Musica de Mahler, letra de Kafka

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112Musica de Mahler

En algunas ocasiones quizás no somos seriamente conscientes de lo que implica abrir agujeros en el orden de convivencia amparados en el postulado de “lo conveniente”. Por pequeña que sea la fisura en el muro, una presa que se digne acabará por estallar, por vencer su resistencia. Las violaciones de la razón jurídica amparadas en la razón de Estado son a la larga especialmente perjudiciales. Y no solo por las descripciones de la historia.

Uno de los episodios que mas agitación interior me produjeron sucedió cuando el Tribunal Supremo dictó una resolución en la que legitimaba el uso de fondos reservados procedentes de los españoles para entregarlos subrepticiamente a una empresa extranjera dedicada al espionaje y pedir informes reservados sobre un ciudadano español, totalmente privado y ajeno a responsabilidades públicas, por el mero y simple hecho de querer controlar sus movimientos. No me molestó que yo fuera ese ciudadano, sino que ese documento procediera de nuestro Tribunal Supremo. Por alguna razón que ignoro este episodio ha venido esta madrugada a mi mente. He buscado en mis archivos y os ofrezco lo que escribí aquella mañana al conocer la noticia. Quizás nos haga reflexionar sobre el daño de sustituir la Razon por la conveniencia.

Domingo. 26 de Septiembre de 1.999.

El 19 de Enero de 1.996, festividad de San Mario, la Naturaleza me ofreció uno de los mejores regalos que podía esperar en el día de mi Santo. Eran las seis menos cuarto de la tarde. La veleta indicaba una pequeña brizna proveniente del Sur. El sol amarillento y cálido de la tarde sevillana se reflejaba en la piedra porosa y caliza, de parecida textura al marés mallorquín, con la que construimos la torre de acceso a nuestra casa de Los Carrizos. La lluvia no quiso perderse el espectáculo y acudió con un ligero manto de pequeñas gotas y escasa cortina de agua, a desparramar color en el crepúsculo de la Sierra. Y se hizo el color. Un enorme Arco Iris cubrió con la inigualable belleza de su cromía todo el Valle del Viar, cuyas tierras, hartas de agua después de una infernal sequía, retozaban en la intensidad de sus tonos, casi negro el barbecho, verdes los pastos y las siembras, amarilleando algunas por exceso de humedad. Al fondo, los picos rebeldes en los que arranca la parte Sur de Sierra Morena. Desde el ventanal de mi despacho, a seis metros de altura sobre el suelo de un cerro que ronda los trescientos sobre el mar, pude divisar kilómetros y kilómetros de esta estribación de montañas enmarcada en colores, con los cuatro elementos, el aire, la tierra, el sol y el agua, unidos en un silencioso festín cromático de tanta Majestad que el espíritu, emborrachado de libertad, sentía la presencia del Nombre de Dios. “Suspendiendo del cielo su arco -dice el mensaje bíblico- Dios le hace saber al hombre que no disparará mas flechas”.

Poco después se hizo la noche. En su caminar hacia el negro, el cielo del valle se vistió de naranja y se detuvo algunos instantes en el inigualable añil de estas tierras de María Santísima. La ausencia de luz me sumió en tinieblas. Dentro de mí permanecían vivas las imágenes contempladas. En esas fechas concluía la lectura de un libro de René Guenón, “Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada”, regalo por Reyes de César Mora. Recordé la simbología del Negro, Krisna, que representa lo “no manifestado” y del Blanco, Arjuna, “lo manifestado”. Racionalizar el sentimiento es pretensión inútil. Ya lo dijo Buda: “Si trabajas sobre la mente con la mente, ¿cómo podrás evitar una confusión inmensa?”.

