Nunca había asistido a un acontecimiento de ese tipo así que observé con detalle todos los rituales y escenificaciones de ese sociodrama tan conocido. Era mi primera vez y sentí mucha curiosidad antropológica. Estuve atento a todo lo que ocurría, pero sobre todo, al comportamiento de la gente, la gestión de sus emociones, privadas y colectivas, y la forma de racionalizar tal evento.
En el palco estaba el jefe de la oposición, Rajoy, y todas las personalidades pertinentes que asistían con emoción algunos y con expectación otros a esas instalaciones lúdicas creadas para divertir al pueblo. Supongo que su presencia daba rigor e importancia al evento y además, alguien que aspira a gobernar, debe saber hacerlo desde lo más sencillo, que es apelando a la célebre manía de dar al pueblo alimentos –hoy día llamados servicios sociales o Estado del Bienestar- y entretenimiento –de muy baja calidad, por cierto- para mantener a la masa tranquila y de paso ocultar o disimular hechos que podrían revelarse como controvertidos o incómodos.
Empezó la función con música, mucha música. Luego silencio. La gente se agolpaba en los asientos bien ordenados. Mi amiga era la única mujer del palco, cosa que contrastaba en un mundo, ese, totalmente masculino, sexista y recio. Al acto estaba permitida la entrada a mujeres y niños, pero no su participación en el juego, la cual, como en otras instituciones arcaicas como la Iglesia o la Masonería ortodoxa, está vetada. No deja de ser curioso que esto cause polémica en las instituciones religiosas pero no en las deportivas, como si fuera culturalmente aceptado que el hombre y la mujer son iguales socialmente, incluso deberían serlo a la hora de ordenar el “misterio”, la religiosidad o la espiritualidad, pero no en el deporte. Extraña esta hipocresía lúdica a no ser que la entendamos como una nueva religión que impone su patriarcado exclusivo.
Así que once hombres vestidos de rojo (allí les llamaban “la roja”) y once hombres vestidos de amarillo se enfrentaron unos a otros a la búsqueda, control y posesión de un objeto redondo que llaman “balón”. Me llamó la atención la uniformidad del vestuario, supongo que con la intención de hacer más fácil el juego y de paso alinear a los individuos en cierta cohesión grupal. Había, sin embargo, un matiz diferenciador en las botas, donde cada uno, y de forma más o menos libre, podía entronar su ego eligiendo el color y la marca preferida. Así que el control se manifiesta sutilmente no solo sobre el balón, sino sobre los individuos que lo mantienen, de los cuales se espera un comportamiento ejemplar, pero sobre todo, obediente y manifiestamente entregado a la causa, dejando el halo ilusorio –pobre expresión de libertad- a la hora de elegir sus botas. Un control que desde análisis macrosociológicos se expande hacia la sociedad total. Una especie de lavado de celebro que empieza en los “entrenamientos”, que sigue en las “concentraciones” y que termina en las ruedas –ruedos- de prensa con explicaciones vacuas, sencillas y carentes de inteligencia que la masa acepta, analiza y discute. Dicha alineación es practicada desde muy pequeñitos, pues esta es la forma que tienen nuestras sociedades de moldear al individuo en ilusiones y fantasías y mantener pasiva su creatividad o motivaciones esenciales encauzando muy sutilmente sus anhelos a meras quimeras futboleras.
El “campo”, visto en formato real, parece mucho más pequeño que esos macro espectáculos televisados que todo lo exageran tanto y donde parece que el esfuerzo de los “futbolistas” (así llaman a los hombres vestidos de multicolor) es desorbitado. Pero en realidad no hay tal esfuerzo. El campo es pequeño y no kilométrico como en la sabana africana. La yerba está bien cuidada y si caes no hay cocodrilos en ningún estanque, ni serpientes, ni escorpiones peligrosos. Como el balón sólo lo puede poseer una persona, los otros veintiún miembros se aburren o pasean de arriba abajo. Visto así, no lograba entender las cantidades astronómicas que se pagan a estos críos de veinti pocos años por jugar a un juego obscenamente estúpido, aburrido y sin ningún otro interés o función social que el de mantener a la “masa” entretenida.
Y la masa sólo se inquietaba o se emocionaba cuando en el campo había “dureza”. Una patada, un empujón, un insulto. Entonces se creaba expectación, tensión y cierta alegría colectiva acompañada de rabia, enfado o fastidio dependiendo de quién hiciera la agresión. Y entre los hinchas… bueno, esto fue lo más patético, así que mejor no comentarlo.
