Trivialidades metafísicas y sufrimientos reales

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235leonardo

Como pronosticaba en este blog, las declaraciones de Miguel Martín, el ahora Presidente formal de la AEB, han despertado las iras de quiénes sufren en el día a día las consecuencias de los problemas bancarios. Hasta el diario El País, poco sospechoso de querer demonizar a agentes destacados en ciertas estrategia propias de el Sistema, se pronuncia en un editorial acerca de las palabras de este hombre, a las que califica, con una ironía de finura poco usual en ese diario, de “trivialidades metafísicas”.

Es un contrasentido porque lo que es propiamente metafísico merece cualquier atributo menos el de trivial, pero tampoco vamos a exigir excesivo rigor en estas cuestiones a un medio cuyo soporte ideológico es sobradamente conocido, un diario que a diario -me gusta esta redundancia aparente- se apunta a las tesis del materialismo recalcitrante, cosa que, al menos, realiza con cierta elegancia y menos manipulación de la que se vislumbra en el tratamiento de otras cuestiones mas terrenales, pero mas cercanas al primum vivere latino. Ya se sabe que el principio de lo conveniente reclama que en situaciones de deterioro económico las mas sólidas convicciones se reblandezcan, se flexibilicen, se giren copernincanamente si de ayudar a la cuenta de resultados se trata. Por eso decía el hidalgo de los molinos de viento aquello de “cosas veredes, Sancho, cosas veredes”.

Y nosotros, que en ciertos aspectos seguimos siendo Sanchos, las cosas que vemos a diario nos dejan cuando menos atónitos, con cierta tendencia a la estupefacción. El ministro Sebastián, como primera respuesta, dejó caer una suerte de admonición con tufo de amenaza y lenguaje colegial: “empezamos a estar hartos”. La verdad es que no me extraña. No sólo, ni seguro que preferentemente, el ministro, y menos el Gobierno en su conjunto, son los únicos que están “hartos” de los problemas con las entidades financieras. Son millones de españoles los que participan de ese estado de ánimo, y la inmensa mayoría de ellos con mucha mas razón que el Sr. Ministro, porque me temo que ni él ni el resto de los integrantes del Gobierno tienen que acudir a las sucursales bancarias a que le renueven las pólizas, a evitar que le restrinjan los importes autorizados previamente, a que no le multipliquen el coste financiero a base de comisiones y tipos de interés…. Pero son millones los españoles que sin la menor duda andan envueltos en esa labor. Y consumiendo mas tiempo del necesario; en cualquier caso, un tiempo que se ven obligados a hurtar de labores creativas, a trabajar en eso tan denostado antiguamente como la economía real..

Y las Cámaras de Comercio contestan con una encuesta tan demoledora como evidente. Un porcentaje tan brutal como el 80 por 100 expresa hasta qué punto es cierto el sufrimiento de las empresas porque ese es el nivel de las que acudieron a los bancos y tuvieron dificultades. Y para casi todo el mundo se encarecen las comisiones (76%) y para casi todo el mundo se le reduce el importe del dinero prestad (59%). Con estos datos asegurar en público que el responsable de la crisis es el sector real y que menos mal que está la banca para ayudar, es algo mas que una temeridad y, desde luego, que una trivialidad metafísica. Es una provocación en toda regla, capaz de generar una irritación social de consecuencias desconocidas.

Cuando vives en un patio de presos por imperativos de eso que llaman destino -que para mi en demasiadas ocasiones tiene nombre y apellidos, y no metafísicos, por cierto- cuando cohabitas en esas estancias con un mínimo de capacidad de observación, puedes percibir una aparente serenidad en la quietud de los cuerpos desparramados por el cemento, cuerpos inertes, silentes, fuera de cualquier territorio diferente de la posesión química traída a golpe de ingesta de sustancias prohibidas. Pero es una calma pastosa, inquietante. Porque sentimos que se trata de un suelo de cemento regado con gasolina y cualquier chispa puede organizar en instantes un desastre de consecuencias desagradables. Creo que con la que está cayendo sobre la economía, esto es, sobre la vida y hacienda de muchas personas, con el sufrimiento palpable en el diario vivir de millones de familias, la aparente calma que el país respira tiene en cierta medida un paralelismo con ese mundo tan singular, porque la irritación social se encuentra latente, sin desbordar todavía, pero viva, sentida, sufrida. Y en ese clima las palabras de Martin le convierten, no ya en un mal metafísico, sino sobre todo en un pirómano capaz de incendiar la latente irritación social.

Porque no tengo duda de que esa irritación social es algo mas que una de esas premisas mayores propias de los falsos razonamientos. Es una realidad lacerante. No podía ser de otra manera cuando de las cosas del vivir mas inmediato se trata. Pero sobre todo cuando no se comprende nada o casi nada de lo que sucede. No se comprende, pero se sufre. No se entiende, pero nos vemos obligados a soportarlo. Y nada de esto es demagogia. Es un retrato, y no puntillista en exceso, de eso que unos llaman maya y otros la dura realidad diaria. No son incompatibles ambos conceptos, sino mas bien todo lo contrario, pero ahora no toca ponerse a desplegar estas nociones, sino continuar con lo que vengo diciendo.

