Cosas de la madrugada

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No sospechaba que el post -como le llama Joaquín Tamames- “Buscando mas allá de la superficie” provocara comentarios de la calidad de los que he podido leer esta madrugada. Ayer, en lo profano, resultó un día duro y en algunos otros aspectos también. Ahora que he podido detenerme en comentarios como, por ejemplo, el de Nekane cuando escribe “lo importante es el estado de conciencia, la disposición a dejarse sacudir, a renunciar a lo viejo mientras el talento se expresa, a fundirse con la acción, a plegarse a cualquier consecuencia sobre sí”, siento que lo que estamos haciendo al construir diariamente este blog, al dedicarle un trozo de nuestro tiempo, puede merecer la pena.

Marta opina, a propósito de las consideraciones sobre LLuch, que “los sistemas de poder basados en conocimientos ocultos se están desvencijando. Algo tan cotidiano y tan simple de utilizar como internet y las telecomunicaciones ha abierto la puerta de entrada a todos los iniciado al Camino, sin ritos, sin ceremonias, con el único sacramento de querer conocer la Verdad propia, y como único Maestro el propio Corazón. El acceso a toda esta información nos da alimento intelectual , que probablemente en el iniciado -si es que se le quiere llamar así- le reconduzca al Camino del Corazón”. No estoy seguro que coincida con ella, al menos en la integridad de su mensaje.

No creo que existan verdaderos sistema de poder construidos sobre conocimientos ocultos. No participo en modo alguno en la teoría conspirativa que atribuye a unos iluminados, en cualquiera de sus manifestaciones, un conocimiento escondido, poseído en monopolio por ellos mismos, que les sirva para dominar el mundo a su antojo. Hubo una época en la que tal vez esta explicación del devenir humano pudo encontrar cierto cobijo en mis adentros, pero ya no.

Nosotros construimos nuestra historia en base a nuestra conciencia colectiva o de colectividad, como se quiera llamar. Nosotros ajustamos nuestros modos de comportamiento a nuestros modos de pensar. Y, esto sí es cierto, si alguien es capaz, como lo es, por inducción, de introducirnos en el plano casi subconsciente un modo de pensar, conseguirá que tengamos un modo de comportamiento ajustado a sus deseos. Esa fue la tesis de un joven Jospin (años después primer ministro de Francia) ante la Asamblea Nacional Francesa para explicar el modo y manera en el que el pensamiento llamado progresista podría cambiar el mundo. Es correcto lo que dijo, pero no fue el verdadero pensamiento progresista el que se instaló.

El verdadero Sistema de poder se fundamenta en el poder de la inducción, no en la posesión de conocimientos secretos. La fuerza de la inducción en el dominio de las masas es, valga la redundancia, de dominio público; no es posible un sistema sin un medio de comunicación social. Es parte integrante, como lo es el aparato financiero. Por ello en 1.994 escribí que en mi experiencia del poder tres elementos funcionaban en una unidad trinitaria: poder político, poder financiero, poder mediático. Entonces relataba una experiencia, no una tesis teórica. Ahora no tengo la menor duda de que esa experiencia se corresponde con lo que a todos nos toca vivir en los últimos 15 años y previsiblemente seguirá siendo así. A menos que la sociedad tome conciencia de si misma, pero eso no es tan fácil.

No estoy seguro que la información contenida en Internet sirva para que se abra una puerta al Camino, al verdadero Camino, sin ritos y ceremonias. Me gustaría pero quizás las temáticas que muestran las estadísticas como de control preferente en los accesos a la red quizás no pertenecen a ese mundo del camino del corazón. Quizás se dirigen a otros valles menos elevados.

No estoy seguro que el alimento intelectual, entendido como acceso a un información erudita, estimule el Camino del Corazón. En ocasiones crea excesivas turbulencias. Krishnamurti sitúa encima de la mesa el papel del conocimiento: hemos diseñado un lenguaje fragmentario que provoca un conocimiento fragmentario que distorsiona nuestra percepción de lo real. En el libro La Palabra y el Tao he recogido estos versos de San Juan de la Cruz que, curiosa o no tan curiosamente, parecen coincidir con las tesis del filósofo hindú:

Para venir a saberlo todo,
no quieras saber algo en nada.
Para venir a gustarlo todo
no quieras gustar algo en nada.
Para venir a poseerlo todo
no quieras poseer algo en nada.
Para venir a serlo todo,
no quieras ser algo en nada.
Y quédeme no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo.

“ Y quédeme no sabiendo, toda ciencia trascendiendo”. Esta frase me parece de enorme importancia. Seguro que mas de uno será capaz de ver en ella la noción de inactividad propia del Tao, el concepto de “sabio” del taoísmo, que nada tiene que ver con el modelo erudito del racionalismo temprano y tardío. La frase constituye una negación del conocimiento formal, del que se despacha a diario, y ya hace unos cuantos años que murió San Juan de la Cruz, muchos años antes de que Krishnamurti elabora sus tesis sobre lo corrosivo del conocimiento fragmentario.

Precisamente por ello me niego a admitir a la erudición por la erudición como un sendero que conduzca al Camino del corazón. Sea información procedente de internet o de cualquier de las bibliotecas del mundo. No es así. No lo es hoy. No lo ha sido nunca. Máxime después de que eleváramos a los altares a la diosa Razón como único elemento capaz de producir verdadera información. No es eso el hombre. No existe por un razonar, como dijo Descartes. Ni mucho menos.

Afortunadamente somos más, muchísimo mas, que un juego de silogismos, de premisas mayores y menores, de conclusiones mecanizadas. El hombre, el producto individuo se explica mucho mejor por anhelos escondidos en un tarro que por silogismos formales de salón. Por eso es peligroso, porque no siempre los anhelos merecen ser conservados, puesto que en demasiadas ocasiones se alimentan de carne humana.

A mi modo de ver lo importante de internet, aparte de la información, es la comunicación, la apertura de canales al margen de los oficialmente establecidos. Eso es lo que permitiría a una sociedad que realmente quisiera vivirse-a-si-misma, como dirían los existencialistas, el poder estructurarse de modo sustancialmente libre. Pero…

Por ello, el libro del Tao lo concluyo casi con estas palabras:

“Pero el gran problema sigue siendo vivir. ¿Seremos acaso dignos si sintiendo lo que sentimos nos instalamos permanentemente en la artificialidad?
Uno ha limpiado el espejo de la percepción en su primera purga; a partir de ahí ha visto la realidad en su vida de iluminación. Ahora tiene que ser la realidad: algo muy diferente. Para ello se necesita una purga nueva y más potente. No de los órganos de la percepción, sino del mismo templo del uno mismo: ese corazón que es el trono de la personalidad, la fuente de su amor y su querer. (Underhill).
En síntesis: atreverse…”