Masa crítica, meditación neuroteología

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254via lactea

Ayer, a propósito del experimento de los monos y de sus implicaciones en el terreno de la “masa crítica de consciencia”, se comentaba por Fernando la necesidad, por así decir,de que el receptor de la información generada por esa masa crítica -en este caso el conocimiento de la técnica de lavado de las batatas- debería estar en un estado meditativo para poder recibir adecuadamente la información contenida en ese campo cuántico común de la conciencia colectiva. Discutí el aserto por entender que ese estado no se necesita propiamente para la recepción, porque una vez alcanzada la masa crítica la naturaleza del estanque implica que necesariamente se producirá el efecto. Otra cosa, como apuntó alguien, es que ese estado meditativo sea necesario en el colectivo/individual que genera la información a ser depositada en ese estanque común. Esto tiene mas sentido porque implica una masa crítica y un estado, por así decir, cualitativo de esa masa para poder pasar a formar parte del estanque.

La cuestión a presentar es si los estados meditativos implican o no una actividad cerebral distinta a los no meditativos. Cuando comenzaba a estudiar a Krishnamurti muchos años atrás, percibí que para el cabal entendimiento de su posición parecía resultar necesario un proceso previo de aprendizaje, consistente en dejar atrás muchos de los tics adquiridos -al menos por mí- en torno al conocimiento y al modo-de-pensar propio derivado del lenguaje proposicional. Confieso que tuve la suerte de disponer del tiempo y silencio necesarios para abordar estas cuestiones porque en el segundo (1998) y tercero (2002) de los encierros carcelarios mi horario personal, combinado con el del trabajo que desarrollaba en el departamento de Ingresos y Libertades, me permitieron no sólo la lectura sino, sobre todo, el consumo de tiempo necesario para fermentar interiormente lo leído. Bien pues una de las afirmaciones de Krisnamurti residía en que acostumbrarse al acto de no-nombrar, esto es, al abandono del pensamiento fragmentario, implicaba o se traduciría en un cambio morfológico en el funcionamiento de las células cerebrales.

Confieso que aquella afirmación me resultó sorprendente. Imaginaba que existe un estado morfológico de nuestro cerebro que es el resultado de un proceso evolutivo de millones de años y que, en consecuencia, un determinado modo de encarar la realidad difícilmente podría traducirse en un cambio material -por así decir- de dicha morfología cerebral. ¿Este modo de pensar afectando al equipaje neuronal? Pero el hindú insistía en numerosas ocasiones que no se trataba simplemente de un cambio de software -por decirlo con términos al uso- sino que se producía una verdadera mutación material en las células cerebrales y el modo concreto de interrelacionarse entre ellas, es decir, de funcionar.

A raíz de ese interrogante que me planteaba y de la inquietud subsiguiente, tuve oportunidad de dedicarme un poco a estudiar los efectos físicos que sobre la masa cerebral y su funcionamiento derivaban de las actitudes meditativas, y pude comprobar que lo que decía Krisnamurti, y que a mi me resultaba tan novedoso como complejo de asumir, era una verdad conocida desde muchos años atrás. Quizás patrimonializada por círculos de los llamados iniciáticos, seguramente no suficientemente explicitada de manera que podríamos llamar científica, pero eso es lo de menos porque ya sabemos que la evolución humana en muchos aspectos es un continuo trasvase de datos desde la perseguida “Magia” a la insolente Ciencia.

Esta tesis de cambios morfológicos y funcionamientos cerebrales diversos conecta con lo que decíamos ayer referente a la calidad de información producida en estados meditativos, de modo que siguiendo el esquema llegaríamos a concluir que a consecuencia de ese estado meditativo y de los cambios orgánicos cerebrales en que se traduce, la información elaborada o producida tiene una calidad “vibratoria” -para entendernos- diversa, de modo que permite su inclusión en ese estanque de la conciencia colectiva. Incluso podría irse mas allá. Por ejemplo Sagan: “el desarrollo de la visión espiritual requiere la construcción paciente de algunos “órganos” de energía nuevos”. Es lo mismo pero en un paso adelante. Aquí la dimensión energética sustituye terminológicamente a la expresión espiritual.

Son temas abstrusos y capaces de generar confusión y si me permito traerlos a colación es porque se descubre en el blog un plano de conocimientos -quizás de experiencias- que posibilita aproximarse a ellos con ese mínimo de “asombro” que los griegos consideraban el pórtico del conocimiento. Asombro que se da -o debería- entre los que se consideren “eruditos” en estas materias y los que naveguen como tripulantes en este barco, porque nunca jamás aprenderemos todo. Como me decía alguien ayer : “siento que nunca estarás satisfecho hasta que no conozcas el secreto del Universo”. De ser cierta esa acusación mi condena verdadera será la insatisfacción existencial, al menos mientras permanezca en este plano de la manifestación. Quizás en otro lo descubra, pero me temo que es difícil contarlo para los que sigan en este. Quizás por eso resulte tan complejo de entender eso que apunta Guenón en los “estados múltiples del ser”.