Me alejé de la ventana tratando de retener en la retina el espectáculo. Un nuevo error: este tipo de sensaciones no se albergan en el exterior sino en el interior. Su morada propia es el corazón y no los sentidos, pero tampoco resulta tan fácil saber escaparse sistemáticamente de la prisión espiritual a la que nos han sometido siglos de excesivo racionalismo, caldo en el que ha fermentado una civilización obscenamente materialista

En la oscuridad de la noche contemplé en mi interior, con plena nitidez, la imagen de unas pocas hojas de papel escritas a máquina en las que se contenía la resolución del Tribunal Supremo sobre el informe Crillón. Narciso Serra, Vicepresidente del Gobierno, encargó a Luis Roldán, Director General de la Guardia Civil, que elaborara un informe privado sobre mi. El que años mas tarde sería uno de los presos mas famosos de España, pidió colaboración a su amigo Julián Sancristóbal, antiguo Director de la Seguridad del Estado, quién, por azar del destino, convivió conmigo en la cárcel de Alcalá Meco, en donde me relató todos los pormenores de tan espeluznante iniciativa. El Cesid aportó el dinero para pagar a la empresa americana Kroll, encargada del trabajo material. Mi vida privada, mis relaciones con Lourdes, mi mujer, con mis amigos, con la masonería, con líderes políticos, en fin, un repaso, en muchas ocasiones absolutamente falso, a la vida de una persona, fue redactado en inglés, traducido al castellano en las dependencias del Ministerio del Interior y remitido, en varias entregas, a quién lo encargó: el Vicepresidente del Gobierno. Roldán lo reconoció palmariamente ante el Tribunal Supremo.

El hueco que ocupaban el Arco Iris, la lluvia, el viento del Sur, la tierra negra de los barbechos, el grito del verde en las siembras, el cálido ocre del sol contra las piedras de la torre, se llenaba ahora con una frase nacida de la “mente sobre la mente”: espiar a un ciudadano privado, utilizando fondos reservados del Estado, contratando a una empresa extranjera y penetrando en las áreas más profundas de su intimidad, no es delito en nuestro sistema jurídico. Todos los habitantes del Valle sonrieron ante lo que para ellos era una verdadera blasfemia existencial. Después de siglos peleando por la libertad, en papel timbrado de nuestro mas Alto Tribunal estábamos forzados a leer una afirmación de tal porte. Si Emilio El Gitano, el que me razonaba en la cárcel sobre las leyes que nacen del corazón para explicarme su comportamiento ante la muerte de un usurpador del papel de padre de las hijas de su hermano, hubiera escuchado esta sinfonía jurídica, habría exclamado con ese “razonamiento” directo, inmediato, ajeno al modelo de premisas mayores y menores, basado en el impulso de quién alberga una herencia secular, algo así: “Eso no es posible, Sr. Mario”. Claro que, parafraseando de nuevo a Buda, la mente no es libre de la mente. Ahí radica la explicación. .

Presiento que podemos estar viviendo una terrible suplantación. La Razón de Estado parece apoderarse del Derecho, y habitar en las dependencias de la Justicia. ¿Somos conscientes los individuos de lo que hemos perdido a consecuencia de este amancebamiento?.¿No es eso, precisamente, lo que se buscaba evitar a toda costa por el precio que conlleva medido en trozos de libertad real?.

El odio huele, como huele el amor. Cuando era muy joven, después de una noche de amor, al despertarme por la mañana y respirar un poco de aire limpio, notaba el olor humano de quién había compartido conmigo aquellos momentos y trataba de cuidarlo, de acariciarlo -porque se puede acariciar un olor- y de esta manera prolongar espiritualmente lo que horas antes sucedió. Dicen que la vejez comienza cuando pesan mas los recuerdos que las ilusiones. Si es así, no tengo duda de donde estoy en el plano de la ecuación espacio-tiempo porque sigo oliendo, aunque de otra manera, en cualquier caso no menos intensa para el espíritu. El olor del odio es fétido, porque nace de la podredumbre humana. Sus gases derivaban de la descomposición del alma. Claro que como el hombre es trino, el odio es la podredumbre de todo el conjunto y su olor el más intenso que imaginarse pueda. Como la naturaleza es sabia y tiene sus propios mecanismos de autodefensa, en la inmunología del espíritu se ha visto obligada a desarrollar los anticuerpos necesarios para combatir a los antígenos que transportan el olor del odio. Por eso son tantos los que conviven rodeados de él sin percibirlo. Atrofia de la pituitaria espiritual.

Las primeras luces de 1.996 alumbraron el alba en la sierra sevillana. El amanecer de un nuevo año en la pequeña celda de Alcalá y en la bodega de los Carrizos reviste tintes muy distintos. En la primera, en 1.995, me encontraba rodeado de soledad. En la segunda, mi familia y amigos compartían conmigo el acontecimiento. El año no nace en las mismas fechas para todas las culturas. El mundo, la vida, no cumple años. Solo la manifestación los recuenta. El tiempo no es de arriba sino de abajo.

