La crisis es inevitable. ¿Reconducirla en beneficio de todos es posible?

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Desde los comienzos de la crisis sostuvimos aquí que nos encontrábamos ante una crisis de base financiera mas que económica. Nunca dijimos, ni mucho menos, que la economía española fuera estructuralmente perfecta. Para nada. Está claro que los sectores en los que se apoyaba, y se sigue apoyando, esto es, turismo, construcción y promoción inmobiliaria, disponían de defectos estructurales obvios. Es igualmente una obviedad que las consecuencias que en términos de competitividad se derivaban desde la introducción político/emocional del euro se intentaron corregir con mano de obra importada a precios inferiores a los normales del mercado. Todo ello fue creador de espejismos a corto plazo. Nadie se detenía a mirar en el fondo del problema. Y mientras navegábamos envueltos en una bonanza en gran medida artificial, construíamos el sector exterior mas deficitario en términos relativos de toda la economía mundial.

Esto es cierto. No se puede dudar, porque de la dictadura del hecho se trata y las valoraciones subjetivas ocupan aquí un espacio sensiblemente inferior. Pero para nada obstaculiza la conclusión de que mundialmente todo comienza por problemas en los balances bancarios, y no sólo problemas de liquidez sino directamente de solvencia. Leo en El País de hoy: “Obama no ha dudado en señalar a la banca como la culpable de la actual situación. A su parecer, las entidades financieras han asumido riesgos “exorbitantes” con la compra de títulos de calidad dudosa. “Lo que nos ha metido en este lío han sido los riesgos exorbitantes asumidos por los bancos en títulos dudosos con el dinero de otros”, ha explicado Obama. Esos riesgos generaron la crisis financiera, lo que dio lugar a la restricción del crédito y extendió los problemas al resto de la economía.”.

Es un diagnóstico sustancialmente correcto. Por eso produce cuando menos cierta vergüenza ajena escuchar en el Congreso de los Diputados a Miguel Martín, Presidente de la Patronal Bancaria -así llamada- asegurando que los responsables son los empresarios del sector real y los salvadores los banqueros, de modo que sin ellos, sin sus prácticas, sin su ayuda, el mundo se habría desmoronado. Creo que el sueldo no obligada a llegar tan lejos, por sustancioso que sea el retiro.

En lo que no estoy de acuerdo es que el problema reside exclusivamente en que los bancos han comprado títulos dudosos con el dinero de otros. Que actúan con nuestro dinero, es evidente. Pero no sólo han comprado activos dudosos. En algunos casos han invertido en activos materialmente inexistentes, en elucubraciones nacidas al socaire de esa entelequia sideralmente dañina bautizada con el nombre de riqueza y con el apellido financiera, para diferenciarla de la verdadera, esto es, de la riqueza generada en los campos de la economía real.

Esto es cierto pero no suficiente. El asunto es mas complejo. Impulsado por este conjunto de espejismos, amparándose en una ortodoxia nacida de mentes que jamás crearon nada sólido, ni siquiera entelequias conceptuales, toda una red de valores, aunque sería mejor decir de no-valores, se fue imponiendo en la sociedad occidental, y todos, de una manera mayor o menor, pero todos, participamos en su confección y en su implantación, uso y abuso. Por ello los bancos prestaban con alegría para especular con la vivienda. Por ello algunos promotores -no todos- tenían escaso rigor en la confección de escandallos de precios porque la segura plusvalía era capaz de deglutir cualquier fallo de diagnóstico y hasta de tratamiento. Por eso…en fin, ya hemos hablado de estas cuestiones dolorosas y no merece la pena insistir. Es demasiado evidente. Y cuando alguien no quiere verlo, pues ¡qué le vamos a hacer!

Nuestro modo de comportamiento fue el derivado de nuestro modo de pensar, y éste se confeccionó con el material de los no-valores. Y ahora de repente nos damos cuenta al ver las consecuencias del desastre. Los verdaderos activos tóxicos no han sido los derivados financieros, ni las subprime, ni los cds…han sido esos no-valores con los que hemos disciplinado nuestro pensamiento y nuestra acción.

Y esto no se encuentra reñido con que algunos, quizás bastantes empresarios del sector real merezcan una descalificación sin paliativos. Claro que eso sucede. Ni con que muchos empleados o directores de banca hayan cumplido con sus obligaciones analizando con rigor las propuestas de crédito. Claro que si. Pero no es esto lo que constituye el material sensible. Eso sucede en épocas de depresión y en momentos de bonanza. Los empresarios malos o peores no han causado la crisis. Ni los directores profesionales de banca han podido evitarla. El asunto trasciende a unos y a otros. Solo nosotros somos responsables de lo que hemos hecho.

Y los problemas de liquidez y solvencia bancaria se han traducido en restricciones del crédito. No es una decisión voluntaria de la banca. Es un corolario inevitable Y esas restricciones han minado la disponibilidad financiera de empresas que no tenían problemas, o que tenían problemas susceptibles de ser superados manteniendo su mismo nivel de disponibilidad financiera. Pero no ha sido posible ni en cantidad de crédito ni en precio, esto es, en costes financieros derivados de intereses y comisiones. Y eso, con una economía afectada de sectores doloridos por defectos estructurales, es grave. La banca se ha visto obligada, digamos así, a actuar de modo que se ha convertido en una fábrica de morosos. Y estos morosos al final se traducen en mas problemas para la banca. Por eso la morosidad puede acabar transforman lo que fue un problema de liquidez en algo mayor: en un problema de solvencia.

¿Y ahora?. Solo la intervención del Estado decidida puede intentar frenar el problema. Insisto: no hablemos seriamente de soluciones cortoplacistas sino, como mucho, de intentos de reducir la magnitud del desastre que se avecina, desastre que se medirá como se quiera medir, en cifras de esas que acaban por no entenderse, pero que tiene como cifras verdaderas el número de personas y de familias que están sin trabajo y que ven acercarse el momento dramático en el que el subsidio de desempleo se termina, aún reconociendo las mejoras conseguidas en su dimensión cuantitativa y temporal. Y, sin embargo, nada de eso tiene solución a corto, así que la posibilidad de hacer demagogia con semejante drama es descomunal. Y las consecuencias…las consecuencias de depresiones profundas se miden en cantidades de tragedias, a veces solo individuales; en ocasiones, colectivas.

¿Tenemos suficiente Estado en España como para abordar intentos de paliar la crisis?. ¿Podemos soportar un Estado estructurado de manera tal que consume una cantidad ingente de recursos?. ¿Acaso es compatible nuestro modelo con una actuación eficaz?.Ya hemos hablado de eso. Pero tendremos que volver a hablar. Como del asunto del euro. Calaza y yo fuimos de las pocas personas que en España en aquellos inconcebibles días llamamos la atención sobre los riesgos del euro. Pedimos análisis serenos de nuestras realidades antes de embarcarnos en una aventura peligrosa. Ahora resulta que la población española está en contra del euro en una proporción nada despreciable. Algunos analizan ventajas e inconvenientes….ahora…. Primero ingresamos en el euro, luego pensamos si es conveniente….y por si fuera poco Krugman, el premio noble de economía, según me cuentan acaba de decir que “España, para restaurar su competitividad exterior y salir de la crisis, debe abandonar el euro y situar su divisa el 40 por ciento por debajo del nivel de referencia actual”.

En fin parece que tendremos que volver a andar los pasos que no quisimos recorrer. No se quien dijo aquello de que los pueblos que se olvidan de su historia están obligados a vivirla de nuevo. Algo de eso supongo que será cierto.