En 1884, el reverendo Edwin Abott escribió un pequeño libro, un cuento, que llamó Flatland (País Plano), en el cual describía un mundo de tan sólo dos dimensiones, una superficie plana donde coexistían seres de diversas formas geométricas incapaces de ver más allá de su realidad bidimensional. Todo parecía normal hasta que un día, uno de sus habitantes, un cuadrado, tuvo una visión increíble, diferente, anormal. Recibió la visita de un ser tridimensional, una esfera. Pero cuando el objeto penetró en el país de Flatland, sólo pudo percibir su sección transversal, es decir, un círculo. El visitante, no satisfecho con su visita, le abrió los ojos al cuadrado para que pudiera ver el mundo tridimensional. Cuando el cuadrado explicó todo lo que había visto nadie quiso creerlo y lo tomaron por loco, encerrándolo a posteriori en la cárcel. Este libro ya planteaba de forma satírica las limitaciones de nuestra percepción cotidiana, y de cómo la Estructura reacciona ante una percepción diferente.
Hace unas semanas estuve en la India.
Es habitual, aunque no por ello deja de ser sorprendente, observar cómo se diluyen algunos temas que saltan al debate público casi sin que nos demos cuenta de ello. Hace unos dos o tres años, el Gobierno planteaba la posibilidad de retrasar la edad de jubilación obligatoria hasta los 67 años siguiendo el ejemplo de países como Alemania o Dinamarca. Por cierto, que este último finalmente dio marcha atrás, volviendo a situarla en los 65.