Violencia verbal, política, religión y el Valle des Cremats

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233barco

Quizás los dos temas esenciales que como humanos deberían ocupar nuestra atención son los relativos la manera de organizar nuestras relaciones con los demás hombres, nuestra forma de organizar la sociedad, y, adicional y tal vez preferentemente, la manera de construir nuestras relaciones con la Trascendencia. Utilizo esta expresión -Trascendencia- procurando ser lo mas inconcreto posible. Asumo que las cuestiones de “aqui-abajo”, las relativas a la sociedad, tienen la tangibilidad suficiente como para ser aceptadas de plano en el caminar de lo que llaman Ciencia.

Pero las cosas de Arriba -abstracción máxima que se me ocurre en aras de la inocuidad- tienen la etereidad propia de lo que el cientifismo oficial rechaza como objeto susceptible de ser considerado en sus análisis y conclusiones. Por ello, todo intento de eso que llaman la búsqueda científica del alma, está condenado al fracaso. Claro, al fracaso una vez sentado a priori que se entiende por experimentación científica, cuáles son la condiciones que se deben cumplir para merecer el atributo. Un poco esa vieja frase que cito con frecuencia y que constituía, según dicen, un postulado propio de los escolásticos: dejarme que yo ponga la premisa mayor y os demostraré que los gatos no tienen rabo…. Tal vez si fuéramos un poco atentos en el análisis de nuestro proceder, nos daríamos cuenta de que muchos de los gatos que creemos, estamos convencidos de que no tienen rabo, en realidad sí que disponen del apéndice, y que nuestro ilusorio convencimiento de su inexistencia es debido, y exclusivamente debido, a la cantidad de premisas mayores que pueblan y condicionan el esqueleto de nuestro modo-de-pensar. Reflejos condicionados, conductismos…en fin, ese metalenguaje que supongo conocido, con mayor o menor intensidad, de cuantos poblamos este blog

Bueno, esto viene a cuento de que las reflexiones sobre la sociedad, sobre nuestro modo de relacionarnos con los hombres y las cosas, conforman lo que podríamos llamar Política, ahora por una vez con mayúsculas. Nuestras relaciones con la Trascendencia se incardinan en lo que podríamos llamar Religión o Religiosidad. Lo primero es el fermento en el que nacen las Doctrinas Políticas. Lo segundo, el catalizador de las Religiones de la humanidad. Parece claro, por tanto, que una y otro, otro y una, deberían ser las dos temáticas esenciales a las que deberíamos dedicar nuestras potencias.

¿Acaso hay algo merecedor de más atención que el buscar el mejor modo de relacionarnos con los-demás y de entender nuestra posición en el proceso de la Creación? ¿Acaso hay algo que tenga mas sentido que tratar de responder a las tres preguntas esenciales de toda iniciación, esto es, quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos?. Pues al menos en mi opinión estoy seguro que no, que nada es digno de mayor concentración de nuestros esfuerzos que las respuestas a esos interrogantes. Al menos que los intentos de encontrarlas. Es lo que ha dirigido mi vida desde que tengo uso de razón -asumiendo, claro, que eso haya ocurrido en algún momento de mi historia personal- y por ello en ciertas ocasiones festivas para el Espíritu me he autodefinido -quizás con cierta arrogancia- como un peregrino de la Certeza.

Precisamente por eso me sorprendió que en los momentos en lo que comenzaba a estudiar las iniciaciones de la Edad Moderna siempre aparecía una frase conminatoria: no se puede hablar ni de religión ni de política. Concretamente, en la doctrina de la logias masónicas en su inicios, esto es,allá por 1717, las viejas constituciones señalaban que en el seno de sus células iniciáticas quedaba tajantemente prohibido discutir de política y de religión. Era lógico que en mi estructura mental, en mi necesidad de consumir certeza o caminos que a ella deberían conducir, me preguntara a continuación, ¿entonces de qué hablan estas gentes? ¿Acaso hay algo que pueda interesar al individuo que no sea encuadrable en una de estas dos categorías?. Si renuncio a estos dos asuntos, renuncio a solucionar mis inquietudes esenciales. Eso me decía. Eso me sigo diciendo, y no es tozudez maña, sobre todo por no soy aragonés sino gallego.

