.

La sociedad en una medida no despreciable crea sus delincuentes. No tengo duda de lo que digo. Por ejemplo, la permisividad pornográfica se traduce en incremento de los delitos sexuales. Es un hecho. Guste no. Claro que aunque se prohibieran todo tipo de materiales de ese calibre seguiría existiendo el delito sexual. Por supuesto. Somos humanos en fase de ascenso. Pero la pornografía, según cuentan, ocupa el 33 por 100 del espacio de internet. ¿Tiene sentido?. ¿Es acaso incomprensible que con esos datos proliferen las miserables redes de explotación sexual de menores a través de la red?. ¿Qué estamos haciendo con nuestra sociedad?.

Es fácil, muy fácil, contribuir a eso que llaman el derecho penal del enemigo, tan de moda en determinados ámbitos de pensamiento. El delincuente como enemigo de la sociedad. Ya está. Atribuimos la culpa a otro y nos vamos a casa a seguir creando mecanismos que mas tarde o mas temprano se traducirán en nuevos delincuentes. Descansamos nuestras conciencias en ese mecanismo tan artificial como incapaz de solventar el problema. La crueldad con la que se ejecuta la pena de muerte no ha evitado la proliferación de asesinatos. Es un hecho. Pedir linchamientos en plaza pública no terminará con abusos. No es el camino. Ni interior ni socialmente.

Difícil tema, por supuesto. Emociones a flor de piel. Y una emoción extendida en la masa es altamente peligrosa. Pero el blog no es masa. No atiende a esos mecanismos. Quiere reflexión serena. quiere intercambio calmo de experiencias. No le gusta la percusión y prefiere la ósmosis. No se deleita en crear falsos culpables sino en reflexionar sobre sinceras responsabilidades. Por eso se diferencia. Porque lo otro se consume a raudales por ahí fuera.

Quiere decir algo muy concreto: si tomos tenemos conciencia de Unidad, ¿acaso podemos fragmentarla cuando un suceso humano nos repele?. ¿No es cinismo en grado sumo?. El problema somos nosotros. No tengo duda. En la economía, la política, la vida social en sus diferentes facetas. Nosotros creamos los modos de pensar y de vivir que se traducirán en modos de comportamiento. Por eso es sugerente la noción de polis griega con la que Jaime quiere referenciar el tipo de vida del blog. Nuestra obligación es no dejarnos arrastrar por la emociones, sobre todo en momentos en los que la violencia es lo que mejor y mas fácilmente se consume

Todos tenemos la obligación de contribuir a que no se instale la conclusión de Cioran de dimitir de la condición de individuo. Y estamos lejos. El problema sigue siendo de educación primaria. Pero si cada vez que vemos una patología social de este tipo, en lugar de dejarnos arrastrar por el torrente de las emociones masificadas, nos preguntamos en qué medida hemos contribuido a crear una sociedad que estimula esas conductas y en que puede consistir nuestra contribución a evitarlas, quizás ya las estemos reduciendo. Y eso no significa dejar inertes los delitos. Ni dejar de pensar en las víctimas. Ni olvidarse de los fines de la pena. Por supuesto que no. Casi da vergüenza tener que aclararlo.

Y, claro, la inevitable pregunta con la que se quiere obtener una respuesta condicionada: ¿pensarías igual si la muerta fuera tu hija?. Es apelar a la emoción para que sustituya a la razón. Lo cierto es que la joven muerta es nuestra muerta, es hermana de todos nosotros. Lo peor para algunos consiste en que quien la ha matado también.