Ayer almorcé con un nutrido grupos de periodistas españoles a requerimiento de uno de ellos con quien mantengo una vieja relación de amistad desde hace años. Hablamos de muchas cosas. El compromiso era y sigue siendo off the record, es decir, que no se trataba de una entrevista ni de la emisión de opiniones a ser publicadas. Se suele respetar bastante este tipo de acuerdos. Tocamos de este modo los asuntos que nos son conocidos en este blog.
Curioso: alguna periodista preguntó, a propósito de mi idea del valor social del crédito, por qué opinaba ahora de esta manera y antes no. Le sorprendió que dijera abiertamente que el crédito debe considerarse como un activo social que no puede quedar al albur de decisiones tomadas por financieros que buscan fines diferentes a la creación de riqueza, al suministro de dinero al sector real de la economia. Estuvo de acuerdo, como todos los asistentes, pero expresó su sorpresa por la “novedad” de mi pensamiento. Uno de ellos, sentado a mi derecha, dijo antes de que yo pudiera responder:
-“Estas ideas las tiene Mario desde siempre. Yo se las oí cuando era Presidente de Banesto. Lo que pasa es que entonces no querían oírlas..”.
“Nacer es comenzar a morir. Lo que hagamos mientras, dictará nuestro destino y quizás, quién sabe, nuestra próxima experiencia de vida… Este es el sentido de los ciclos inmutables en el mundo de las formas: nacer y morir en un infinito vacío que contiene un todo eterno.” 

La filosofía es la base primera que se contempla antes de convertirnos en sabios. No existe la sabiduría, el sophos, sin antes haber especulado en los arcanos filosóficos del mundo. En la antigüedad, no se podía aspirar a la primera y menos aún alcanzar la segunda sin antes penetrar en lo que por entonces llamaban los Misterios. Algunos de ellos tenían que ver con la reminiscencia platónica, la cual consiste en recordar todo aquello que está dentro del hombre. La anamnesia pretende llegar a las formas esenciales y prototípicas que se encuentran en alguna parte quizás no muy lejos de nosotros mismos. “Tú te crees una nada, y sin embargo, el mundo reside en ti”, nos decía el persa Avicena.
A lo largo de la historia de la humanidad se han producido continuos movimientos poblacionales y desplazamientos de núcleos urbanos. Con el paso del tiempo, los asentamientos humanos se convierten en más duraderos y estables, pero persiste en cierta medida ese afán nómada del ser humano que lo lleva a buscar un mejor emplazamiento. Los motivos pueden ser de distinta índole, defensivos, estratégicos, estacionales e incluso, en épocas posteriores, la demostración o consolidación del poder real.