Violencia, mucha violencia integrada en esas emociones reprimidas. Y la violencia estaba implícita y explicita en muchos detalles. Primero, cada tres metros, había un guarda de seguridad que miraba atentamente las gradas y controlaba que todo estuviera en orden. Detrás de ellos, otra fila de policías que doblaban la “seguridad”. Por un momento pensé que estaba en una cárcel, en un campo de concentración (nunca mejor dicho) o en un auténtico y futurista circo romano, donde los gladiadores, algo más civilizados, buscaban no la sangre corporal de sus víctimas, sino la sangre vital y emocional de las mismas. Tanto monta.
El “partido” en sí me aburrió como una ostra, pero el espectáculo social me pareció alucinante y digno de estudio. El ver como nos engañan… como nos manipulan… como nos amansan… El sentir ese “pan y circo” para todos… El comprobar lo fácil que resulta dejar de pensar o fijar la atención en ese objeto redondo socialmente endiosado que necesita ser buscado, controlado y poseído para conseguir el objetivo de ser el mejor, de ser el ganador de la partida, de ser, en definitiva, el más estúpido entre los estúpidos…
Realmente me asustó lo vivido y experimentado en esas dos horas de “entretenimiento”. Me preguntaba porqué la sociedad es capaz de gastar tantos y tantos esfuerzos inútiles en espectáculos como ese y no es capaz de solucionar problemas tan complejos como el paro o el hambre en el mundo (aquí viene ahora la demanda demagógica). Hemos abandonado nuestros deberes como personas, nuestros deberes como sociedad civil, nuestros deberes como ciudadanos del mundo. Hemos abandonado nuestras obligaciones más esenciales, nuestros proyectos más vitales, a la espera, única y exclusivamente de “pan y circo”, donde nuestra única responsabilidad y nuestra única expresión de libertad se antoja en elegir “1”, “X” o “2” en las quinielas de turno. El fútbol ha sido capaz en nuestros días, en sustitución quizás de la concepción epidérmica y marxista de las religiones de antaño, de hacer soportable nuestra infeliz conciencia de servidumbre y esclavitud. Bienvenido sea el fútbol, la nueva religión social que, en boca de Heine, derrama en el amargo cáliz de la sufriente especie humana algunas dulces, soporíferas gotas de opio espiritual, algunas gotas de amor, esperanza y creencia.
Breve antropología del fútbol,
Oí que Rajoy se lee de pe a pa el Marca todos los días.
Moraleja: La «
Tragedia de Heysel» no sólo se escenifica en cada partido de fútbol.P. S.: Para echar a correr o pa mear y no echar gota… 🙁
Buenos días:
No me gusta el fútbol, prácticamente no me gustan los deportes y menos si son televisados, me gustaban el tenis y la hípica, pero de una parte aquí ni los veo y casi, los he dejado de practicar.
Estoy cogiendo manía a todos los deportes.
¿Motivo?, pues porque nos saturan a deportes, futbol, motos, tenis, coches…todos los días y a todas horas.
Es la única materia, donde todos los gobiernos, que han existido en este país, se han puesto de acuerdo en apoyar dicha disciplina.
Todos querían ganar medallas con ello, y lo han logrado. Hemos pasado de ser un país donde no ganábamos ni una sola medalla a ganarlas prácticamente todas.
Que pena que los gobiernos de este país no se preocupasen de ganarlas en tecnología, medicina, investigación y en muchas otras asignaturas pendientes en las cuales estamos al final de la cola.
Pero claro, el deporte es el nuevo opio del pueblo y lo único que le ha interesado a nuestra casta política es drogar a la población, dormirla, atontarla, prefirieron eso, a tener una población preparada, no vaya a ser que se les rebelasen.
Hombre, a cada cosa hay que sacarle lo bueno. Por ejemplo, esta moda que se ha puesto de unos años para acá en las cafeterías con terrazas, grandes televisores ultraplanos para seguir los partidos, ha logrado que la gente (señores y señoras) se reúna en las grandes ciudades, como se hacía y se hace en los bares de nuestros pueblos, de esta manera se relacionan, bromean, conviven, se distienden.. consumen sus cervecitas, sus whiskitos,…
A mi me gusta mucho ver esos grupos de amigos fieles en torno a una mesa, colocándo las sillas como si estuvieran frente a un escenario. Me gusta, es convivencia, es compartir, mejor que tumbados en casa, solitarios y como dice Manuela consumiendo opio por un tubo.
