Cosas del Camino y rezar sin palabras

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Tú que entras por esta puerta
detén el paso y advierte
que has de morir en la vida
para vivir en la muerte.

Como bien dice Fernando, estos versos que aporta Mariajo tienen un gran significado. En mi comentario sobre “Olor a mujer…” deslicé una frase: “La cárcel no puede definirse como un inmenso ataúd”. Tenía un sentido profundo preciso, aunque apareciera como dejada caer, como un trozo de un algo inservible abandonado en un banco de cualquier parque de cualquier ciudad a cualesquiera de las horas vacías de la madrugada. No quise aclarar mas. En el rito de iniciación al sacerdocio católico, como seguramente sabréis, el aspirante se tumba en el suelo, boca abajo…Representa, sobreactúa su propia muerte. En el rito Escocés Antiguo y Aceptado, el aspirante a Maestro se introduce en un ataúd que se cierra sobre su cabeza. Respira el silencio. Visualiza le negrura de la muerte, el encuentro con la Oscuridad..con la Oscuridad que cada uno puede sentir como brillante. Eso quiere decir el verso: si no morimos a este mundo no viviremos en la muerte. Si nos abandonamos a las diez mil cosas no captaremos la esencia del Tao, que diría Lao Tsé.

Nos guste o no las palabras son un producto indispensable del pensamiento, pero del pensamiento propio de los hombres, como diría Jesús el Cristo. Las palabras son instrumento al servicio de la fragmentación. Por eso os decía y cito mi libro, que nada tiene el poder fragmentador tan intenso como el lenguaje. Si yo rezo a El, me separo. Dos sujetos diferentes. Diferenciados en un supuesto tiempo y en una supuesta distancia. Esos sujetos se conectan con un objeto: la súplica, instrumentada o formalizada a través de un mecanismo, el lenguaje. Penetramos en Maya. Como bien dice George Borges “El hombre occidental se ha movido tradicionalmente en el plano mental y necesitaba dar cuerpo a su oración por medio de metáforas, alegorías, palabras y gestos con cierta carga lógica.”

“El hombre no es hombre hasta que no oye su nombre de labios de una mujer… La palabra”. No lo creo en absoluto, María S.O. Al contrario. El hombre es hombre cuando ya no tiene nombre para una mujer que también carece de él. El nombre es solo personalidad, ilusión, atributo. Por eso en mi carta a mi hija Alejandra con motivo de su boda le expliqué con claridad que en el verdadero amor no hay dos que se funden en uno, sino que hay un ninguno, un amando. Por ello, en el acto que llaman hacer el amor, se produce una plena disolución de personalidades que desaparecen, se funden, se confunden, se disuelven en eso que al carecer de nombre solo se entiende por un amando. De ahí que Krishnamurti, sintetizando siglos de saber tradicional -por llamarlo de alguna manera- se refiera al enorme peligro del acto de “nombrar”. Por eso en algunos idiomas no se conjugan los verbos.

Por eso yo sostengo que dios es un Gerundio. Si usamos el gerundio en lugar de los participios, entenderemos mucho mejor la existencia y comprenderemos que en ese modelo la personalidad de perfiles rígidos carece de cabida.

No tengas miedo a que te inunden las palabras cuando permaneces en silencio. Es lógico. Es la inercia. Desde que das la orden al transatlántico para que se detenga, desde que las hélices dejan de recibir alimentación para su impulso, desde que dices “¡párate”! hasta que efectivamente te detienes, existe un trozo de espacio/tiempo inevitable. Eso es así y malentenderlo es lo que llevó a Cioran a decir que si consiguiera detener sus pensamientos sería devoto budista, pero como no lo alcanzaba nunca dejó de interesarse por esa doctrina. No se trata de convertirse al budismo. Se trata de encontrarse uno mismo. Sin imposibles. La repetición de un mantra es, efectivamente, un instrumento al servicio del silencio interior que parte de la constatación de la mecanicidad propia de la mente y se ajusta a ella.

La palabra de la oración, la repetitividad que se observa en tantas religiones, es solo eso: un instrumento diseñado para acoplarse a la mecanicidad de la mente. Yo no consigo expulsar las palabras, los pensamientos fuera de mi. No alcanzo ese estado. Ni pretendo. Simplemente le doto del valor que tienen. Nada mas. En ocasiones, cuando me encuentro meditando en profundidad y ese tipo de acontecimientos (pensamientos) vienen a mi, me veo sonriendo. Me doy cuenta de su futilidad. En ese instante suena por dentro el Gran Silencio. Por cierto, claro que he visto la película. La he sentido, mas que verla.

