Pues sí. Dos nuevos pesimistas institucionales se atreven a verter juicios nada optimistas sobre nuestro presente y, lo que es peor, sobre nuestro inmediato futuro. Se ve que no entienden eso de que si piensas que todo va bien consigues que así vaya. Pues no lo piensan. Yo tampoco.
Por eso digo que no me importa que me llamen pesimista cuando analizo lo real. Insisto: pesimista no es quien reconoce la realidad, sino quien se deja dominar por ella. La primera premisa para edificar con solidez es conocer la realidad de los cimientos. Nos guste o no. La segunda: querer superar lo que tenemos. La tercera, trabajar con la mente y el cuerpo. La cuarta, el ánimo, la disposición de ánimo, esto es, la voluntad. La quinta, la valentía, porque se necesita valentía. Sobre todo en estos tiempos. La última gestionar adecuadamente el recuerdo y la esperanza.
Yo construi una casa y me dijeron que tenía el suelo algo que llamaban arenas movedizas o parecido. Y tuve que crear unos cimientos especiales. No me hizo gracia porque costó mucho dinero. Han pasado 22 años. La casa sigue intacta. Y en ella he pasado muy buenos momentos. Quizás si hubiera negado lo real, las casa y las cosas habrían resultado lamentablemente distintas


En uno de los comentarios recogidos en el artículo anterior dedicado a las barreras en materia de edad impuestas por las grandes empresas en los procesos de selección de personal, Inmortal expuso las limitaciones de esta clase recogidas de manera explícita en las convocatorias de acceso a la función pública. Parece obvio que si en una oferta de empleo proveniente del sector privado se evita, por lo general, establecer un límite de edad como requisito para cubrir la plaza ofertada, esto se debe a que dicho límite se percibe claramente como un elemento discriminatorio. Digo por lo general, porque basta con darse una vuelta por alguno de los portales de empleo de mayor difusión en la red para darse cuenta de que no siempre es así. Pero si ya comienza a percibirse una mayor sensibilización por parte del sector privado en lo tocante a esta cuestión, aunque la discriminación por edad siga y seguirá produciéndose de forma velada, ¿por qué no ocurre igual con la oferta de empleo público?

Desde hace algún tiempo me escapo todos los días a las regiones de arriba y me doy un buen paseo. Es un paseo muy hermoso. Llego allá arriba y veo grandes tesoros, dispersos, por todas partes, que en mi imaginación intento traer luego aquí abajo para dejarlos en algún camino o en alguna esquina. Hay colores y luz por todas partes y el aire se respira muy limpio, con un perfume indefinible que recuerda a la fruta más deliciosa.