El lado bueno de las cosas.
Lo demás ya lo sabemos.
Javier, muy interesante tu narración, pero… vayamos al grano!!
¿¿¿¿Como quedo el resultado del partido????
Me parece bien que no te guste el futbol,pero decir que es estupido algo solo porque a ti no te gusta o no lo comprendes, me parece demasiado Javier.
El futbol es un deporte aunque hoy en dia a veces puede haber mas de espectaculo que de deporte.
Me pregunto si no hay ningun deporte que te guste o que hayas practicado, seria una pena para ti el deporte es una de mas actividades mas satisfactorias y que mas forman el caracter.
Respecto a la difenrencia hombre-mujer es obvia al ser el deporte una actividad fisica, en su momento Monica Seles, la numero 1 del mundo en tenis femenino, nunca gano a hombres que estuvieran entre los 100 primeros del ranking mundial, ponerlos a competir juntos no seria real.
Menos mal que reconoces que el articulo tiene parte de demagogia, para mi es casi todo demagogia.
Un saludo.
No sigo el fútbol. El único aspecto que me ha interesado siempre es la capacidad que tiene para movilizar a millones de personas. Movilizarlas no sólo en el sentido físico, desde sus casas al campo de césped, sino influir también en hábitos y conducta de forma muy profunda, tanto que a veces llega a la incongruencia, a lo absurdo, a la falta de coherencia… ver a una persona comprar una bufanda en pleno verano, y no sólo comprarla sino ponérsela… oír al más tímido gritar, y no sólo gritar sino insultar como si fueran a oírlo las miles de personas que lo rodean –también gritando- … comprar camisetas horterísimas del equipo en cuestión con el nombre de otro, si al menos llevara el nombre de uno … ver a los dirigentes del equipo con halo de jefe de estado declarando ante los mass media sólo banalidades … ver a algunos que, en otros momentos, llaman fascista al que porta una bandera española y en el fútbol se pintan la cara con esos colores … ¿qué es lo que tiene?. Siempre me he preguntado esto.
En el mundial que se celebró antes de verano, al ver la expectación que creó al ganar la Selección de equipos españoles –que no ‘la roja’- me puse a buscar información que me pudiera aclarar esa pregunta. Encontré un texto que podría explicar algunas cosas. Fue escrito en 1985 por el entonces Arzobispo de Munich Joseph Ratzinger y actual Pontífice Benedicto XVI:
“Con su periodicidad de cuatro años, el Campeonato Mundial de Fútbol demuestra ser un acontecimiento que cautiva a cientos de millones de personas. No hay casi ningún otro acontecimiento en la tierra que alcance una repercusión de vastedad semejante. Lo que demuestra que con ello está tocándose algo radicalmente humano, y cabe preguntarse dónde se encuentra el fundamento de este poder en juego.
El pesimista dirá que es lo mismo que en la antigua Roma. La consigna de las masas rezaba panem et circenses, pan y circo. Pan y juegos son, mal que nos pese, el contenido vital de una sociedad decadente que no conoce ya objetivos más elevados. Pero aun cuando se aceptara este juicio, no sería en modo alguno suficiente.
Cabría preguntar todavía: ¿en qué estriba la fascinación del juego como para que llegue a ocupar un lugar de igual importancia que el pan? Con la vista puesta en la antigua Roma podría responderse de nuevo que el grito de pan y circo es propiamente la expresión del anhelo por la vida del paraíso, por una vida de satisfacción sin fatigas y de libertad plenamente realizada. En efecto, este es, en última instancia, el contenido del concepto de juego: un quehacer del todo libre, sin objetivo y sin obligación, y un quehacer que, además, tensa y emplea todas las fuerzas del ser humano.
En este sentido, el juego sería entonces una suerte de intento de regreso al paraíso: salir de la esclavizante seriedad de la vida cotidiana y de sus cuidados por la vida a la seriedad libre de lo que no necesariamente tiene que ser y que, justamente por eso, es bello. Frente a ello, el juego trasciende en cierto sentido la vida cotidiana; pero, sobre todo en el niño, tiene aun antes otro carácter: es una ejercitación para la vida, simboliza la vida misma y, por decirlo así, la adelanta en una forma plasmada con libertad.