Poco después de abandonar la prisión de Alcalá Meco, llegó por correo a mi casa una tesis doctoral formulada por León Benacerraf sobre “Hebraísmo y concepción espacio-temporal de la arquitectura”. La leí con profundo interés, aunque todavía ignoro como pudo saber su autor mi atracción por el mundo de la arquitectura. En sus páginas dedica una frase que me parece profunda sobre la música de Mahler: “esa gran antología de fragmentos, magma de contaminaciones lingüísticas, canciones populares, marchas fúnebres, sonidos de la naturaleza, un saco de mosaicos sin ningún diseño, compuesto de piezas prestadas, anacronismo e invenciones, arte de alta cultura”.

Me pareció fascinante la expresión “magma de contaminaciones”. En el fondo, tal vez fuera la explicación de lo que me tocaba vivir, de lo que ocurría a mi alrededor. Descubrir lo sucedido exigía penetrar en ese “magma de contaminaciones”. En este tipo de labores hay que tener mucho cuidado. El material de trabajo es particularmente peligroso. Fue un acierto del cubismo saber llevar a cabo una abstracción de la materia. Es posible que al tratar de recomponerla no haya sabido respetar la autocreación de la forma. Es, incluso, probable. En todo caso, hacer abstracción de la materia es un logro de proporciones nada despreciables, a pesar de que mi padre me insistiera que lo único que le interesaba de Picasso era su gran calidad de dibujante y sus épocas rosa y azul. El cubismo -me insistía- no me aporta nada. A mi, y no me refiero sólo a la pintura, me ocurre lo contrario.

“Muchos de los cuentos de Kafka -escribe el autor de la tesis doctoral- comienzan con un despertar. Nada mas despertarse, al hombre se le acusa de algo, es juzgado por algún crimen, espera el veredicto de un juez cualquiera, en cualquier juzgado representando a cualquier justicia. Es una emboscada total, un mundo incomprensible, loco, pero ferozmente organizado según unos feroces métodos ante los cuales estamos indefensos”. Magnífica definición, palabras en orden, conceptos a flor de piel, pero, sobre todo, por encima de todo, ese magma de contaminaciones al servicio de la percepción integral. Gracias a esa tesis doctoral comprendí la belleza estética de nuestro problema, del problema de España: Música de Mahler. Letra de Kafka.

El “magma de contaminaciones”, sin embargo, se construye con delimitación de jerarquías, de personas que quedan a disposición de otras. Todos, en mayor o menor medida, estamos a “disposición” de otro y, en última instancia, del Absoluto, que cada cual le llame como quiera. Sin la necesariedad de un vínculo jurídico, toda persona, sea Presidente del Gobierno, Presidente de la Audiencia, Abogado del Estado, Arquitecto, Músico, Escritor, o empleado del transporte metropolitano, de alguna forma se encuentra a “disposición” de otro u otros. La ocupación de nuestro espacio a lo largo de un tiempo se convierte, entre otras cosas, en un tejido de valores-intereses-aspiraciones que inexorablemente nos conduce por ese camino de “a disposición”, cuya complejidad depende del lugar concreto que nos haya sido asignado en la pirámide de jerarquías mutuas. Para muchos, casi todos, la libertad consiste en elegir el tipo de tejido con el que quiere vestir su propia individualidad. Nuestra existencia en libertad no conoce lugares en los que germine la asepsia. La vida no es una cámara estéril. Los virus están-en-nosotros y nuestra civilización no ha desarrollado -posiblemente no puede hacerlo- los anticuerpos necesarios. El equilibro biológico persiste y su hábitat es la trama en la que todos, en mayor o menor medida, de alguna u otra forma, estamos “a disposición”.

Nuestras íntimas convicciones, mezcladas con las adecuadas dosis de conveniencias, constituyen el primero de los escalones en este forzoso estado de algunas individualidades. Nos heredamos a nosotros mismos en nuestros actos y en nuestras actitudes. Enajenamos un trozo de libertad en cada movimiento. Sus consecuencias comienzan a convertirse en causa de los siguientes. Así se teje la red de nuestras vidas.