¿Por qué de esa prohibición?. Porque ambas -decían- son los motores de la división entre los hombres. Es verdad. Desgraciadamente así es. Recuerdo la revolución portuguesa llamada de los claveles que terminó con el régimen político instaurado por el gobernante luso Salazar.Como creo haberos contado, en mi familia existen gallegos nacidos en Portugal que tras algunas generaciones optaron por la nacionalidad portuguesa, sin que,evidentemente, ello tenga que ver con el origen de su sangre. Mi primo José es Embajador de Portugal. Bueno pues como es natural no todos los miembros de una familia coincidían en sus planteamientos políticos. Algunos eran partidarios de Salazar. Otros mas bien lo contrario. Así que llegó la revolución y los coroneles se hicieron con el poder. Pues bien: la violencia verbal y algo gestual apareció en el seno de esas ramas de nuestra familia, tradicionalmente calma, serena y que habitaba en prados muy lejanos de la violencia. Unos dejaron de hablarse con otros. No mucho más, pero eso sucedió. ¿Y por qué lo pongo como ejemplo?. Porque la revolución portuguesa fue de las blandas, de las que no derramaron ni una gota de ninguna sangre. Aún así, con eso y todo, la violencia divisiva, al menos en el plano verbal, apareció y campó por sus respetos durante un tiempo. Cierto es que al cabo de ese tiempo -mas bien largo para mis parámetros- las cosas se calmaron, sobre todo cuando se comprobó que , a pesar de muchos errores iniciales, al final la revolución acaba devorando a sus revolucionarios y convirtiéndolos en los conservadores del hoy.

Esta experiencia indica que no merece le pena consumir energías en revolucionar modos-de-organizarse. La única revolución pendiente es la del individuo. Mientras el individuo no cambie en profundidad tratar de modificar su comportamiento, sus relaciones con los hombres, las cosas y la Divinidad es sencillamente una manera, mas o menos elegante y erudita, de perder el tiempo. A veces, además, la vida. Y cambiar al hombre es sencillamente comprender su modo de ser en el plano del pensamiento. “Se puede llegar a decir que en el actual estado de nuestra sociedad y con el modo de enseñar la ciencia en general se apoya y se transmite una especie de prejuicio favorable a una concepción fragmentaria del propio mundo” Y mientras esta concepción fragmentaria no desaparezca, todos los esfuerzos tendrán el estigma de la inutilidad.

Pues ese surco del hombre sobre la Historia que indica Cioran está repleto de violencia nacida y fermentada en la Política y la Religión. La mejor Academia de las razones que llevan a los iniciados modernos a excluir esa temática de sus discusiones en el seno de sus Ordenes es la propia Historia del hombre. No tiene sentido que sea así. Al menos para mi. Pero así es. Por eso de vez en cuando me enfado un rato con el hombre como producto y necesito recordar la grandeza de ciertos individuos para reconciliarme con la humanidad.

Obviamente nuestro blog no es ninguna célula iniciática, o sólo lo es en sentido figurado. Pues bien, en cuanto hablamos un poco de Dios, en cuanto profundizamos con y sin citar a los Místicos, unos atisbos de violencia verbal parecen vislumbrarse en el horizonte de nuestros comentarios. Y se supone que somos personas interesadas en estos asuntos. Y si decidiéramos hablar en profundidad de modelos políticos, quizás esos atisbos se repetirían. ¿Por qué?. Se ve que somos así, al menos en este momento, en este estado en el que nos domina esa “concepción fragmentaria del propio mundo”.

Ayer intenté introducir algo de ironía, sentido del humor, para no dar excesiva importancia a los anatemas de condena perpetua, luciferismo, soberbia, pecado mortal, y otras adjetivaciones incluso mas gruesas. Y todo por citar a un místico reconocido de la Iglesia Católica. Si llego a citar a Paracelso o a lo que aseguraban -para mi con error- los Perfectos Cátaros….El Valle des Cremats ya no contiene fuego del de verdad, del que arde y quema por fuera, pero un valle de ese tipo sigue viviendo en la mente de muchos de nosotros en cuanto nos ponemos a comentar, solo comentar, no digo dogmatizar, de religión. Porque en cuanto se deja la discusión un poco a sus aires, a su compás que dicen por el sur, la tendencia a que formas de violencia verbal asomen en un lugar cualquiera no es despreciable.

¿Por qué?.

Tal vez sea sólo porque son los dos ejes esenciales para identificarnos en lo que somos. Quizás porque sea una inevitable consecuencia del modo en que hemos estructurado el funcionamiento de nuestro cerebro. Quizás porque…

Ya, pero…. ¿es inevitable?.