Según mi parecer, la fascinación del fútbol estriba esencialmente en que reúne esos dos aspectos de forma muy convincente. Obliga al hombre ante todo a disciplinarse, de modo que, por el entrenamiento, adquiera la disposición sobre sí mismo, por tal disposición superioridad, y por la superioridad libertad. Pero después le enseña también la cooperación disciplinada: como juego de equipo, el fútbol lo obliga a un ordenamiento de lo propio dentro del conjunto. Une a través del objetivo común; el éxito y el fracaso de cada uno están cifrados en el éxito y el fracaso del conjunto. Finalmente, el fútbol enseña un enfrentamiento limpio en que la regla común a la que el juego se somete sigue siendo lo que une y vincula aun en la posición de adversarios y, además, la libertad de lo lúdico, cuando se desarrolla correctamente, hace que la seriedad del enfrentamiento vuelva a resolverse y desemboque en la libertad del partido finalizado. En calidad de espectadores, los hombres se identifican con el juego y con los jugadores y, de ese modo, participan de la comunidad del propio equipo, del enfrentamiento con el otro, así como de la seriedad y de la libertad del juego: los jugadores pasan a ser símbolos de la propia vida. Eso mismo actúa retroactivamente sobre ellos: saben, en efecto, que las personas se ven representadas y confirmadas a sí mismas en ellos.
Naturalmente, todo esto puede pervertirse por un espíritu comercial que somete todo eso a la sombría seriedad del dinero, y el juego deja de ser tal para transformarse en una industria que suscita un mundo de apariencia de dimensiones horrorosas. Pero hasta ese mismo mundo de apariencia no podría subsistir si no existiese la base positiva que subyace al juego: el ejercicio preparatorio para la vida y la trascendencia de la vida hacia el paraíso perdido. No obstante, en ambas cosas hay que buscar una disciplina de la libertad; en la vinculación a la regla, ejercitar la acción conjunta, el enfrentamiento y el valerse por sí mismo. Si consideramos todo esto, tal vez podríamos aprender de nuevo la vida a partir del juego. En efecto: en él se hace visible algo fundamental: no sólo de pan vive el hombre; más aún: el mundo del pan es en definitiva sólo el estadio preliminar de lo propiamente humano, del mundo de la libertad. Pero la libertad vive de la regla, de la disciplina que aprende el actuar conjunto y el correcto enfrentamiento, el ser independiente del éxito exterior y de la arbitrariedad, y de ese modo llega a ser verdaderamente libre. El juego, una vida: si profundizamos, el fenómeno de un mundo entusiasmado por el fútbol podrá ofrecernos más que un mero entretenimiento.”
Disculpad el ladrillo. Gracias Javier por tu artículo.
Pues el otro día precisamente salí a dar un paseo en bicicleta, era domingo, sorprendente domingo lúdico, recorrí la huerta murciana, después me vi una carrera de coches que consumían energía alternativa y acabé viendo un partido de futbol de chicas, femeninas aunque con un pedazo de piernas increíbles, había bastante público, los hombres disfrutaban del espectáculo con una sonrisa de lado a lado, encantados con estas mujeres que jugaban tan bien, profesionales, respetando las normas y eso… en su sitio cada una, defendiendo su espacio. Son distintas experiencias sobre este deporte, pero entiendo lo que quieres decir Javier, muy bien desarrollado por Sotomayor.
Futbol y sueños, quizá tenga algo que ver:
…Que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.
http://www.youtube.com/watch?v=uwBDRBua__U
En una corte lejana, Segismundo, el príncipe heredero, está preso en una torre. Rosaura, una noble dama, disfrazándose de criada, le ayudará a escapar de su prisión y llegar a convertirse en Rey…
«Es verdad; pues reprimamos esta fiera condición, esta furia, esta ambición, por si alguna vez soñamos; y sí haremos, pues estamos en mundo tan singular, que el vivir sólo es soñar; y la experiencia me enseña que el hombre que vive, sueña lo que es, hasta despertar. Sueña el rey que es rey, y vive con este engaño mandando, disponiendo y gobernando; y este aplauso, que recibe prestado, en el viento escribe, y en cenizas le convierte la muerte, ¡desdicha fuerte! ¡Que hay quien intente reinar, viendo que ha de despertar en el sueño de la muerte! Sueña el rico en su riqueza, que más cuidados le ofrece; sueña el pobre que padece su miseria y su pobreza; sueña el que a medrar empieza, sueña el que afana y pretende, sueña el que agravia y ofende, y en el mundo, en conclusión, todos sueñan lo que son, aunque ninguno lo entiende. Yo sueño que estoy aquí de estas prisiones cargado, y soñé que en otro estado más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.»
