Las «cosas humanas»

      103 comentarios en Las «cosas humanas»

Quizás muchos de los que acudís a este Foro con regularidad hayáis leído Las Confesiones. No me atrevo a recomendar nada porque cada libro interactúa con el lector en una complicidad insustituible. Pero sin recomendar digo que no está mal de vez en cuando darse un paseo por sus páginas. Eso hice yo el día pasado. Andaba algo revuelto por dentro. Quizás fuera debido a que de tanto escribir sobre lo sucedido en el pasado, siendo incapaz de sentir rencor, por lo que tantas veces hemos comentado, no deje de asustarme ante la capacidad de ciertos individuos de alimentarse de eso que llamo emociones del bajo vientre. No deja de ser llamativo que estando, como estábamos, en presencia de operaciones de envergadura capaces de cambiar la faz de un país, al final el comportamiento humano obedece a las mismas reglas emocionales que si se tratara de un negocio de ganado, de la compraventa de un solar o de un arrendamiento rústico. Es conveniente no olvidar esta lección nunca.

Además, hablando no ya del pasado sino del presente, te enfrentas a comportamientos que no acabas de entender. Es es extraño producto, la mente, capaz de inventarse una historia alternativa, de generar un guión de locura, en cuya ejecución sacrifica, quizás sin querer, pero como mínimo con temeraria imprudencia, sentimientos de todo tipo y deja el campo del afecto asolado y repleto de rastrojos.

Tal vez por eso de las sincronías encontré en las Confesiones este párrafo: “¡Oh Locura, que no sabe amar humanamente a los hombres!¡Oh necio del hombre que sufre inmoderamente por las cosas humanas!. Todo esto era yo entones, y así me abrasaba, suspiraba, lloraba, turbaba y no hallaba descanso ni consejo. Llevaba el alma rota y ensangrentada, impaciente de ser llevada por mi, y no hallaba donde ponerla. Ni descansaba en los bosques amenos, ni en los juegos y cantos, ni en los lugares olorosos, ni es los banquetes espléndidos, ni en los deleites del lecho y del hogar, ni, finalmente, en los libros ni en los versos. Todo me causaba horror, hasta la misma luz!”

¿Que es amar humanamente a los hombres? ¿tTiene que ver esa matización, ese amar humano con el pensar humano del que habla Jesús el Cristo? ¿Amar como hombre, amar humanamente es distinto en calidad del amar divinamente? ¿Existe un amar humano al igual que es real un pensar humano como diferente del pensar como dioses de que habla Jesus?.

No se si amar humanamente consiste en entender al hombre y saber alejarse de las obras que pueblan su comportamiento en demasiadas ocasiones. Seguramente ese amar humanamente consiste en no sufrir inmoderadamente por las cosas humanas. ¿Cabe un sufrir moderadamente?  ¿Quien modera? ¿En qué consiste esa moderación?.

Cuando a la escritura del arrebato místico, aunque sea prosa y no poesía, le aplicamos las reglas de una fría racionalidad, podremos encontrar defectos estructurales, carencia de coherencia, pero como ese no es el camino, al final nos perderemos el verdadero sentido.

Sí, ya se que no somos nuestras cosas, pero también sé que a muchos, seguramente a todos, les resulta mas fácil escribir esta frase que enfrentarse a la realidad de perderlas. Sí, ya sé que si nos identificamos con ellas perdemos nuestra verdadera esencia, pero es humano, terriblemente humano, ese identificarnos con ellas, aunque sea, como dice el escrito, moderadamente, lo cual no evita que ante la desaparición de las coas que pueblan nuestras vidas, sintamos una ruptura interior en ocasiones semejante al desgarro.

Pero lo terrible son los hombres. Por larga que sea la vida creo que no dejaremos de ver la locura en las mentes humanas, su posesión por sentimientos y emociones destructivas. Ojalá fuéramos inmunes a esos comportamientos, ojalá que una verdadera compasión nos permitiera asumirlos sin siquiera una brizna de conmoción interior. Ojalá que pudiéramos no sufrir ni moderada ni inmoderamente por esos comportamientos humanos. Ojalá, pero ¿quien lo consigue en plenitud?