Bien, continuando supongo que conocéis lo que se esconde tras el palabro “neuroteología”. Charles Zeiders es un psicólogo. Fue director del Christian Counseling and Therapy Associates de Estados Unidos. En un artículo aparecido en la revista The Global Spiral, del Instituto Metansexus, explicó lo que es esta rama llamada neuroteología. Aldous Huxley utilizó el término por primera vez en su novela utópica La isla. Ésta disciplina estudia la base neurocognitiva de la experiencia religiosa y la espiritualidad. En ocasiones, el término es utilizado en un contexto filosófico y, de acuerdo a los principios de la comunidad científica, calificada como pseudociencia. Huxley lo utiliza principalmente bajo un contexto filosófico. En un intento para enfocar el creciente interés en este campo de estudio, en 1994 el educador Laurence O. McKinney publicó el primer libro sobre el tema, titulado Neurotheology: Virtual Religión in the 21st Century, destinado al público en general. De acuerdo a McKinney, la neuroteología sienta las bases para investigar el surgimiento de las religiones desde el reciente desarrollo neurofisiológico del ser humano. (ver http://es.wikipedia.org/wiki/Neuroteología)

What is Neurotheology? Neuroimaging allows researchers to observe the brain at the very moment religious people report prayer peaking into profound, extranormal consciousness. Such work grounds the phenomenon of spiritual experience in neurology. (http://www.metanexus.net/magazine/tabid/68/tabid/72/Default.aspx?aid=620)

En síntesis, es una nueva “ciencia” (los “científicos oficiales” repudien este atributo y lo sitúen en pseudociencia) que, según Zeiders, explora como los estados del cerebro y del sistema nervioso pueden crear o relacionarse con la vivencia de la experiencia religiosa. Todo comenzó, al parecer, los trabajos de Herbert Benson, un cardiólogo de la Harvard Medical School que estudió a fondo el papel que el sistema nervioso autónomo juega en el proceso de la enfermedad humana. Benson estableció que el sistema de respuesta al estrés afecta a todo el sistema nervioso. Además, hizo otro interesante descubrimiento: que la meditación con mantras ayuda a relajar el sistema nervioso, a rebajar la presión arterial, a mejorar la salud del corazón, a prolongar la vida, además de dar felicidad y de generar el sentimiento de estar más cerca de una entidad trascendente, entre otras ventajas. Tras años de investigación, Benson descubrió, por otro, lado que las personas que practicaban la meditación como una forma de oración tendían a tener más salud que aquéllas que la practicaban como mero vehículo de consecución de beneficios fisiológicos y físicos, explica Zeiders.
La creencia en Dios mientras se estimulaba el sistema nervioso parasimpático (que es parte del sistema nervioso autónomo) mediante la meditación basada en la fe, suponía mayores beneficios para mente y cuerpo que la meditación agnóstica o médica, estableció Benson.

Todos estos datos están tomados de páginas al uso de la Red. Así que son públicos y para los interesados seguramente conocidos. pero quizás sirvan para situar el asunto para los no tan eruditos.

Al final del día, como dicen los americanos, se trata de algo tan concreto como esto: la neuroteología -y otras ramas del moderno conocer científico- evidencian que los estados meditativos (oración incluida) pueden “modificar la estructura del cerebro”. Estructura aquí implica dimensión morfológica. Es decir, lo que sugería Krishnamurti y otros antes que él. Por ejemplo, se demuestra que la meditación vipassana se acaba traduciendo en un incremento del grosor cortical del cerebro y que, en general, personas que practican regularmente técnicas meditativas poseen una corteza mas gruesa que las que se abstienen de estas prácticas.

Esta conexión estructural y orgánica entre cerebro/experiencia religiosa/masa crítica de consciencia, es un camino ya explorado por algunos. Sus conclusiones permiten entender la realidad de manera diversa al sentir general. Cuesta, claro, ajustarse a los nuevos parámetros. El problema es que no son tan nuevos. Se conocen secularmente los efectos, aunque no se dispusieran de las técnicas científicas para traducirlos en charts y diseños de ordenador. Pero eran conocidos. Los psiquiatras y psicólogos mas avanzados siguen maravillándose -según me cuentan- ante el conocimiento de la mente humana que se alberga en las doctrinas budistas, por ejemplo.

La cuestión es: si es así, si ha sido conocido desde siempre, ¿porque ha permanecido oculto? ¿Por qué ha sido relegado al campo de la magia prohibida? Creo que Caluco, en legítima defensa de sus tesis, aludía a la inquisición y sus prácticas. Bien. ¿Acaso la Ciencia oficial ha sido una imperturbable inquisidora? Tal vez, contestaran algunos, pero por lo menos no quemaba en hogueras reales. Cierto, pero no son la únicas hogueras que reducen a cenizas conocimientos humanos. Dejo la cuestión aquí.

Pero con una cuestión: dicen ahora que en la Vía Láctea hay cientos de millones de mundos…¿Cuantos mundos hay en este mundo nuestro?