Querido Javier, el fútbol es así:
Un grupo de personas tiene un objetivo, meter mas veces el balón entre los cuatro palos del otro que las veces que lo meten en el tuyo.
Es un juego.
A partir de ahí, este juego ha ido adquiriendo unas normas. Tiempo de juego, normas.
Juegan 11 y solo uno de ellos puede tocarla con las manos.
Este se llama portero y se pone debajo de su puerta, tiene unas características de deportista que pueden ser, reflejos, flexibilidad.
Luego suelen poner 4 en la defensa, estos jugadores tienen otras características, son los mas fuertes, no son los mas hábiles con el balón pero su objetivo es destruir las jugadas que el contrario pueda crear y que no lleguen al portero.
Luego hay otros 4 en la zona media, la característica de estos es la inteligencia, crean en su mente la posibilidad de jugada para hacérsela llegar con facilidad a los dos que quedan mas arriba.
Estos 2 últimos, son los mas hábiles, no tienen que ser fuertes, pero si hábiles, los buenos delanteros, te dejan con la boca abierta de lo que pueden hacer, parece que tengan manos en lugar de pies, son especiales muy especiales por esas virtudes.
Todos estos tipos de personas tienen que formar un equipo, tener un objetivo común, trabajar los unos para los otros, ser conscientes de si mismos y poner por encima el objetivo del grupo, es un juego, maravilloso de compenetración, mezclado con arte y esfuerzo físico.
Ya lo del publico, no se, hay de todo claro, es un deporte de masas, pero es bellísimo.
Tres palos…
😉
¡Qué poca gracia ha hecho tu post Javier!
a las intervenciones me remito…
En general son las grandes verdades las que suelen doler más..
Probablemente el retrato que haces del ambiente que se respiraba en el evento no se corresponda al sentimiento total de la población mundial del que le guste el fútbol, sin embargo, qué duda cabe que retrata a la perfección una parte considerable del aficionado a este deporte tan original.
Enhorabuena por tu atrevimiento.
Pues no sé qué decir ante este artículo del amigo Javier. Por una parte estoy de acuerdo en lo absurdo de toda la parafernalia que hay alrededor de este deporte de masas, sobre todo en los desorbitados salarios que perciben, no sólo las grandes figuras que ganan en un mes más que muchos muchísimos españoles en 40 años, sino también cualquier jugador de «clase media» que sin llegar a tanto también tienen absurdos salarios, y más en una época como la actual donde se dice que no hay dinero.
Pero por otra parte, si nos limitamos a su vertiente meramente deportiva, es un juego en equipo donde se desarrolla la para mí gran virtud de trabajar todos para todos, siendo cada vez peor visto la existencia de la clásica figura que pretende sea el equipo el que trabaje para él, sin que se preocupe en colaborar con sus compañeros en las más feas o cansinas labores defensivas.
Esta filosofía de que incluso los grandes ídolos deben ponerse el mono de trabajo para ayudar a sus compañeros, es una buena filosofía que cada vez es más apreciada en el fútbol moderno en aras del bien común del equipo por encima de las ansias de protagonismo personal de las figuras. Y dado el gran poder mediático de este deporte, esta bella filosofía va también calando en las nuevas generaciones, lo cual aunque sea de manera indirecta, creo que es un logro muy importante para todos aquellos que saben que la solución a todas las calamidades que nos asolan consiste en una nueva educación que fomente el valor del grupo, en este caso equipo, por encima de los intereses personales.
Pues muchas gracias a Javier por sus diatribas contra el fútbol que posibilitan que incluso de algo tan aparentemente inocuo se puedan obtener algunas enseñanzas.
Gracias por tus reflexiones, que no me son ajenas.
He estado dos veces en el fútbol, nunca en los toros. Un partido Real Madrid-Zaragoza al que me llevó mi padre creo que en 1965 y un partido Elche-Real Madrid al que me llevó mi abuelo creo que en 1967. En el del Zaragoza creo que Zoco metió un gol. Pero de chaval fui a muchos partidos de baloncesto, y ahora me recuerdo incluso en alguno insultando al árbitro.
Imagino que todos tenemos que pasar en esta u otra vida por esas experiencias primarias, primitivas, de enfadarnos hasta insultar al pobre árbitro.
El astrónomo Carl Sagan dijo una vez que lo que hacía que los estadounidenses no fueran a la guerra civil era el partido de béisbol de los lunes por la noche. Como droga de masas, el fútbol y el deporte calman a la sociedad. Las pasiones, las tensiones, se sueltan en el estadio.
