Es bueno quitarse máscaras cada poco. Puede resultar muy doloroso para la autoestima (me considero el pajarraco peor que conozco) pero, al menos, obedeces a algo de una naturaleza que no quiero considerar de orden superior pero si que te concede una mínima dignidad. Para la multitud de los seres que conozco, transitar por la vida consiste en colocar un pie delante de otro sin tropezar con las compras. Vivir como una simplona maniobra horizontal sin grandes profundidades, sin surco. No soy amigo de las concesiones y no encuentro sentido en gran parte de las vidas que conozco. Creo que el armadeddon consiste en eso. Es el día en el que todas las vidas pierden sentido.
Me repugna esa muletilla perpetua con que termina cada encuentro epistolar. Un abrazo. Ese buenismo de cafetería que impregna nuestra vida y aligera cualquier compromiso con la certeza total de los actos. Palabras como consenso, éxito o progreso definen muy bien esa nausea. Un salto del lenguaje que nos vacía de verdad y lucha y, ¿que puede ser una vida sin algo que te haga luchar? Entre esos conceptos devastados se encuentran el del AMOR; ya casi una convención de registro, o apadrinamiento por conveniencia fiscal.