Ya sé que la constante del sufrimiento es común a todos y que por ello mismo es constante. No ignoro las lecciones de Buda y la caracterización del sufrimiento como producto mental. Desde mucho tiempo atrás lo conozco, pero en el fondo si queremos dejar de sufrir, aunque sea inmoderamente, por los comportamientos humanos, mucho me temo que tendremos casi que dejar de ser eso que somos: humanos. Es muy posible, a estas alturas de la vida, conseguir que esos desperfectos humanos no provoquen que nuestra alma se quede rota y ensangrentada, que consigamos descanso en bosques, lechos, libros o versos. Eso es una forma de madurez, pero creo que nunca conseguiremos la completa inmunidad ante ciertas pasiones que se apoderan del pensar y actuar del producto humano.

Observo el panorama de este país. Leo lo que se dice, hace, comenta y piensa sobre nuestra propia forma de Estado. Sobre los nacionalismos, sobre banderas, naciones, culturas, lenguas… Contemplo como las pequeñas miras, los egoísmos, las pasiones, los intereses, las revanchas son capaces de convertirse en reglas torcidas de conductas aberrantes. Y me pregunto ¿qué hacer?.

Aquí, en estas tierras calmas de los viejos Tres Reinos, contemplando silente la quietud del castaño, su impasible e implacable crecimiento, su caminar hacia el esplendor para, cumplido el trámite, orientarse hacia la orilla contraria, me sigo preguntando quien es capaz de dejar de sufrir ante esas pasiones humanas, quien es capaz de dejar de ser necio por no sufrir, ni siquiera inmoderamente,  por las cosas humanas.

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103 pensamiento sobre “Las «cosas humanas»

  1. Eliseo de Bullón

    Pregunta al Maestro Deshimaru

    ¿Qué es la compasión?

    Repuesta

    Jihi es la compasión. El amor tiene muchos grados, muchas fórmas. El amor universal es el más profundo. Si sentimos piedad por alguien, no se trata solamente de comprender su sufrimiento material, afectivo, o su angustia. Debemos llegar a ser como él, debemos tener el mismo espíritu que él. ¿Cómo ayudar, cómo curar, cómo aliviar? No debemos ver las cosas desde nuestro punto de vista subjetivo, sino que debemos convertirnos en el otro. No debe haber dualidad. No debemos amarle solamente, sino que debemos identificarnos con su espíritu. En el amor egoísta se es siempre dos. La compasión es unidad. Cuando me encuentro con vosotros, me convierto en vosotros mismos. ¿Cómo estáis? ¿Estáis bien? Una persona me hizo ayer un regalo. Debo devolverle el doble. El amor es a menudo todo lo contrario: al final se huye, uno quiere escaparse… La verdadera compasión es auténtica simpatía. Debemos olvidarnos de nosotros mismos y convertirnos en el otro. Pero la compasión debe ir siempre acompañada de la sabiduría. La sabiduría debe estar en unidad con la compasión. En China y en el Japón hay muchos escritos sobre este tema. El mundo entero lo proclama, de hecho, pero en el budismo ha llegado a ser una fuerza poderosa. En el amor existe siempre una dualidad, una oposición entre los miembros de la pareja. En la compasión, los dos seres se funden en uno. El amor es relativo. La compasión es comunión total de los seres. El amor es ciego sin sabiduría. Muchos padres aman a sus hijos con un apego egoísta. Si se está demasiado apegado no se ama verdaderamente, no se siente la verdadera compasión.

  2. Pedro Escolano

    “Un negocio de ganado, de la compraventa de un solar o de un arrendamiento rústico”, son en general asuntos suficientemente serios para el común de las personas como para que no sean contaminados por las “emociones del bajo vientre”. El tema es que Ud. estaba jugando a otros negocios igual que los otros jugadores: Al juego del diseño político, de la ingeniería social, del planeamiento a largo plazo. Quiza no sean estas las deficiniciones precisas, pero creo que se entiende lo que quiero expresar. Y aquí es donde entran eso que Ud. llama las emociones, que yo llamaría las diferentes ilusiones de eternidad que “iluminan” a cada jugador, en donde se mezclan creencias, prejuicios, ideologemas, fidelidades, protagonismos, intereses de grupo y más que desconozco pero que seguro Ud. conoce muy bien. Fantástico si nos cuenta algo de esto en su libro.
    Un negocio de ganado es un trato entre partes cuyos intereses si no explícitos, si que son previsibles por las partes. Un negocio de ingeniería política o social no es un trato; es una cuestión de poder y por tanto nada está explícito, los términos de negociación son secretos, nadie tiene toda la información y la incertidumbre sobre el resultado es mayor.