Pero el tiempo que la sociedad dedica a este asunto es, creo, un despropósito. Futbolistas millonarios y entrenadores a los que los medios dedican portadas y portadas, y que dicen muy pocas cosas interesantes, toos son clichés (de vez en cuando surge un estadista, como Del Bosque). Unos corren detrás de un balón, otros dan vueltas a un circuito a toda velocidad, otros juegan al tenis… Todo esto forma parte de una gran ilusión, de un maya colosal, que se reinventa cada día y crece sin parar. El objetivo: la fama, la gloria, ser millonario.
No hay nada malo en ello, podemos pensar. Objetivos mundanos legítimos. Pero si pensamos un poco, si lo hay. Somos incapaces de coordinar políticas que saquen de la miseria y la hambruna a cientos de millones de personas pero como bien explicó Juan Armas con los cementerios de elefantes, que no nos falten estadios, ni polémicas, ni declaraciones, ni verborrea, ni querellas entre unos y otros. Menuda cacofonía. Acabamos de verlo en los juegos de la Commonwealth en Nueva Delhi y en las lindezas que se dicen hoy los del Barça (mañana serán los de otro equipo).
¡Gran pereza!
Churchill dijo a propósito del golf (que nunca practicó): “es un juego muy extraño en el que hay que meter una pelotita muy pequeña en un agujero también muy pequeño con instrumentos poco apropiados para ello”.
El deporte es magnífico. Pero aquí nos hemos pasado, pienso yo.
Año 2000. El Real Madrid jugaba la final de la copa de Europa. Mi salida del trabajo coincidió con el final del partido. Mi trayecto en metro hasta mi domicilio arrancaba entonces en una estación que es inicio de línea hasta Sol y trasbordo en esta estación de metro.
Fuí de los primeros en subir al metro y estación tras estación el metro se fué llenando. Decenas de personas enfundadas en sus camisetas blancas circulaban destino a la Cibeles para celebrar la victoria. No faltaban (como si fueran parte del unifirme) las bebidas alcohólicas.
Me sorprendía cómo una celebración de una victoria se convertía en la excusa perfecta para olvidar toda conducta cívica.
Transcurridas cuatro o cinco estaciones de metro comenzaron los cánticos «Culé el que no salte es…¡¡¡» mientras el conductor del metro pedía calma y no menos de 50 personas saltaban al unísono en el interior de un vagón de metro en marcha que se movía de lado a lado.
Por fin llegamos a Sol, estación de metro en la que yo tenía que bajarme. El resto de mis «compañeros de viaje» continuaban hasta la siguiente estación de metro (Banco de España), donde les esperaba la fiesta. Cuando pedí paso para salir y poder seguir rumbo a mi casa, alguien dijo «todos a la Cibeles…¡¡¡», así que para que discutir. Ahí me ví camino a la Cibeles sin quererlo.
Y para que mencionar el espectáculo de la Cibeles. El Samur tenía instaladas tiendas de campaña para atender a los heridos frente al Banco de España por diversas peleas que se habían producido.
No reinaba en el ambiente ningún sentimiento de unidad, de celebración, de orgullo por la victoria. La escena vivida me recordaba a esas películas en las que la polícia está en huelga y la ciudad es arrasada por el vandalismo. Me resulto curioso, muy curioso lo que ví.
Nunca me ha atraído el fútbol por diversas razones. Considero que el deporte debe ser algo que una, que represente unos valores de convivencia, de confraternidad, de respeto por el contrario, de honra al que vence legítimamente. Y entorno al fútbol me cuesta encontrarlo.
Estimado Javier:
Parece que tenemos la misma visión cuando vamos a un campo de fútbol.
No soy futbolero, me declaro afutbolero, ni me gusta ni me disgusta el fútbol, salvo causas de fuerza mayor (selección española), prefiero desviar la mirada hacia lo que ocurre a los lados. He tenido que ir a muchos partidos de diferentes estadios por razones que no vienen al caso y he disfrutado mucho con los gestos de los demás. Me encantaba examinar a las personas cuando están viendo un partido en un estadio de fútbol, he tenido la suerte de poder compartir canapés y cava en un palco del Bernabeu y en el del Calderón (son mejores los del Calderón) y bocadillos de chorizo frito en las gradas de la Romareda tras pasar escondida la correspondiente bota de vino entre la ropa.