No se entiende que los bancos cercenen créditos y aumentan intereses y el Presidente formal de su Asociación Patronal diga la barbaridad que dijo. No se entiende que los bancos tengan el comportamiento que evidencian las encuestas y al tiempo publiquen cuentas de resultados abrumadoras y sus consejeros de administración se suban sus retribuciones, mientras sus clientes sufren en sus carnes y en las de sus familias la reducción de sus créditos. No se entiende que todo eso suceda mientras los empresarios se ven obligados a explicar a los comités de empresa las dificultades de tesorería para poder pagar puntualmente las nóminas mensuales. No se entiende que las entidades financieras tengan fortaleza indubitada y, al tiempo, necesiten dinero del Estado para sus avales con el fin de refinanciarse en el exterior. No se entiende que sean fuertes y , sin embargo, el Estado modifique las leyes y las normas contables para permitirles beneficios mas o menos artificiales que estarían prohibidos, según cuentan, en las normas de buen gobierno contable. No se entiende que la ortodoxia cacareada de los reguladores del banco de España ceda ante la manipulación oficial -según cuentan- de los balances bancarios con el fin de evitar una situación de crisis en cadena. No se entiende que la Cámaras de Comercio publique esa encuesta y que Martin siga ahí, en su puesto, a punto de soltar otra de sus trivialidades metafísicas capaces de incendiar el patio de presos. Porque en gran medida esos somos, presos de un sistema financiero que nosotros, y solo nosotros, hemos consentido y hasta aplaudido cuando nos daban créditos sin mas garantías que la palabra y sin mas límite que el que nosotros quisiéramos fijar. Un sistema financiero que después de inundar de créditos a familias y empresas con casi temeridad, compartida, desde luego, en gran medida por los receptores de sus bondades, da la sensación de que trata ahora, con una temeridad siquiera mas peligrosa, de enjugar sus males a costa de los pocos bienes que quedan en el sector real. No es demagogia. Soy enemigo mortal de esa táctica. Pero cuando la realidad se viste con estos ropajes tan dramáticos, describirla no cae en la esfera de semejante instrumental dialéctico, tan usualmente utilizado, por cierto, desde casi todas las instancias políticas.

Y todos sorprendidos con las aparentes contradicciones en el seno del partido gobernante. Sinceramente, no creo que Sebastián, el Ministro, haya dicho nada que no suene a diario en la calle, porque son todos, insisto, o casi todos los que están hartos de la banca, al menos en sentido coloquial y casi todos en sufrimiento real. Y ahora, según parece, el aparato del partido tarta de poner algo de coto al alcance de las palabras del Ministro y hombre de confianza del Presidente del Gobierno en cuestiones económicas.

No entienden nada los españoles. Yo creo que se trata de un reparto de papeles. Un juego tan propio de los políticos como el aquello de la cal y la arena. Decían que esa fue la técnica en los inicios de los gobiernos socialistas, con un Felipe González calmando los ánimos y un Alfonso Guerra recordando las esencias revolucionarias…Un juego que, quizás, se repita hoy. Unos amenazando. Otros quitando hierro. Pero quitar hierro no significa eliminar amenaza. Es un “bueno, no es para tanto…”. Pero, si que es para tanto. Si yo fuera ellos me daría cuenta que los ánimos de la calle están contra la banca de manera nítida y que van a estarlo mas, aunque no proliferen las trivialidades metafísicas. Y que los políticos viven de los votos, no de las coherencias ideológicas. Y que los votos se nutren de emociones mucho más que de razones. Y que ningún político dejar de traducir en comportamientos las pasiones sentidas en la calle, sobre todo cuando no les incomoda en lo ideológico y les viene muy bien en lo de cuotas de poder. Así que yo personalmente me tomaría la cosa muy, pero muy en serio.

Davos, el foro financiero por excelencia, no sabe qué sucede, ni adónde vamos, ni cuáles son las soluciones a los problemas por ellos creados. El sistema financiero español es tan sólido que tiene que restringir créditos y pedir ayudas al Estado. Los socialistas desde una plataforma claman y desde la otra calman. Ni siquiera les piden a los banqueros que se expliquen en el Congreso, y eso a pesar de recibir ayudas públicas…. Miedo. Hay miedo, desconcierto, falta de ideas, ausencia de soluciones. Ayer alguien me decía que vivimos en un desierto de ideas, atemorizados, atenazados una vez mas por la magnitud de los problemas, esperando soluciones milagrosas, un despertar feliz de una pesadilla insufrible. Pues no. Lo que sucede es que unos por unas razones y otros por otras, nadie es capaz aportar soluciones creíbles, aunque sean soluciones lejanas. Me temo mas: nadie se siente legitimado para hablar con claridad porque todos se sienten coautores de la situación aunque se nieguen a reconocerlo, pero tienen miedo de que si hablan le arrojen sacos de evidencias a la cara.

Mientras tanto la sociedad sigue esperando aturdida, cansada, harta. Al menos ese estado, si se tiene la necesaria calma, propiciará la mejor comprensión de como funcionamos como conjunto. Al menos eso espero, pero sin desesperar porque experiencia, lo que se dice experiencia, de eso tenemos unos cuantos sacos. Cosas veremos, desde luego, pero si leemos historia no veremos como individuos de hoy nada que no hallamos visto como humanidad. Si sirviera para algo…