Vivir es intercambio

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Ayer, en el encuentro que os describo en otro post, consumimos un turno en la relación de la astrología con la libertad individual y como encajar el que todo lo que sucede tiene-que-suceder, con nuestra teórica capacidad de influir en el desarrollo de los acontecimientos, en la posibilidad de modelar nuestras propias vidas. Asunto tan viejo como difícil. Hay un catálogo de problemas de la humanidad al que sirven las mejores mentes de todos los tiempos, y que siguen vivos a pesar de las ingentes cantidades de energía limpia consumida en tratar de descifrarlos. Y eso va a seguir así mientras no nos demos cuenta de las limitaciones implícitas en nuestro lenguaje proposicional, que constituye la base del software instalado en la máquina cerebral apara desarrollar nuestro pensamiento humano.

Personalmente tengo muy claras las limitaciones que impone la ecuación espacio/tiempo. Cuando de ese territorio se trata, determinados interrogantes carecen de sentido, Sencillamente porque el perímetro de análisis imposibilita respuesta alguna. En mi experiencia, una de las paranoia de la humanidad consiste en querer transformar inevitables en problemas, lo que se traduce en la afición por plantearse preguntas que carecen de respuesta. Pero, en fin, aquí seguimos.

Pero no se si derivada de las consideraciones sobre Aivanhov o por otro motivo, lo cierto es que Rierola apeló a una noción: el intercambio. Reclamó mucha atención, toda la posible, para el momento de efectuar los intercambios. Describió el proceso de creación desde el fuego hasta la materia sutil y mas grosera en la que nos instalamos en la manifestación. Por cierto, ese “esquema” me dio paso para intentar convencerles de mi concepto de “oscuridad brillante”. Surgió con ocasión de mi libro Cosas del Camino que, según me contó ayer Javier León, estará listo sobre abril mas o menos. Ya os daré noticias por si os interesa.

Bien, a lo que iba. El intercambio lo explicó en términos de “actos”. Se refirió al intercambio derivado del acto de alimentarse. Al intercambio del mirar, de las imágenes percibidas. Al intercambio nacido del acto de respirar. En todos estos casos, decía, si los ejecutamos sin atención, lo que percibimos, lo que de ellos extraemos, es la parte mas grosera de las energías acumuladas, por ejemplo, en el aire o en el alimento. Pero si prestamos la atención debida, si nos concentramos en nuestro ser, entonces somos capaces de captar las energías mas sutiles que todo objeto creado, por el mero hecho de haberlo sido, encierra en sí mismo. De nosotros depende la capacidad de captarlas.

Me gustó mucho la noción de intercambio. Es muy potente. Frente al acto de respirar como un “yo respiro”, la noción de intercambio elimina el “yo” de la frase, debido, precisamente, a que no es un acto sólo de un sujeto, puesto que la propia noción de intercambio reclama una dualidad. Al respirar cambio algo por algo, y claro, eso es equivalente a decir cambio algo “mio” con algo “de otro”.

Sin embargo, al arrastrar estas consideraciones de lógica meramente formal percibes claramente que acabas de penetrar en la casa del sofisma. ¿Algo de otro? ¿Acaso es concebible el mundo como infinidad de intercambios aislados los unos de los otros? Pues no. Bueno, no en mi concepto, claro.

¿Entonces? Cuando se fueron, mientras acudía a un notario por una de esas banalidades que consumen inevitablemente tiempo, pensaba en que esa noción de intercambio repudia la conceptuación del acto. No se trata de que hagamos actos de intercambio.

Vivir es intercambiar. Todo lo que somos y mientras somos es un intercambio. Y nuestro movimiento existencial es explicable en términos de proceso, y este proceso es sustancialmente intercambiar. Así que el intercambio no es un acto, es un proceso constante. Es así como la ruptura del espacio tiempo que reclama la eliminación de los participios para traer a nosotros la grandeza del gerundio, nos lleva a entender el intercambio como la esencia de nuestra existencia.

Y, claro, en esta perspectiva, la propia noción de intercambio desaparece en cuando la sitúas por encima de la ecuación espacio/tiempo. Porque en ese plano la noción de subjetividad se difumina.

Por ello -pensaba- no hay que prestar atención a esos actos aislados de intercambio. Porque no existen en su conceptual aislamiento. Hay que prestar atención al gerundio, al proceso, al siendo, esto es, al vivir. Entendiendo que precisamente porque todos a la vez somos intercambio nada es explicable desde la mera individualidad. Es así como por este sendero, una vez mas, retornamos a la noción de Todo.

Bueno, perdonar esta disgresión matutina de un dia que amenaza nieve. Bendita amenaza, dicho sea de paso