Son sentimientos en estado puro, gente que llora y ríe, seres capaces de pasar de la más absoluta de las miserias a todo lo contrario y viceversa. Gente que abraza a quien no conoce y sonríe y hasta besaría a su mayor enemigo y asesinaría al contrario, gente que no perdería la compostura ni aun encontrando a su mujer con otro, suplicando de rodillas un gol a Dios. El ser humano formateado.
Es alucinante, el de al lado, que no te conoce y que quizá no te saludaría ni en el ascensor, de repente te empieza a contar lo que haría él y su versión de la jugada y si le das cuerda termina confesándote lo inconfesable…
Siempre me he preguntado que tendrá el fútbol, para mover tantas masas, si mañana nos suben los impuestos al doble de lo que nos pidan y quitan las pensiones a los menores de 108 años, aquí no pasa nada, ahora…, si se perdiera una final por culpa de un dudoso penalti se declararía una guerra.
He visto gente desvalida levantarse de golpe y sin ayuda de su silla de ruedas para seguir el balón con la vista, mujeres que entre semana sonrien por vergüenza con la boca cerrada, luciendo sin complejos una sonrisa sin dientes de oreja a oreja, he visto besar las bufandas como si se tratara del manto de la Virgen del Pilar en la sala de espera de un quirófano, he visto como una pareja suspendía la cena y probablemente la faena por culpa de un resultado, he comprobado como personas que luchan por la justicia y la igualdad social en su hábitat natural, amenazaban de muerte al contrario y como llamaban continua y xenófobamente a un jugador por su color, lo más pacíficos serian capaces de degollar al árbitro y comerse después sus entrañas.
A veces pienso que el fútbol es una válvula de escape para la presión a la que está sometida la sociedad, parece que si el fútbol no existiera habría que inventar algo para que la gente descargara su energía sin necesidad de matar al jefe ni de tener que echar a nadie a los leones.
Las quinielas y el fútbol no tienen nada que ver con el partido.
Buenas tardes.
Gracias por el artículo, te leí ayer y no pude pararme a responder, a la noche dijeron en la tv que España era uno de los países donde la gente se considera más feliz, achacan al fútbol parte de ese estado…no sé de dónde sacan los datos.
A mí no me gusta y me parece un escándalo los dineros que se mueven en torno a ello, oye 😉
Hola a todos,
Gracias a Javier León, por este artículo,.
Como crítica hacia el tema, según me parece que usted lo enfoca, es uno de los asuntos más delicados, y difíciles de «tocar»…. mucho más que los toros….. ya que esta aficción se incrustó en la sociedad española de tal forma… que aquí hoy por hoy no hay nada que hacer….
Se critique como se critique, y con toda la verdad por delante….. pero esto cristalizó y para tiempo creo…..
Al menos es uno de los entretenimietnos «nacionales» en los que «parece» que no hace daño a nadie…. al que le guste bien y al que nó que no lo vea, o no lo siga….. COMO YO.
Hoy al menos, con la variedad de canales de TV, uno se pude permitir distanciarse, en un dia y horas concretas, en domingo, sin tener por ello
«fastidiarse» y quedarse sin TV, como ocurrria en los años 60 y 70, cuando solo dse disponía del un único canal. Domingo por la tarde de entonces, FUTBOL, o apagar la tele. Aunque fuesen solo dos horas, entonces yo como niña, me parecía una eternidad… y como a mi padre tampoco le gustaba…..
Este es uno de los temas que más indiferencia en los últimos años me causó, y al mismo uno de los temas que más malestar me causa, cuando sobre ello pongo mi atención.
Sobre todo el malestar se debe precisamente a todo lo que J.León apunta sobre este fenómeno de la sociedad. Las cantidades disparatadas de dinero que esto ha llegado a mover como algo habitual, en torno a una sola «figura», en una sociedad que aún está tan falta de soluciones, que no llega a erradicar cosas mucho más importantes, sino que por el contrario ha desmejorado tanto y de forma seria….
Todo este tinglado e imperio, que el Futbol se ha montado, en medio de esta sociedad, no es más que una contracorriente, que ha ido ganando potencia mientras que el lugar desde donde se sustenta se debilita…. Sobre todo en los últimos años cada vez me atrajo más este fonómeno en sentido ofensivo para mí, molesto y humillante.
Lo peor de todo, es que es uno de los fenómenos disparatados, en los que no se puede culpar a esferas concretas, porque es algo apoyado y alimentado por la misma sociedad.
Claro que es una forma de «entretenerse»… pero hoy en dia ya se pasó de la raya, por el negocio/os que de ello se ha permitido.