“Simplemente una reflexión: ¿porque nadie nos enseña a estar en silencio? ¿porque se ha construido todo en torno al ruido?.”. Porque es la civilización del ruido. Porque el silencio es profundamente desagradable. porque el ruido tapona los conductos a través de los cuales se escucha la voz de una conciencia universal. Porque envueltos en el ruido asumimos la ceguera de cuanto nos rodea, porque con el ruido se ensombrecen imágenes cargadas de inhumanidad pero que sirven para alimentar circuitos económicos plagados de beneficios… Por eso, Carlos, no gusta el silencio. por eso no lo enseñan. Por eso una vieja idea mía que ya he comentado en este blog es diseñar, construir, sustentar un lugar en el que habite el silencio, en el que los hombre que tienen que tomar decisiones sobre los demás, y los que quieren decidir sobre sí mismos, se refugien a oirse envueltos en silencio, a escucharse a si mismos, a entender mejor sin palabras cuanto les rodea, a percibir la idea de Unidad que se destruye fragmentada a golpe de palabras, de ruidos….

“No rezo. Cuando siento la necesidad de reflexionar, me encierro en busca del silencio. Tampoco medito, no como se entiende el hecho de “meditar”. No cambio mis respiración y tampoco de postura. Estoy, puede que como siempre, pero busco el silencio. Y pienso. Intento tomar distancia de un hecho concreto a partir de la tranquilidad. Casi siempre lo consigo”. Eso dice Consuelo. Pues yo digo: Consuelo reza, y reza bien. Consuelo medita, y medita bien. Si se limita a coligar patrones de pensamiento fragmentario y a eso le atribuye el calificativo de reflexión, entonces no reza, no medita, no reflexiona. Sencillamente corta y pega, que es lo que le sucede a la inmensa mayoría de la gente. Si se limita a sentarse y respirar mas o menos lento o rápido, según técnicas, y a dejarse abandonada a si misma en la fragmentariedad del pensamiento, entonces no medita. Pero si asume el silencio y se distancia de las palabras, deja que lo tenga que llegar llegue, y espera sonriendo al comprobar la mecanicidad en el proceso de producción de sus pensamientos, entonces medita, entonces reza. Aunque no quiera nombrar esas actitudes con esas palabras, aunque no quiera designarlas de esa manera.

Porque como dice juanarmas Meditar [Mente]… es sentarse y limitarse a observar lo que se piensa, lo que se siente: ser consciente de lo que se mueve en nuestro interior y de lo que normalmente no nos percatamos; darse cuenta y no reaccionar. Sin juicios, sin culpa, sin identificación en lo que se sienta o piense; como si no fueran nuestros… Esta clase de meditación/oración ha de ser desvinculada de cualquier naturaleza religiosa o “trascendental” y afrontarlo con la misma inocencia, goce, liviandad y plenitud con que un niño afronta un juego.

Orar [Corazón]… es mera pasividad a la escucha, paciente, serena… Es perdón en el cansancio y la desesperación. En cierto sentido, orar es adoptar una actitud lo más pasiva posible que permita que Dios/Eso/Amor/Existencia/Vida/etc. se haga consciente en nosotros (mejor dicho, nos permitamos aquietarnos para que así pueda fluir Su presencia en nuestro sentir interior. Orar es permitirnos sentir…y sentirlo.

Una vieja canción gitana menciona “las palabras de Dios”. Y esas palabras no son las humanas. Como dice Alma: Para hablarte no me hacen falta palabras, me basta con recordarte para decirte tantas cosas, Tú a mí me hablas con la brisa del mar, con el color del cielo, con los rayos de sol sobre una verde hoja bañada de rocío en abril. Te encuentro en la risa, en el llanto, en la alegría , … Estás en todos lados. Porque cuando creo que nadie me escucha, tú me contestas con respuestas que salen del alma y llegan a mi conciencia, para asumirlas desde lo más profundo, porque desde lo más profundo te pregunto”

“Esto es lo que hay”, dice Ana y añade: “ Hoy empieza el puente. Aquí están los dos caminos. Alrededor dos caminos, y un grupo de amigos que charlan. Yo bajo al bar, necesito algo, unos vinos, charlo con un desconocido. Me pregunto qué diablos hago escuchando la paliza que me da. Tal vez me siento sola.. Fantaseo que Fernando es mi amigo. Que me estima. Que es alguien tierno, agradable, dulce. Que si me conociese me querría. Estoy jodida, el vino. Quiero soltar. Sé que sois unos desconocidos. Y parecéis muy inteligentes. Aunque en la cabeza. tengo dudas. No sé que hago aquí . Hace un tiempo alguien a quién yo quería me decía eres una trepa que nunca trepará. Y añadía, porque eres una buena persona. Lo siento, pero estoy jodida “.

¿Sabéis lo que os digo?. Que en esa frase de Ana se encuentra mucha justificación a lo que estamos haciendo con este blog. Mucha. Está jodida, sin duda. Pero no está sola.

En cuanto a la meditación que propone Joaquín Tamames, de acuerdo. Para los que quieran el viernes 12 a las cinco de la mañana. Media hora de duración Absoluto silencio. Ni una sola palabra. Dejar que las que lleguen a vuestro interior se entretengan con ellas mismas. Mirarlas como lo que son: productos de Maya. Son divertidas en muchas ocasiones.
Sentir el centro.

Gerundio. Siendo, eso es todo.