    “Por larga que sea la vida creo que no dejaremos de ver la locura en las mentes humanas, su posesión por sentimientos y emociones destructivas” . Es verdad, incluso se puede llegar al suicidio colectivo. Es algo que no deja de fascinarme. El esquema básico es siempre el mismo (intelectuales+una teodicea+proyectos metafísicos+pistoleros+burocracia estatal), aunque las formas históricas (la Grande Terreur, comunismo, nacionalsocialismo, restauración Meiji, maoismo, fascismo, Nerhu, Sukarno, Nasser, Ben Bella, etc.) parecen diferir. Y siempre una promesa de redención colectiva, un paraíso en la tierra, la Ciudad de Dios, y la enemistad con el comercio. Imposible no sufrir con todo esto, sus efectos se padecen y de qué manera. Quiza todo sea la osadía de pretender pensar como dioses hacedores.

    Lo humano que se puede amar es todo lo que queda fuera de esa locura, y es mucho. Lo que los humanos que amamos lo humano podemos hacer, es limitar el poder político al máximo, su discrecionalidad y dejar que el templo se llene de pacíficos comerciantes. La locura humana sin poder político es simplemente extravagancia, individualidad, diferencia, digamos sal.

    Cualquier escrito, cualquier libro, está inserto en una cosmovisión de su propio autor. Seguro que desde el 94 su cosmovisión ha evolucionado. Espero con impaciencia su planteamiento sobre una etapa de España, en la que todos los españoles tenemos que revisar tantas ideas erróneas.

  3. Teilhard

    Final del libro «La Etica»:

    «Con esto concluyo todo lo que quería mostrar acerca del poder del alma sobre los afectos y la libertad del alma. En virtud de ello, es evidente cuánto vale el sabio, y cuánto más poderoso es que el ignaro, que actúa movido sólo por la concupiscencia. Pues el ignorante, aparte de ser zarandeado de muchos modos por las causas exteriores y de no poseer jamás el verdadero contento del ánimo, vive, además, casi inconsciente de sí mismo, de Dios y de las cosas, y, tan pronto como deja de padecer, deja también de ser. El sabio, por el contrario, considerado en cuanto tal, apenas experimenta conmociones del ánimo, sino que, consciente de sí mismo, de Dios y de las cosas con arreglo a una cierta necesidad eterna, nunca deja de ser, sino que siempre posee el verdadero contento del ánimo. Si la vía que, según he mostrado, conduce a ese logro parece muy ardua, es posible hallarla, sin embargo. Y arduo, ciertamente, debe ser lo que tan raramente se encuentra. En efecto: si la salvación estuviera al alcance de la mano y pudiera conseguirse sin gran trabajo, ¿cómo podría suceder que casi todos la desdeñen? Pero todo lo excelso es tan difícil como raro.»

    Saludos

    Teilhard

    1. Calixto Arosa

      Como es habitual, brillante aportación, estimado Teilhard!

      Gracias

  4. ragamu

    Sueño y realidad, quien llega a oir la esencia de una mujer, ver la profundidad en los ojos donde todo cabe, la compasión, la vida, el amor, lo femenino.
    Cuantos hombres y mujeres vuelven a su esencia, Eros abrazando a Agape y esa nueva fragancia derramándose en la profundidad del infinito. Felicidades.
    Hasta la misma luz me causaba horror y todo lo que no era lo que él era me resultaba insoportable y odioso. Mi único descanso eran los gemidos y las lágrimas y, cuando dejaba de llorar, sentía la pesada carga de mi miseria que traía a cuestas.
    ¿Podía acaso mi corazón huir de mi corazón?. ¿Adónde huir de mi mismo que no fuese tras de mí?. Gracias.

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