Nunca entendí, aunque es una de las cosas que está clarísimo para mí, que debo y quiero respetar….
pwero nunca entendí, desde el principio de la historia del futbol en España, porqué tanta gente
se vuelca en seguir estos juegos, como meros observadores. Nunca me convenció este pasatiempo, como espectador. Y me pareció siempre algo pobre, por parte de los que así lo viven… aunque por ser algo tan personal, y no causante de males, lo respeté en los demás. Siempre he pensado que tienen un gusto que yo no comparto, pero… es el gusto de ellos….
Recuerdo en los años 70, cuando en Domingo o ya sábado por la tarde, cuando se llevaban los tránsistores, no había nada que más me deprimiese, que encontrarme en algún parque y escuchar la retransmisión de algún partido de futbol, desde uno de esto aparatitos pegado a la oreja de alguien que paseara por el lugar.
La voz del comentarista y sobre todo cuando decía goooollll….. gooollll… goooollll…. durante los últimos rayos de sol de las tardes de domingo… YO ME SENTÍA MORIR….. aunque les parezca exagerado, así era conmigo….
¿Y qué pensaran cuando les diga, que éste, fué uno de mis primeros y favoritos deportes que practiqué? ¿Contradictorio? No.
Cuando yo tenía once años, en el colegio, que era
estatal y privado al mismo tiempo, como un número reducido de alunmos, y unos maestros muy jóvenes y modernos, con un buen material por suerte, en este colegio algo especial….
en aquel curso, que instalaron unas porterías de balon mano, en el patio, y un buen valón de reglamento que la empresa nos proporcionaba, Don Jerardo nuestro querido profesor de ciencias, nos «introdujo» en este deporte.
Empezamos durante los recreos, los niños contra las niñas…. después a los seis meses, teníamos tanta aficción, que ya eramos un buén equipo.
o mejor dicho dos. El de los niños y el de las niñas, del úlrimos curso, que eramos los más mayores, (los pequeños miraban)
Al siguiente curso, como siempre eramos los mis mios alumnos y maestros, seguiamos en el mismo «plan» solo que algo más avanzadillos…..
ya no era solo los recreos, sino frecuentemente, en la primera media hora de la tarde (a las 15h.)
con doce años ya estaba claro que yo era defensa derecha especialmente, y a veces delantera….
pero lo mio era defensa derecha….
Con trece años y este el últimos curso en este colegio, éramos realmente buenos y buenas jugando. Sobre todas las niñas…. y a mí me encantaba jugar al futbol.
Jugábamos bajo el sol, la lluvia, la nieve a veces….
Venían al terminar las clases a las 17¨h. niños de más edad que nosotros, casi hobrecitos, de otros lugares, a echar partidos de futbol contra nosotras. Decian que no podían creerse que unas niñas jugaran tan bién como nosotras.
Esque realmente tampoco vieron a ninguna niña jugando al Futbol.
Y los partidos eran serios e intensos, y les costaba a veces trabajo ponerse a nuestra altura, por lo que valoraban nuestro juego.
Entonces sí que yo disfrutaba con el futbol.
Solo en ese aspecto, jugándolo yo personalmente. Como un deporte más, en el que ejercitar mi cuerpo, mente y espíritu.
Y en esto el futbol es una via tan buena para estimular y/o desarroyar algunos aspectos del ser humano, como tantos otros deportes.
Por esto nunca entendí porqué, tanta gente se conformaba hasta hoy, solo con mirar desde la grada, o el televisol, y dicen o decian entonces, que eran aficcionados ….
¿pero aficcionados a qué?
Saludos.
Disculpen por… por… por…
-TelevisoR-
y no televisoL…je je…
Lo importante no es la cosa, si no es el sentido que le da cada uno. Para personas que como yo que se han criado entre un barrio de Madrid llamado Manoteras donde mi vecino era el asesino del Juego de Rol al que conoció Mario en Alcala-MECO y un barrio de Ferrol llamado Caranza donde hay más droga que árboles, el fútbol ha significado mi bomba de oxígeno donde poder disfrutar y aprender unos valores, tanto en el Real Madrid como en el Racing de Ferrol que me han servido en muchos aspectos de mi vida. Me han ayudado a madurar y a formarme como persona.
Respeto cualquier opinión… pero preferiré que mis hijos sientan pasión por un deporte donde se pueden inculcar valores colectivos a que estén en una esquina fumando porros o todo el día enganchados a internet.
El fútbol es así……